El Prado se vuelca con el realismo social en una de sus grandes exposiciones de 2024
El museo inaugura ¡®Arte y transformaciones sociales en Espa?a: 1885-1910¡ä, con 300 obras entre las que hay seis ¡®picassos¡¯
Hasta 2021, en la colecci¨®n permanente del Prado solo hab¨ªa un cuadro que respondiera al realismo social de finales del XIX: ?A¨²n dicen que el pescado es caro! (1894). La famosa tela de Joaqu¨ªn Sorolla denunciaba las penosas condiciones laborales de los trabajadores del mar de su Valencia natal, que ya hab¨ªa retratado su paisano Vicente Blasco Ib¨¢?ez en la novela Flor de mayo. A partir de esa fecha, el deslumbrante cuadro de Sorolla no volvi¨® a estar solo. La reordenaci¨®n en el edificio Villanueva incluy¨® 275 obras desplegadas por 15 salas y elegidas de entre las casi 3.000 que posee el museo. Media docena de ellas eran de tema social. Ya antes, en 2007, una notable selecci¨®n de pinturas form¨® parte de la muestra El siglo XIX en el Prado, con la que se inauguraron las salas de exposiciones temporales de la ampliaci¨®n de Moneo. Son las mismas cuatro salas que ahora acogen Arte y transformaciones sociales en Espa?a: 1885-1910, un gigantesco homenaje al arte social espa?ol en el que se muestran 300 obras de las que solo el 10% son propiedad del museo. El resto han sido prestadas por numerosas instituciones privadas y p¨²blicas. A destacar, los seis picassos que raramente salen de su lugar de origen: cuatro pinturas del Museo Picasso de Barcelona, un dibujo de la colecci¨®n Rusi?ol y un aguafuerte del Museo Thyssen. Patrocinada por la Fundaci¨®n del Banco de Bilbao, la exposici¨®n se podr¨¢ visitar desde ma?ana martes hasta el 22 de septiembre.
Hace 15 a?os que Javier Bar¨®n, Jefe de Conservaci¨®n del ?rea de Pintura del Siglo XIX, trabajaba en esta exposici¨®n. Pero otros proyectos y la hecatombe de la pandemia rompieron todos los planes. En el tiempo, se trataba de narrar los cambios sociales puestos en marcha entre 1885, a?o del pacto entre C¨¢novas y Sagasta, y fecha de comienzo del Gobierno liberal largo, y 1910, a?o del mandato tambi¨¦n liberal de Jos¨¦ Canalejas. Es apenas un cuarto de siglo en el que la Espa?a peninsular, insular y de ultramar, vive transformaciones radicales ligadas a la p¨¦rdida de las colonias y a la implantaci¨®n de la industria.
Para contar lo ocurrido durante ese per¨ªodo, Bar¨®n y su equipo han transformado las cuatro salas de exposiciones temporales de la ampliaci¨®n de Moneo en lo que podr¨ªa ser un gigantesco multicine por cuyas pantallas vemos desfilar im¨¢genes ligadas a la forma de vida de los espa?oles en ese final del XIX y comienzos del XX. Para ello se ha recurrido a pinturas monumentales (un formato que antes era exclusivo de la pintura hist¨®rica) y tambi¨¦n tama?o mediano junto a nuevas expresiones art¨ªsticas de aquellos a?os como la obra gr¨¢fica y la fotograf¨ªa, la expresi¨®n art¨ªstica casi reci¨¦n nacida (1816) que, con el tiempo, acabar¨ªa con la pintura realista de corte documental.
La exposici¨®n no guarda un orden cronol¨®gico estricto. Los temas (el trabajo, la religi¨®n, la enfermedad, las vacunas, los accidentes laborales, la prostituci¨®n, la emigraci¨®n, las huelgas) se van sucediendo en el amplio espacio, de manera que algunos autores vuelven a aparecer una y otra vez en funci¨®n del asunto del que se trate. Es el caso de Joaqu¨ªn Sorolla, Guti¨¦rrez Solana, Santiago Rusi?ol, Ram¨®n Casas, Ignacio Zuloaga, Isidre Nonell, Joaquim Mir, Hermen Anglada-Camarasa, Joaquim Sunyer o Pablo Picasso.
A esas alturas de la historia, abundan los nombre de mujeres artistas, pero, advierte el comisario, en raras excepciones trabajan con el realismo social. Est¨¢n de manera excepcional, como es el caso de Mar¨ªa Luisa Puiggener con su obra Madre e hija (1901), un retrato de la desesperaci¨®n frente a la enfermedad y a la pobreza y Elvira Santiso con La clase de pintura (1906). El director del museo, Miguel Falomir, recuerda que las mujeres artistas demostraron en la exposici¨®n Invitadas que su ¨¢mbito creativo eran los paisajes de interior y el retrato.
La salud, en manos civiles
Uno de los cuadros estrella de la exposici¨®n por su contundente presencia y contenido es Una sala de hospital durante la visita del m¨¦dico en jefe, pintado por Luis Jim¨¦nez Aranda en 1889. Con 290 cent¨ªmetros de alto y 445 ancho es el ejemplo cumbre de c¨®mo la pintura social desplaz¨® a la hist¨®rica. El ¨®leo, premiado en Par¨ªs y Madrid, da cuenta del recorrido que el m¨¦dico titular hace reconociendo a cada uno de los enfermos. Junto a ¨¦l, los nuevos doctores toman notas y certifican que la salud pasa a depender de los expertos civiles en nuevos hospitales. Se intentaba acabar entonces con la exclusividad del poder religioso en la Sanidad.
Enfermedades como la tuberculosis o las terribles epidemias para las que no hab¨ªa vacunas fueron abordadas por varios artistas en repetidas ocasiones, como es el caso de Sorolla, quien hab¨ªa perdido a su hija mayor, Mar¨ªa, por culpa de la tuberculosis. Pablo Picasso se ocup¨® del problema en varias obras. Aqu¨ª se exhibe Ciencia y caridad (1897) en el que el padre del artista aparece como el m¨¦dico de la dram¨¢tica escena. Picasso solo sumaba 15 a?os cuando pint¨® la tela. Al igual que en cada uno de los grandes temas del recorrido, las pinturas van acompa?adas de gabinetes de artes gr¨¢ficas y fotograf¨ªa (dise?ados por Desir¨¦e Gonz¨¢lez) desde los que parecen medirse el realismo pintado o retratado. Son muchas las instituciones que colaboran con sus fondos, aunque puede que la m¨¢s llamativa por su riqueza sea el Museo del Pueblo de Asturias, cuya fototeca supera los dos millones de im¨¢genes.
Explotaci¨®n infantil
La tremenda dureza de la vida en el campo est¨¢ maravillosamente representada por los animales muertos de Dar¨ªo de Regoyos, o los peligros de la pesca que denunciaba Sorolla. A finales del XIX la industria vivi¨® un enorme crecimiento. Para producir m¨¢s y a menos coste para los empresarios, la mano de obra se ampli¨® con las mujeres y los ni?os sin ninguna clase de control. Santiago Rusi?ol denuncia el abuso y explotaci¨®n de los ni?os en varias obras. Pero puede que una de las m¨¢s importantes sea La ni?a obrera (1882), de Joan Planella. Frente a un telar, el pintor retrata a una peque?a que no parece tener m¨¢s de ocho a?os. Sus peque?as manos apenas pueden manejar con soltura las agujas y urdimbres. Al fondo de la composici¨®n de ve una amenazante figura adulta y masculina.
La exposici¨®n avanza hacia otro de los asuntos favoritos de escritores y pintores del XIX: la prostituci¨®n. Entonces como ahora, sigue siendo una pr¨¢ctica tolerada. El debate de su erradicaci¨®n ya estaba presente entonces con el mismo cinismo con el que se alardea en la actualidad. Gonzalo Bilbao, Zuloaga y Romero de Torres, reproducen el tipismo de las prostitutas. Desde Par¨ªs, Anglada Camarasa y Picasso retratan a estas mujeres en los interiores de caf¨¦s y cabar¨¦s.
Espa?oles emigrantes
Casi al final del recorrido surge otro de los dramas preferidos por los artistas: la emigraci¨®n. En la cartela de sala se lee que a partir de 1886 la emigraci¨®n peninsular a Cuba experiment¨® un fuerte impulso que se consolid¨®, durante la ¨²ltima d¨¦cada del siglo, unida a la que tuvo como destino el R¨ªo de la Plata. En este periodo, 400.000 espa?oles, en buena medida del norte peninsular, hicieron el viaje a Am¨¦rica en busca de trabajo. Emigrantes (1908), de Ventura ?lvarez Sala o Buscando patria (Emigrantes a bordo) (1892) de Rafael Romero de Torres, son un par de buenos ejemplos sobre c¨®mo fueron retratadas la soledad y la incertidumbre de quienes tienen que dejar su casa y su pa¨ªs.
Acaba el circuito con toda una sala dedicada a las proyecciones cinematogr¨¢ficas. El poder documental del cine era imbatible frente a cualquier otra manifestaci¨®n. Se podr¨¢n ver en proyecci¨®n ininterrumpida hasta 300 t¨ªtulos en las que se muestran procedimientos t¨¦cnicos o cient¨ªficos. Una de sus vertientes m¨¢s popular fue la reconstrucci¨®n de cr¨ªmenes y sucesos como el asesinato de Canalejas. Seg¨²n se cuenta en la sala, en Espa?a se mostraron las mismas pel¨ªculas producidas en Francia y otros pa¨ªses pr¨®ximos. Una de las m¨¢s populares ser¨¢, sin duda, la Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza, realizada por Eduardo Jimeno en 1897 y considerada una de las primeras cintas del cine espa?ol.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.