Juan Luis Guerra: si Dios baila y le sube la bilirrubina, le rezamos
La estrella dominicana de la m¨²sica latina ofrece un concierto sobresaliente y lleno de ritmo en un WiZink a rebosar en Madrid
Dice Juan Luis Guerra que todas sus ¡°melod¨ªas y semicorcheas provienen de Dios¡±. Est¨¢ bien saberlo: Dios baila. En un mundo desquiciado por las religiones que nos llevan a guerras y, en el caso que m¨¢s nos toca en Europa, construido por un Dios del Antiguo Testamento siempre punitivo, necesitamos soltar las riendas. Para los que no creemos en ning¨²n ser divino, es todav¨ªa mejor: basta ya de violencia justificada en nombre de algo desconocido. Que suene la m¨²sica y que dejen de tronar los sermones, los salmos y, m¨¢s a¨²n, las bombas.
La noche del martes, Juan Luis Guerra, un creyente practicante de tomo y lomo, salt¨® puntual al escenario de un WiZink lleno y Espa?a acababa de meter el segundo gol a Francia en las semifinales de la Eurocopa y aquello anticip¨® un jolgorio de los grandes. Todo el pabell¨®n estaba ya arriba. Rosal¨ªa, esa canci¨®n que puso en el mapa del baile un nombre tan mol¨®n antes de la estrella global de Malamente, abri¨® un concierto con ¨ªmpetu latino, fuera de cors¨¦s y moldes b¨¢sicos. La fiesta de la bachata, el merengue y la salsa estaba garantizada. Guerra es un maestro de abrir las puertas de los g¨¦neros m¨¢s bailables del caribe dominicano al resto del mundo. Su predicamento es un prop¨®sito pop: o la mayor¨ªa lo comparte o no merece la pena.
M¨¢s que la mayor¨ªa, todos en el WiZink se entregaron al fest¨ªn sonoro que ofrec¨ªa Guerra y su fiel banda 4.40, que, en sus propias palabras este martes, es ¡°una maravillosa orquesta¡±, una locura de percusiones y vientos, toda esa efusividad que le falta a la vida de oficinas, cuadrantes y calendarios. Los protagonistas del escenario anoche hac¨ªan pensar en ello: si faltan tambores, trompetas o coros en muchos pasajes de la vida, quiz¨¢ es que no estamos en el camino correcto. No es necesario que suenen siempre, pero, si nunca lo hacen, entonces, el declive es inevitable.
Juan Luis Guerra abri¨® una v¨ªa gloriosa y nueva en la m¨²sica latina cuando public¨® a finales de los ochenta el disco Ojal¨¢ que llueva caf¨¦ en el campo, del que la noche del martes defendi¨® con honores el tema que da t¨ªtulo al ¨¢lbum que le catapult¨® como la nueva esperanza de la m¨²sica latina y tambi¨¦n Visa para un sue?o. Ambas son pura nostalgia al ritmo de una orquesta que recordaba que es mejor bailar dolido que hundirse.
Por las pantallas aparec¨ªan alucinaciones caribe?as: tambores, palmeras, tortugas, playas¡ y todo el gent¨ªo se fusionaba con una celebraci¨®n de folclore latino dif¨ªcil de encontrar incluso en estos tiempos de dominaci¨®n del reguet¨®n. Por el sendero que antes recorrieron Willie Col¨®n, Rub¨¦n Blades o H¨¦ctor Lavoe, Guerra, a sus 67 a?os, es una continuaci¨®n de reivindicaci¨®n latina fuera de lo industrial, tal y como nos la venden en esta ¨¦poca. En 1990, public¨® Bachata rosa, un disco que coloc¨® m¨¢s de 10 millones de copias por todo el mundo, y ofreci¨® una obra maestra de llevar ese folclore del caribe al pop. Lo llev¨® desde coraz¨®n. Se percib¨ªa en cada canci¨®n lenta o festiva, col¨¢ndose en las verbenas de todos los pueblos de Espa?a y Latinoam¨¦rica. Mientras el grunge, el brit-pop o el indie apelaban a la identidad contra la mayor¨ªa, esta m¨²sica, en el fondo marginal, buscaba conectar con el nervio simple y humano que todos llevamos dentro, con los huesos y el esp¨ªritu sin restricciones, como lo consegu¨ªa fascinantemente en las barriadas pobres y rurales de Santo Domingo donde ten¨ªan menos que nada.
Bueno, no, ten¨ªan la bachata y empezaron a tener a Juan Luis Guerra, convertido en estrella mundial tras Bachata rosa, que este martes demostr¨® su valor, sin aspavientos y con oficio, cuando se marc¨® un medley en el que sonaron intensas baladas como Estrellitas y duendes, La hormiguita, Mi bendici¨®n o Burbujas de amor. Tanto fue as¨ª que cant¨® los versos de ¡°mojado en ti¡± de Burbujas de amor, son¨® una trompeta l¨ªquida como una noche derretida en chocolate y poco m¨¢s hab¨ªa que explicar a los presentes. El reguet¨®n quiz¨¢ debi¨® tomar m¨¢s nota ante este genio de los ritmos latinos para entender que el romanticismo a coraz¨®n abierto es siempre mejor que lo chabacano.
Ataviado con su particular gorra, un regalo de su sobrino Babeto, Guerra, siempre agradeciendo a Dios, sigui¨® sacando su mejor repertorio como El Ni¨¢gara en bicicleta, denuncia de la desigualdad y pobreza latina en clave de humor, o Como abeja al panal. El p¨²blico bailaba, vitoreaba, se desga?itaba en una noche febril donde una selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol ganaba a Francia en pleno concierto y liderada por dos jugadores negros y j¨®venes que bien podr¨ªan ser integrantes de la banda 4.40, un espect¨¢culo de ritmo y desparpajo que no se atiene a mentes obtusas.
La traca final fue el latigazo deseado, como ese calambrazo que te lanza a la pista en la ¨²ltima ronda o que anima a acompa?ar a la persona querida. En definitiva, como ese momento que te dejas llevar y menos mal porque la vida ya est¨¢ llena de obst¨¢culos, normas y cenizos. A pedir su mano, Bachata rosa y La bilirrubina fueron como atacar con el mundo a favor, sin importar el resultado.
Dec¨ªa Juan Luis Guerra: ¡°Todo lo que hago con mi m¨²sica son destellos de bondad de Dios¡±. As¨ª que, si Dios le da al merengue, la bachata o la salsa, le rezamos o pedimos, sin m¨¢s. Si Dios, en cambio, nos recuerda solo el pecado y expulsa a los otros, entonces, que aguarde en el ¨²ltimo rinc¨®n de la galaxia. Anoche, con Juan Luis Guerra vociferando eso de ¡°me sube la bilirrubina¡±, entre vientos, percusiones y coros angelicales y todo Cristo bailando, se produjo algo divino: la humanidad celebrando la vida, repudiando la muerte. O como afirmaba Eddie Palmieri: ¡°?yelo porque te conviene¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.