¡®La luz que no puedes ver¡¯: ternura, nazis malvados y la magia de la radio
La miniserie ambientada en la Francia ocupada es paradigm¨¢tica de lo que abunda en Netflix: buena factura y personajes poco profundos. Pero relata bien la compa?¨ªa que encontr¨® en las ondas aquella generaci¨®n
Es habitual que las adaptaciones de libros de ¨¦xito a una serie corta o pel¨ªcula decepcionen a sus lectores: es imposible recoger en unas pocas horas toda la complejidad de una historia narrada en cientos de p¨¢ginas. El caso de La luz que no puedes ver, basada en la novela de Anthony Doerr ambientada en la Segunda Guerra Mundial que gan¨® el Pulitzer de ficci¨®n en 2015, es paradigm¨¢tico del estilo que abunda en Netflix. La miniserie, de cuatro cap¨ªtulos, tiene buena factura pero poco fondo. Es impecable en la producci¨®n, la est¨¦tica, los escenarios. Pero a los personajes les falta profundidad.
Ese es gran pero a la serie creada por Steven Knight (Peaky Blinders), que, pese a todo, se deja ver. Frente al recorrido de muchos a?os de la novela, esta producci¨®n empieza en el tramo final, en la fotog¨¦nica ciudad de Saint-Malo, Breta?a, en el norte de la Francia ocupada por los nazis, en espera del desembarco de Normand¨ªa. Y nos va narrando el pasado mediante flashbacks. Eso no funciona mal del todo. Lo que sobra es manique¨ªsmo. Los nazis son crueles y malvados todo el rato, hasta cuando est¨¢n en su tiempo libre o con sus familias, excepto uno que es bueno, un chico hu¨¦rfano reclutado a la fuerza por sus habilidades t¨¦cnicas (Louis Hofmann).
La buena y gran protagonista es una chica francesa ciega (bien interpretada por Aria Mia Loberti y Nell Sutton, ambas invidentes, en distintas edades), tan heroica como su padre y su t¨ªo. Hay ternura, s¨ª, en torno al personaje de la ni?a y luego joven Marie-Laure LeBlanc, aunque a ratos se abusa del sentimentalismo. Que todos los di¨¢logos sean en ingl¨¦s (y no en franc¨¦s o alem¨¢n seg¨²n qui¨¦n y cu¨¢ndo) resta verosimilitud a la historia. As¨ª era m¨¢s f¨¢cil que el vozarr¨®n del muy brit¨¢nico Hugh Laurie pasara por franc¨¦s.
La historia de Marie-Laure subraya su capacidad de superaci¨®n desde su disfunci¨®n visual en medio del contexto m¨¢s horrible posible: es inteligente, sabe buscar soluciones a todo. El argumento tiene algo m¨¢s emocionante, a¨²n hoy pero sobre todo para aquella generaci¨®n: el poder de la radio. Lo que une a la chica invidente y al nazi bueno a lo largo de toda la historia es su pasi¨®n por las emisiones de onda corta. Ambos escuchaban las de un misterioso profesor franc¨¦s; ella se pondr¨¢ despu¨¦s al micr¨®fono.
Un poco de contexto: en aquel tiempo la radio no solo era el medio de comunicaci¨®n de masas por excelencia. Es que, adem¨¢s, no respetaba fronteras, porque las emisiones de onda corta eran seguidas a miles de kil¨®metros de distancia. Los espa?oles que vivieron la Guerra Civil sintieron ante ese acceso a distintas voces del mundo lo mismo que estos personajes enfrascados en la Segunda Guerra Mundial. A¨²n m¨¢s: los radioaficionados pod¨ªan emitir sus propios contenidos, lo que hoy ser¨ªa subir un podcast.
As¨ª que, en medio del horror de la guerra, dos protagonistas que no se conocen y permanecen distantes encontrar¨¢n consuelo en la misma voz c¨¢lida que les habla en la intimidad: esa magia la mantiene a¨²n la radio. Y en la guerra era tambi¨¦n un arma: serv¨ªa para enviar mensajes en clave de la resistencia o el espionaje aliado, y los nazis persegu¨ªan con toda su dureza a quien emitiera por su cuenta. Luego la radio se convirti¨® en algo m¨¢s cercano y local, con el tr¨¢nsito a la onda media primero y a la frecuencia modulada despu¨¦s. Pero igual que entonces hace compa?¨ªa como ning¨²n otro medio puede aspirar a hacer. Las nuevas generaciones, atormentadas o no, buscan esa misma conexi¨®n en youtubers, podcasters, instagramers, tiktokers o twitchers. Seguimos necesitando que alguien nos hable.
Hay otra trama en paralelo, la b¨²squeda de un valioso diamante sacado en un museo, que resulta menos convincente. Se pueden advertir todos los defectos de La luz que no puedes ver y aun as¨ª pasar un buen rato con ella. Es una historia bonita, qu¨¦ demonios, que se pod¨ªa haber contado mejor.
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