Vistoli, Capuano y Carsen desvelan un Gluck ideal en Les Arts
Esta producci¨®n exquisita, minimalista y unitaria estrenada en Valencia muestra la esencia de la reforma del compositor alem¨¢n del siglo XVIII que acerc¨® la ¨®pera a la psicolog¨ªa moderna
Para el momento m¨¢s dram¨¢tico de la ¨®pera Orfeo y Eur¨ªdice, de 1762, en que el protagonista ha visto morir por segunda vez a su amada, Christoph Willibald Gluck eligi¨® inesperadamente la luminosa tonalidad de do mayor. Impregn¨® con cierto desenfado el arranque de su aria m¨¢s famosa, Che far¨° senza Euridice?, donde representa el duelo y la angustia de Orfeo. Buscaba un contraste similar al que hab¨ªa dispuesto su admirado Handel, en 1738, en la famosa marcha f¨²nebre de su oratorio Sa¨²l que tambi¨¦n hab¨ªa escrito parad¨®jicamente en esa alegre tonalidad.
Gluck la indic¨® andante espressivo con la intenci¨®n de subrayar su dulzura eleg¨ªaca. Quer¨ªa evitar que sonase demasiado r¨¢pida y se convirtiera en un ¡°saltarelo para marionetas¡±. Pero el director Gianluca Capuano y el contratenor Carlo Vistoli optaron por iniciarla con bastante ligereza, el pasado domingo, 3 de marzo, en el Palau de Les Arts de Valencia. No obstante, su interpretaci¨®n fue reveladora. Capuano contrapuso el gr¨¢cil estribillo a las dos estrofas m¨¢s lentas y extrem¨® las pausas ret¨®ricas, y Vistoli a?adi¨® alguna fermata expresiva. Pero ambos elevaron, junto a la cuerda de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, ese insistente y dram¨¢tico descenso mel¨®dico de quinta disminuida sobre las palabras ¡°?Ah! ?No recibo ya socorro ni esperanza de la tierra ni del cielo!¡±.
La famosa reforma clasicista que Gluck emprendi¨® con Orfeo y Eur¨ªdice contra los excesos de la ¨®pera barroca no implic¨® un cambio inmediato del gusto. Desde luego, no fue nada comparable al rel¨¢mpago que suscit¨®, en la novela francesa, la casi coet¨¢nea Julia, o la nueva Elo¨ªsa, de Jean-Jacques Rousseau. El compositor alem¨¢n encontr¨® una nueva sensibilidad manejando un c¨²mulo de tradiciones relacionadas con la ¨®pera seria italiana, la tragedia musical francesa, la ¨®pera c¨®mica y la imitaci¨®n barroca de la naturaleza. Y se opuso a la sistematizaci¨®n cartesiana de las emociones que hab¨ªa imperado hasta entonces en la ¨®pera dieciochesca, y que tan brillantemente est¨¢ estudiando el Proyecto Didone.
El resultado fue la representaci¨®n de los debates interiores, las s¨²bitas agitaciones o los repentinos retrocesos, que tan claramente escuchamos en Che far¨° senza Euridice? Estados de ¨¢nimo que tienen mucho m¨¢s que ver con la psicolog¨ªa moderna que con la teor¨ªa de los afectos. Y la producci¨®n estrenada en Valencia es un modelo de comprensi¨®n de las virtudes de esta magn¨ªfica ¨®pera, hoy m¨¢s frecuente en versi¨®n de concierto que escenificada.
Una austera r¨¦gie de Robert Carsen estrenada, en 2006, en la Lyric Opera de Chicago, que ha mantenido su vigencia hasta la actualidad con reposiciones en la ?pera de Roma y el Th¨¦?tre des Champs-Elys¨¦es de Par¨ªs. La escenograf¨ªa minimalista de Tobias Hoheisel consiste en un rect¨¢ngulo cubierto de grava y respaldado por un ciclorama. Una soluci¨®n que recuerda los cl¨¢sicos postulados de Wieland Wagner, gracias a los juegos de sombras y siluetas de la excelente iluminaci¨®n de Peter van Praet. Y la austeridad entre el blanco, el gris y el negro impregna tambi¨¦n el vestuario de Hoheisel donde parece incluirse un toque rural de luto mediterr¨¢neo.
Carsen, que en esta reposici¨®n valenciana ha contado con Christophe Gayral como adjunto esc¨¦nico, logra evitar el estatismo. Por ejemplo, aprovecha el cariz de marcha f¨²nebre del coro inicial Ah! Se intorno a quest¡¯urna para convertirlo en una procesi¨®n que porta el cad¨¢ver de Eur¨ªdice. La econom¨ªa de medios de la partitura le inspira soluciones esc¨¦nicas impactantes, como la transformaci¨®n del dep¨®sito de cad¨¢veres que abre el segundo acto en el coro de las furias. Y apuesta por subrayar la unidad de esta partitura al prescindir de descansos. Pero quiz¨¢ lo m¨¢s discutible de la propuesta esc¨¦nica sea el rechazo total a los n¨²meros danzables, que utiliza simplemente para el movimiento esc¨¦nico, e incluso corta o reubica. De hecho, la escena final se limita al coro festivo Trionfi Amore!
La brillante direcci¨®n musical de Gianluca Capuano consigue extraer de la Orquestra de la Comunitat Valenciana tintes historicistas. Una lectura exquisita, pero tambi¨¦n emotiva y con una atenci¨®n muy precisa a los cambios din¨¢micos y arm¨®nicos de la partitura. Lo comprobamos en el primer ballo donde sonaron leves trinos en la cuerda grave a modo de escalofr¨ªos para subrayar las disonancias. Destac¨® el segundo acto por su intensidad sin estridencias, pero tambi¨¦n por la exquisita paleta naturalista que teji¨® con la madera y la cuerda para acompa?ar el arioso de Orfeo Che puro ciel. Capuano cont¨®, adem¨¢s, con las burbujeantes improvisaciones al fortepiano de Davide Pozzi y un excelente Cor de la Generalitat Valenciana muy activo a nivel esc¨¦nico, pero que son¨® siempre compacto y n¨ªtido.
En el reparto, el gran triunfador de la noche fue el magn¨ªfico Orfeo del contratenor italiano Carlo Vistoli. Una voz bella, corp¨®rea y musical que conmovi¨® desde el principio con sus gritos de dolor en el coro inicial, pero tambi¨¦n con su claridad en el recitativo y su ductilidad en el fraseo. Convirti¨® sus dos lamentos a cada una de las dos muertes de Eur¨ªdice, en el primer y tercer acto, en lo mejor de la noche. Dos n¨²meros musicales con una estructura similar al rondeau con estribillo y estrofas que le permitieron contraponer los s¨²bitos cambios psicol¨®gicos del protagonista. En Chiamo il mio ben, del primer acto, se benefici¨®, adem¨¢s, de un exquisito acompa?amiento con efecto de eco, y no dud¨® en alterar levemente el contorno mel¨®dico en las repeticiones del estribillo e incluso a?adir una vocalizaci¨®n sobre la palabra sponde. Efectos todos encaminados a intensificar la expresividad y, por tanto, idealmente conectados con la reforma gluckiana.
Pero el reparto no decay¨® ni un ¨¢pice en los dos papeles femeninos de Amore y Eur¨ªdice. En ambos reconocimos a la perfecci¨®n los modelos utilizados por Gluck. Elena Galitskaya fue un petulante e ideal cupido, aunque fuese vestido igual que Orfeo. La soprano franco-rusa encontr¨® en su aria del primer acto, Gli sguardi trattieni, toda la gracia y vivacidad del estilo buffo de La serva padrona de Pergolesi que aqu¨ª se evoca. Por su parte, la soprano italiana Francesca Aspromonte elev¨® la tensi¨®n dram¨¢tica del tercer acto con el d¨²o Vieni, appaga il tuo consorte, aunque su handeliana aria Che fiero momento fue otro de los destellos de la noche. Vehemente y apasionada en sus extremos e idealmente eleg¨ªaca en su diferenciada secci¨®n central.
Result¨® sorprendente que los aplausos se limitasen al final de cada acto, a pesar del conato que pareci¨® asomar al final de Che far¨° senza Euridice? Era otra de las pretensiones de Carsen para esta producci¨®n tan austera, minimalista y unitaria, pero que mantiene todo su efecto, a juzgar por las ovaciones que cosech¨® al final. De hecho, hasta los saludos de los protagonistas con el coro incluyeron elementos coreografiados con su propio juego de iluminaci¨®n.
Orfeo y Eur¨ªdice
Música de Christoph Willibald Gluck. Libreto de Ranieri di Calzabigi. Carlo Vistoli, contratenor (Orfeo), Francesca Aspromonte, soprano (Euridice), Elena Galitskaya, soprano (Amore). Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Dirección musical: Gianluca Capuano. Dirección de escena: Robert Carsen. Palau de les Arts, 3 de marzo. Hasta el 9 de marzo.
Babelia
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