?Todav¨ªa escuchas la radio? El placer liberador de dejarse llevar por el azar en tiempos de cultura a la carta
Javier Montes reivindica en un ensayo un medio que fue indispensable para Jean Cocteau, Walter Benjamin y Ana Frank
¡°?Todav¨ªa escuchas la radio?¡±. De tantas veces que sus amigos le hicieron esta pregunta, a Javier Montes (Madrid, 47 a?os) le dio por analizar qu¨¦ le aportaba lo que para algunos es un espectro que se ha quedado en el pasado. Rodeado de estanter¨ªas colmadas de libros en su luminoso piso en el centro de la capital, admite que, como todo escritor, sufre la ansiedad de archivarlo todo. Lleg¨® a la conclusi¨®n de que ese aparato le ha ayudado a zafarse por momentos de ella. ¡°Es como disfruto del sentimiento liberador que supone exponerse al azar de lo que no sab¨ªas ni que exist¨ªa, ni que te interesaba, ni que estabas buscando¡±, dice en una tarde de mediados de marzo. Por eso, la reivindica en La radio puesta, uno de los Nuevos Cuadernos Anagrama con los que la editorial ha recuperado en los ¨²ltimos siete a?os el texto de asalto, breves publicaciones de unas cien p¨¢ginas con las que varios autores analizaban los asuntos de actualidad en los a?os setenta.
Montes pone en valor la emisi¨®n radiof¨®nica ¡°incluso cuando se oye de fondo en vez de escucharse¡±, ya que le ayuda a abandonarse a la sorpresa en tiempos de FOMO (siglas del ingl¨¦s fear of missing out: miedo a perderse algo, en espa?ol), en el que los usuarios consumen podcasts (al igual que series y pel¨ªculas) reproducidos al doble de velocidad para poder acumular m¨¢s en el mismo tiempo. En su escrito, la radio es una puerta que se abre a lo inesperado ante la llegada masiva del contenido grabado y a la carta. Pero, asegura, no intenta con ¨¦l enfrentar ambos medios sonoros. ¡°No son enemigos, aunque s¨ª alimentan dos formas distintas de estar en el mundo. La eficiencia y el almacenamiento frente a la imprevisilidad e irrecuperabilidad¡±, apunta. ¡°Yo prefiero la radio porque no est¨¢ editada. El podcast suele eliminar la pausa y la duda. Alimenta una ¨¦tica del m¨¢ximo aprovechamiento del tiempo que es muy anglosajona, muy protestante, y que a m¨ª a veces me causa rechazo¡±, contin¨²a. ¡°Me gusta el tiempo perdido, que los locutores se equivoquen y regresen sobre sus pasos¡±.
El madrile?o despierta cada ma?ana con los boletines informativos, lo que supone para ¨¦l ¡°un caf¨¦ sonoro¡± y una ¡°ventana al mundo que combina lo ¨ªntimo y lo universal¡±. En su d¨ªa, fue un s¨ªmbolo de su emancipaci¨®n y su salto a la vida adulta; ¡°ese momento en el que comienzas a tener el control de los dispositivos electr¨®nicos¡±, dice. Un transistor se convirti¨® en uno de los elementos m¨¢s importantes de la que fue, hace 25 a?os, su primera casa, cuando dej¨® la de sus padres. Fue en Santiago de Compostela, un lugar en el que llueve tanto que se pasaba d¨ªas enteros sin salir. Adem¨¢s, ese encuentro coincidi¨® con el momento en el que comenz¨® a escribir. Para Montes, era ¡°el ecualizador del tiempo de ocio, las pausas entre las largas sesiones ante la p¨¢gina en blanco. Estructuraba la existencia solitaria, neur¨®tica y un poco mon¨®tona de quien vive de escribir¡±.
Con la radio, Montes disfruta de la simultaneidad de lo que est¨¢ ocurriendo en vez de lo que ya ha ocurrido, porque ofrece otro tipo de compa?¨ªa, explica: ¡°En el entorno digital se juega con el concepto de soledad y compa?¨ªa, en redes sociales, aplicaciones de ligue, servicios de mensajer¨ªa¡ pero es una b¨²squeda compulsiva de compa?¨ªa, que intensifica la sensaci¨®n de soledad y lleva incluso a la ansiedad y la depresi¨®n. La radio es como engancharse a un fluido que no puedes parar en el tiempo, como el curso un r¨ªo¡±.
Poderosas im¨¢genes
En La radio puesta, recuerda que fue el elemento que supuso el ¨²nico contacto que Ana Frank tuvo con el exterior mientras permanec¨ªa oculta con su familia. Y fue el medio que el fil¨®sofo Walter Benjamin vislumbr¨® como patria com¨²n imaginaria, hecha de multitud de voces y silencios. Tambi¨¦n ha sido inspiraci¨®n propia y ajena. En la revisi¨®n cinematogr¨¢fica que Jean Coucteau hizo del mito de Orfeo, a finales de los cuarenta, la radio aparec¨ªa como hilo de conexi¨®n entre el protagonista y las musas. Los relatos emanados de sus ondas tambi¨¦n han resultado seminales para algunas de las novelas de Montes. Concibi¨® algunas de las ideas de Segunda parte (Pretextos) cuando una noche escuch¨® el testimonio de una oyente que ten¨ªa en su casa de Barcelona un museo con memorabilia de la actriz Vivien Leigh que hab¨ªa estado coleccionando toda su vida.
Las p¨¢ginas de su libro le sirven para defender la paradoja de que el oyente (o escuchante), al igual que el lector, disfruta de im¨¢genes m¨¢s poderosas que las de un espectador ante una pantalla, ¡°porque las construye desde su imaginaci¨®n y no solo desde la mirada¡±, argumenta.
Uno de esos locutores de los que disfruta cuando divaga es Rodolfo Poveda, en Tr¨®pico Ut¨®pico (Radio 3), especializado en un g¨¦nero musical muy concreto. ¡°M¨¢s que dictar una lecci¨®n magistral con perfectos efectos sonoros, Poveda va conversando, retoma ideas, tararea una canci¨®n¡¡±, celebra el escritor. El cambio paulatino que ha dado la emisora de RNE dedicada a la cultura independiente, en la que muchos de ¡°esos algoritmos humanos¡± que eran sus profesionales han sido sustituidos por opciones m¨¢s convencionales, hace que el escritor eche de menos en Espa?a ¡°una cultura de la radio p¨²blica como la de Reino Unido¡±.
¨D?Si hiciera un podcast, c¨®mo ser¨ªa?
¡ªYo preferir¨ªa hacer un programa de radio; saber que cuando hablas alguien ya te est¨¢ escuchando.
¡ª?Pues qu¨¦ programa de radio har¨ªa?
¡ªMe gustar¨ªa uno nocturno, lo que llaman el turno del cementerio, uno de esos que tratan un poco de todo y de nada, con llamadas de oyentes a los que dejar¨ªa hablar durante horas, porque no sabr¨ªas cu¨¢ndo va a llamar el siguiente. Y con m¨²sica que me gustara. Entrevistar¨ªa a quien se prestara a hacerlo en directo en la madrugada.
Babelia
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