Memoria de ?ngeles de Castro, el equilibrio a?orado de Miguel Delibes
Una exposici¨®n en Valladolid recuerda el importante papel de la esposa del novelista tanto en su vida como en su obra literaria
La mujer de rojo sobre fondo gris escruta desde el fondo de la sala. La se?ora luce un vestido rojo como sus labios, largo, sin mangas, con un guante enfundado en el brazo derecho y el otro asido en la mano izquierda; en la diestra sostiene un bolsito negro. La dama, morena, luce un collar de perlas a juego con los pendientes. Sonr¨ªe. El retrato de ?ngeles de Castro (1922-1974) ha cambiado la pared de la casa de los Delibes de Castro por una sala de Valladolid junto a ese Campo Grande donde su esposo, el novelista Miguel Delibes (1920-2010), paseaba, pensaba y se inspiraba. Una estatua del vallisoletano corona el acceso al parque y, hasta el 19 de enero de 2025, la Oficina de turismo alberga la exposici¨®n ?ngeles, el equilibrio de Miguel Delibes. La muestra refleja su papel esencial como fuente de luz para la vida personal y literaria del escritor, tantas veces enmara?adas.
Unos pavos reales, fugados del Campo Grande, merodean sobre las hojas marrones y la niebla gris del oto?o de Valladolid. Junto a la verja, bajando unas escaleras, una sucesi¨®n de fotograf¨ªas, objetos personales, cronolog¨ªas, libros y evidencias de la importancia de ?ngeles de Castro en la prolija obra literaria del escritor, que tambi¨¦n ejerci¨® como periodista y director de El Norte de Castilla. El conjunto, organizado por la Fundaci¨®n Miguel Delibes, se llama as¨ª por el reconocimiento constante de Delibes hacia su ?ngeles, o Angelines en funci¨®n de cu¨¢n cari?oso se despertara, cuyo respeto acredit¨® al dedicarle su Diario de un emigrante de esta forma: ¡°A ?ngeles de Castro de Delibes, el equilibrio; mi equilibrio¡±. Siempre valor¨® tambi¨¦n su aportaci¨®n a su trabajo: ¡°Es la primera que enjuicia mis novelas¡±.
Delibes, tambi¨¦n caricaturista en a?os mozos, firmaba sus dibujos como MAX en alusi¨®n a Miguel, a ?ngeles¡ y a la X del ignoto futuro. La exposici¨®n recorre todos los a?os que compartieron desde el comienzo de su noviazgo, el 6 de septiembre de 1939 en su Campo Grande, hasta aquellos ¨²ltimos meses tortuosos de 1974, cuando ella falleci¨® demasiado joven, con 52 a?os, v¨ªctima de un tumor cerebral diagnosticado poco antes. En 1973, a su marido lo eligieron para la Real Academia Espa?ola (RAE), donde ingres¨® en 1975 con un discurso rompedor por su car¨¢cter ecologista y en defensa del campo, donde arraig¨® su pluma y su existencia. El diario Abc titul¨® el acto Delibes, el acad¨¦mico m¨¢s triste que tom¨® posesi¨®n en la RAE, hundido por la muerte de su gran apoyo, flaco y desmejorado, como acredit¨® la cr¨®nica de la velada. Se?ora de rojo sobre fondo gris, el libro, se public¨® en 1991 como legado de Delibes a su ¡°equilibrio¡±, sobre un cuadro pintado en 1962 por Eduardo Garc¨ªa Benito. En esas p¨¢ginas glos¨® la pena de un hombre que pierde a su esposa y sustento emocional.
La cuarta hija del matrimonio, Elisa Delibes de Castro, recuerda a su madre como ¡°entra?able¡± e incide en las diferencias de car¨¢cter: ¡°Ella disfrutaba de la vida y ¨¦l la sufr¨ªa¡±. Esa mentalidad castellana se acusaba en su nulo inter¨¦s por expresar sus intimidades, pues destruy¨® las cartas que se enviaron durante su noviazgo ¡°porque le horrorizaban¡±. Elisa recuerda el buen humor y simpat¨ªa de su madre, ¡°siempre capaz de encontrar lo mejor de la gente¡± y evoca aquellas tardes de compras, con media ciudad salud¨¢ndola. Ojal¨¢, a?ade, haberla disfrutado m¨¢s tiempo. Se?ora de rojo sobre fondo gris lleg¨® con su padre ya ¡°sereno, aunque feliz y optimista, nunca lo fue¡±, escribiendo el libro con mimo ¡°para que no fuese edulcorado y sentimentaloide¡±. ¡°Lo logr¨®¡±, remacha su hija.
El adi¨®s de ?ngeles sumi¨® al novelista en una pesadumbre mayor que la que arrastraba por naturaleza, como contaron Carmen Mart¨ªn Gaite, Carmen Laforet, Juli¨¢n Mar¨ªas o Manu Leguineche cuando se cartearon con ¨¦l para expresarle sus condolencias. Las fotos de la exposici¨®n muestran a una feliz ?ngeles y a un m¨¢s serio o formal Miguel, alguna vez sonriente pero siempre junto a ella. Lo mismo en Sedano (Burgos), donde cazaba o redactaba, que en estancias internacionales.
?l siempre la alab¨®, tanto por su belleza juvenil de atracci¨®n para ¡°moscones¡± como por su empe?o por compartir espacio y aficiones. Todo lo reflej¨® en sus escritos o entrevistas, como cuando la anim¨® a pescar en el r¨ªo Rudr¨®n (Burgos) y, cuando regres¨® de sus faenas, la encontr¨® haciendo punto: se hab¨ªa aburrido, no sin antes sacar una enorme trucha. Tambi¨¦n le regal¨® una bicicleta, la Velox que tanto honor hac¨ªa a su nombre, como recuerdo de aquellas etapas entre Molledo (Cantabria) y Sedano, cuyos m¨¢s de 100 kil¨®metros cubr¨ªa Miguel para ver a su novia en verano. Ella le obsequi¨® con una m¨¢quina de escribir, si bien no siempre la us¨®: gustaba de redactar a mano, con caligraf¨ªa azul, afilada y con tachones, las novelas que lo encumbraron. En sus escritos de enamorados intercambiaban bromas. ¡°No eres mi padre, eres mi novio. ?Tonto!¡±, le respondi¨® ella en la primera p¨¢gina de El robo del elefante blanco, de Mark Twain, que le hab¨ªa regalado ¨¦l en 1945 con una dedicatoria a su ¡°hijita ?ngeles, con el cari?o de un padre¡±. ?ngeles de Castro dej¨® siete hijos, semilla de 18 nietos y 19 bisnietos. Tambi¨¦n a un Delibes que se despidi¨® de ella en Se?ora de rojo sobre fondo gris y en el discurso de ingreso en la RAE, que en 2025 cumple medio siglo: ¡°Con su desaparici¨®n ha muerto la mejor mitad de m¨ª mismo¡±.
Babelia
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