Lo que ¡®El planeta de los simios¡¯ nos ense?a sobre el auge de la ultraderecha en Europa

Pierre Boulle, el novelista, resistente y aventurero franc¨¦s autor de El planeta de los simios (y de El puente sobre el r¨ªo Kwai, basado en su propia experiencia en un campo de concentraci¨®n japon¨¦s), no estaba pensando en el futuro, sino en el presente cuando escribi¨® esa f¨¢bula que transcurre en un mundo en el que los simios ¡ªgorilas, chimpac¨¦s y orangutanes¡ª han tomado el poder y los seres humanos son tratados como ganado. Publicada en 1963, la primera versi¨®n cinematogr¨¢fica, protagonizada por Charlton Heston, se estren¨® en 1968 y se convirti¨® en un ¨¦xito inmediato. Fue seguida por otras cuatro pel¨ªculas. Tras unos a?os de descanso, en el siglo XXI volvi¨® una nueva hornada de filmes, el ¨²ltimo de los cuales, El reino del planeta de los simios, todav¨ªa puede verse en los cines.

Observadas desde el mundo convulso, peligroso e intolerante del siglo XXI, las nueve versiones de la novela de Boulle (sin contar la de Tim Burton de 2001) plantean temas muy inquietantes, no solo la idea de que la humanidad puede encaminarse hacia un desastre total ¡ªque fue lo que impuls¨® al escritor franc¨¦s, superviviente de la Segunda Guerra Mundial¡ª; sino cuestiones m¨¢s cercanas. Por ejemplo, dan una y otra vez vueltas sobre el mismo dilema: entre los simios y entre los humanos est¨¢n los que piensan que diferentes especies pueden y deben aprender a vivir juntas, dado que la naturaleza les obliga a compartir el mismo espacio, y otros que solo creen en la intolerancia y la exclusi¨®n. Lanzan mensajes sobre el otro no muy diferentes de los que han difundido los partidos ultraderechistas en las elecciones europeas.

Aquellos simios intolerantes ¡ªun papel que en la saga les toca a los gorilas, pese a ser unos animales bastante pac¨ªficos en la naturaleza, siempre que nadie vaya a provocarles¡ª est¨¢n convencidos de que el mundo solo existe en t¨¦rminos de ellos o nosotros. Lo que demuestra cada cap¨ªtulo de la saga es que cualquier cosa que no sea apostar por la convivencia solo puede conducir al desastre porque vivimos en un mundo en el que el otro est¨¢ all¨ª.

M¨¢s all¨¢ del racismo, las pel¨ªculas tambi¨¦n hablan de intolerancia religiosa, de simios que se niegan a admitir los avances cient¨ªficos y que hacen todo lo posible por esconder la verdad, que conocen, pero que creen que los dem¨¢s no est¨¢n preparados para saber. Plantean la idea de si una sociedad puede sobrevivir bas¨¢ndose solamente en la violencia y la represi¨®n. Tambi¨¦n hablan de una pandemia provocada por la humanidad y de la forma en que hay que tratar a las otras especies con las que compartimos el planeta. Cuando se estren¨®, en 1968, el conocimiento de la inteligencia animal era muy diferente a la actual y ya entonces choca ver el espejo que ofrec¨ªa la primera pel¨ªcula: humanos ¡ªque no hablan¡ª cazados por deporte y diversi¨®n, utilizados para experimentos cient¨ªficos, encerrados¡­

La saga puede verse entera en Disney Plus, menos la ¨²ltima entrega, El reino del planeta de los simios. Como ocurre con la serie de Star Wars, la cronolog¨ªa es bastante confusa y enrevesada. B¨¢sicamente, las primeras cinco pel¨ªculas, que arrancan con el filme de Franklin J. Schaffner, transcurren despu¨¦s de las producciones m¨¢s recientes. Estas ¨²ltimas, apoyadas en un despliegue de efectos especiales impresionante (los simios cabreados dan mucho miedo), describen c¨®mo hemos llegado hasta all¨ª, esto es, c¨®mo nos hemos cargado el planeta. La serie empieza, por lo tanto, por el final (aunque en el cuarto y el quinto episodios son anteriores al primero: s¨ª, es un tremendo l¨ªo).

Desde su estreno, se multiplicaron las interpretaciones pol¨ªticas, que se han mantenido hasta ahora. Eric Greene escribi¨® en 1999 un ensayo titulado El planeta de los simios como un mito americano: raza, pol¨ªtica y cultura popular, en el que sosten¨ªa que, por ejemplo, la cuarta entrega hablaba de las revueltas de Watts, un barrio de Los ?ngeles en el que estallaron protestas en los a?os sesenta, y ¡°ofrec¨ªa una lectura de estos acontecimientos como una reacci¨®n violenta necesaria contra la opresi¨®n¡±.

La pregunta ?puede un planeta ser medio humano medio simio?, que plantea Greene, ten¨ªa un sentido en los a?os sesenta y setenta, en medio del movimiento de los derechos civiles en EE UU ¡ªel actor Sammy Davis Jr. dijo que era ¡°el mejor filme sobre la segregaci¨®n¡± que hab¨ªa visto¡ª, y tiene otra interpretaci¨®n ahora, cuando un grupo de partidos y dirigentes pol¨ªticos apuestan abiertamente por la intolerancia y el racismo. Al final de ese discurso solo est¨¢ la destrucci¨®n mutua asegurada y la Estatua de la Libertad enterrada en la arena.