Mario Vargas Llosa: ¡°Es preferible no pensar en el lector y solo despu¨¦s descubrir si has provocado entusiasmo o rechazo¡±
El premio Nobel deja su tribuna en EL PA?S 33 a?os despu¨¦s de empezar a firmar en la secci¨®n de opini¨®n. Tras haber anunciado que ¡®Le dedico mi silencio¡¯ ser¨ªa su ¨²ltima novela, se retira tambi¨¦n de la prensa y concede una entrevista
Poco antes de cumplir los 16 a?os, empez¨® a publicar en el peri¨®dico lime?o La cr¨®nica. As¨ª arranc¨® la portentosa carrera de Mario Vargas Llosa (Arequipa, 87 a?os), un escritor que siempre ha compaginado la literatura con el periodismo, como redactor, jefe de informaci¨®n, entrevistador y hasta presentador, pero que encontr¨® la veta m¨¢s rica en su faceta de articulista. Desde aquel Per¨² de principios de la d¨¦cada de los cincuenta del siglo XX hasta casi completar el primer cuarto del siglo XXI, miles de tribunas y art¨ªculos despu¨¦s, el premio Nobel se retira. Lleg¨® a las p¨¢ginas de EL PA?S el 2 de diciembre de 1990 y es autor de 20 novelas, dos libros de relatos, uno de memorias, 14 ensayos, m¨¢s de media docena de obras de teatro y varios tomos que re¨²nen su Piedra de toque, entre otras obras. Despu¨¦s de haber anunciado que la obra de ficci¨®n Le dedico mi silencio, que sac¨® este a?o, ser¨ªa su ¨²ltima novela, Vargas Llosa deja su tribuna en estas p¨¢ginas, habi¨¦ndose cumplido 33 a?os desde que public¨® su primer art¨ªculo de opini¨®n bajo esta cabecera, que se titul¨® Elogio a la ¡®dama de hierro¡¯. Sus columnas han ayudado a reflexionar sobre el presente en todas sus facetas y sin esquivar la pol¨¦mica, sobre la pol¨ªtica nacional e internacional, sobre las voces literarias que le interesaban. Desde Per¨², responde a un cuestionario sobre su historia con el periodismo.
Pregunta. Como record¨® en El pez en el agua, empez¨® escribiendo notas hace m¨¢s de siete d¨¦cadas. ?Qu¨¦ cambios en la prensa de cuantos ha vivido le parecen m¨¢s trascendentales? ?Hay un auge del periodismo de opini¨®n respecto a tiempos pasados?
Respuesta. Los mayores son tecnol¨®gicos. La composici¨®n con tipos m¨®viles y las imprentitas en las que se hac¨ªan los peri¨®dicos eran prehist¨®ricas en comparaci¨®n con el presente. Y por supuesto, no exist¨ªan los medios digitales ni las redes sociales, que han revolucionado la manera de informar y de opinar. Esto nos ha dado mayor comunicaci¨®n y libertad, pero tambi¨¦n ha diluido la frontera entre la mentira y la verdad, y ha dado cabida a una industria de fake news que es espeluznante. La manipulaci¨®n es m¨¢s f¨¢cil. Para un joven es m¨¢s dif¨ªcil en esa jungla orientarse bien. Y aunque siempre ha habido informaci¨®n sesgada, o, mejor dicho, informaci¨®n que es opini¨®n disfrazada, hoy hay mucha m¨¢s.
P. ?Qu¨¦ articulista admiraba en su juventud y le influy¨® m¨¢s?
R. He contado alguna vez que cuando llegu¨¦ a Francia, a finales de los cincuenta, yo era un hombre de izquierda y mi biblia era Le Monde, pero muy en secreto y casi avergonzado compraba Le Figaro una vez a la semana para leer la columna de Raymond Aron, que era la bestia parda de la izquierda¡
P. ?Recuerda la primera vez que tuvo un ejemplar de EL PA?S en sus manos? ?Qu¨¦ pens¨®?
R. No recuerdo el d¨ªa exacto, pero debe haber sido en los ¨²ltimos a?os de la d¨¦cada del 70, cuando el peri¨®dico llevaba poco tiempo de existencia. Hab¨ªa vuelto a vivir al Per¨² despu¨¦s de unos a?os en Barcelona, pero debe haber sido en un viaje a Espa?a. Me impact¨® mucho ver que ya exist¨ªa un peri¨®dico que en todo, desde su formato y diagramaci¨®n, hasta su informaci¨®n y opini¨®n, hab¨ªa tra¨ªdo Europa a Espa?a. Fue una revoluci¨®n period¨ªstica.
P. En La Industria de Piura, seg¨²n ha recordado, public¨® sus primeras columnas de pol¨ªtica siendo a¨²n adolescente. ?Cu¨¢l es la lecci¨®n m¨¢s importante que dar¨ªa hoy a un joven que se estrene como columnista?
R. Jean-Fran?ois Revel dec¨ªa que la columna debe ser una idea. Si hay m¨¢s, se dispersa y pierde eficacia. No significa que en el desarrollo no pueda haber m¨¢s cosas, pero debe haber un centro. Y lo otro es que opine con integridad, sin importarle el efecto que pueda tener en amigos o enemigos, o incluso si discrepa con la l¨ªnea del medio donde uno opina.
P. Para un columnista, ?es mejor combustible la irritaci¨®n o la fascinaci¨®n?
R. A m¨ª me han servido las dos cosas. Pero para un escritor comprometido, como se dec¨ªa antes, la irritaci¨®n es fundamental. Si uno asiste a la actualidad con pasividad o indiferencia, las columnas ser¨¢n m¨¢s pobres. La fascinaci¨®n sirve para estimular al que escribe, pero debe servir sobre todo para contagiar al que lee. La irritaci¨®n da vigor a la prosa.
P. ?Recuerda c¨®mo se le ocurri¨® el t¨ªtulo para la secci¨®n, Piedra de toque?
R. En su primera versi¨®n, Piedra de toque era una columna que yo escrib¨ªa en una revista peruana, Caretas. No recuerdo el a?o, pero debe haber sido en la segunda mitad de los setenta. Un d¨ªa descubr¨ª que la piedra de toque era la piedra que serv¨ªa para medir la pureza y el valor de los metales, y tuve inmediatamente la certeza de que ese era el nombre perfecto: una columna que sirviera para medir, o sea encontrar, la verdad en el mundo que nos rodea. Por eso resucit¨¦ el nombre cuando empec¨¦ a colaborar en EL PA?S.
P. Su trabajo como articulista, ?exige m¨¢s o menos disciplina que el de novelista?
R. No es comparable porque la novela exige una disciplina diaria de varios a?os, por lo menos en mi caso (hay escritores que escriben novelas muy r¨¢pido: yo nunca he podido hacer eso). Pero a m¨ª el art¨ªculo siempre me ha tomado muchas horas. Envidio a esos columnistas que pueden producir buenas columnas entre un caf¨¦ y otro. Para m¨ª durante muchos a?os era el trabajo de todo un domingo. Dos domingos al mes estaban consagrados al art¨ªculo. Y eso exige disciplina.
P. En m¨¢s de una ocasi¨®n ha defendido que el periodismo es un ¡°complemento inseparable de su vocaci¨®n literaria¡±, algo que le ha permitido mantener una conexi¨®n con el mundo real. Pero, ?de qu¨¦ manera siente que ha influido su trabajo como novelista en su producci¨®n period¨ªstica?
R. Es m¨¢s f¨¢cil decir c¨®mo ha influido el periodista en el novelista que al rev¨¦s. Para poder escribir novelas yo he necesitado siempre tener un pie en la actualidad. Yo no soy un escritor de literatura fant¨¢stica sino realista, y adem¨¢s el hecho de vivir tantas horas, todos los d¨ªas, embebido en la ficci¨®n ha significado la necesidad de salir de ese mundo de imaginaci¨®n y ver, tocar, el mundo real, salir de la torre de marfil. Seguramente ser novelista aporta algo a la hora de escribir columnas, porque el novelista tiene una cierta sensibilidad al ver la actualidad y eso debe reflejarse de alguna manera.
P. Desde Conversaci¨®n en La Catedral y el personaje de Zavalita, en adelante, en sus novelas hay periodistas de prensa y radiof¨®nicos. ?Por qu¨¦ le parecen interesantes como personajes?
R. Porque est¨¢n sumergidos en el barro humano, porque viven, sobre todo el reportero de calle, la aventura de la vida a diario. Y me ha tocado conocer personajes fascinantes, en mis ¨¦pocas de juventud, en los peri¨®dicos. La Cr¨®nica me permiti¨® conocer los bajos fondos de la ciudad de un modo muy cercano. En la radio, donde trabaj¨¦ tambi¨¦n de joven, conoc¨ª personajes con una dosis de locura que daba a su trabajo algo muy atractivo.
P. Cabe pensar que un novelista queda parcialmente oculto en su ficci¨®n, no impone sus opiniones a los personajes. En el caso de un columnista, ?est¨¢ siempre expuesto? ?Debe mostrarse siempre?
R. Hay columnistas que son capaces de no tomar partido, de repartir aplausos o abucheos a todos lados, como un partido de f¨²tbol en el que uno no est¨¢ con ning¨²n equipo y aprecia las buenas jugadas. Pero los que yo m¨¢s admiro son los que tienen un punto de vista, los que toman partido. Y los que tienen buena prosa. Los libros de algunos de los mejores prosistas en espa?ol, como Ortega o Azor¨ªn, eran en muchos casos compilaciones de art¨ªculos de prensa.
P. ?Qu¨¦ piensa cuando oye o lee que alguien admira al Vargas Llosa novelista, pero disiente del articulista o del ensayista?
R. Eso es muy com¨²n. Me pasa a m¨ª tambi¨¦n con algunos escritores cuyas ideas no comparto o me causan rechazo, o hay articulistas que no me han provocado ninguna reacci¨®n y que, sin embargo, admiro a la hora de leer sus ficciones. Lo divertido es lo contrario, cuando alguien dice que admira un art¨ªculo m¨ªo, pero no ha le¨ªdo ninguna de mis novelas¡
P. ?Tiene a los lectores de EL PA?S en mente cuando escribe una tribuna de opini¨®n o eso lo har¨ªa sentirse menos libre?
R. No, cuando uno empieza a escribir es muy com¨²n pensar en el lector, pero eso puede ser paralizante o llevarlo a uno a cuidarse de decir lo que realmente piensa. Es preferible no pensar en el lector y solo despu¨¦s de publicado el texto descubrir si ha provocado entusiasmo o rechazo, o ambas cosas, o ninguna (que es lo peor).
P. De todas las tribunas que ha escrito en EL PA?S, ?cu¨¢l le ha costado m¨¢s?
R. Las ¨²ltimas porque mi memoria ya no es la que era y eso hace mucho m¨¢s duro escribir. Tambi¨¦n se me hac¨ªa cuesta arriba cuando estaba recuper¨¢ndome del covid.
P. ?Y de la que tiene mejor recuerdo?
R. Es dif¨ªcil escoger. Pero, por ejemplo, recuerdo que publiqu¨¦ una sobre esa variante de la cursiler¨ªa peruana, la huachafer¨ªa, que se titulaba ¡°Un champancito, hermanito¡±. Y con los a?os ese art¨ªculo acab¨® siendo el germen de mi ¨²ltima novela, Le dedico mi silencio.
P. ?C¨®mo siente que puede medirse la influencia de una tribuna de opini¨®n?
R. No es directa, creo que ocurre de una manera sutil y eso hace dif¨ªcil medirlo. Seguramente el punto de vista de un columnista ayuda a orientar a ciertos lectores de manera m¨¢s o menos sostenida, pero uno mismo no es consciente.
P. ?Not¨® la influencia del premio Nobel en la repercusi¨®n de sus tribunas?
R. Es inevitable. El premio Nobel tiene una repercusi¨®n mundial que hace inevitable que todo lo que digas, y por tanto escribas, sobre la actualidad retumbe con fuerza. Y eso es bueno y malo. Tus partidarios piensan que el premio te da un sello que valida lo que dices y tus detractores odian precisamente porque se piensa eso.
P. Hace unos meses, The New York Times pregunt¨® a sus columnistas qu¨¦ opini¨®n de cuantas hab¨ªan expresado en sus textos ahora pensaban que era equivocada. Si tuviera que se?alar un art¨ªculo en el que expusiera algo que hoy piensa que es errado, ?cu¨¢l ser¨ªa?
R. Bueno, hablando de The New York Times, justamente, hace much¨ªsimos a?os, en el primer Gobierno sandinista de Nicaragua, el peri¨®dico me propuso que fuera a pasar un mes a ese pa¨ªs y escribiera sobre la revoluci¨®n. Escrib¨ª en ese peri¨®dico un texto que era muy cr¨ªtico, por supuesto, pero con varios matices que irritaron mucho a algunos adversarios del r¨¦gimen de Ortega. Ellos ten¨ªan raz¨®n. Daniel Ortega y su mujer, incluso entonces, eran infames, aunque en ese momento todav¨ªa Nicaragua no se hubiera convertido en una segunda Cuba.
P. Le dedico mi silencio es el t¨ªtulo de su ¨²ltima novela, y con ella ha anunciado que se retira de la ficci¨®n. ?Puede uno realmente dejar de ser escritor?
R. No, seguramente uno sigue so?ando novelas cuando deja de escribirlas. Y sigue ley¨¦ndolas, por supuesto. Por ejemplo, ahora estoy releyendo Madame Bovary, aunque por primera vez en espa?ol.
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