Hugh Jackman afronta en Venecia el oficio m¨¢s bello y aterrador del mundo: la paternidad
El actor encarna en ¡®The Son¡¯, de Florian Zeller, a un hombre que no sabe c¨®mo ayudar a un hijo adolescente deprimido. ¡®The Eternal Daughter¡¯, de Joanna Hogg, y ¡®Saint Omer¡¯, de Alice Diop, ofrecen complejas e inc¨®modas visiones de la maternidad
Primero fue un beb¨¦ que se com¨ªa sus pies. Un d¨ªa, de golpe, ya era un chiquillo capaz de aprender a nadar. Parece ayer. Pero han pasado 17 a?os. Y hoy Nicholas se ha vuelto un adolescente triste, solitario, atrapado. ?C¨®mo creci¨® tan deprisa? ?Y, sobre todo, en qu¨¦ momento perdi¨® su preciosa sonrisa? El mundo no le entiende. Su padre, tampoco. Aunque por lo menos, al fin, decide intentarlo.
Eso s¨ª, el d¨ªa dura 24 horas para todos. Y, por alguna extra?a raz¨®n, buena parte se la lleva el trabajo. En las horas que sobran, Hugh Jackman, protagonista de The Son, tira de una manta siempre demasiado corta: cuidar la relaci¨®n con su mujer, criar a su segundo hijo, reci¨¦n nacido; y, por supuesto, escuchar y ayudar a Nicholas. Una carrera contrarreloj, siempre un paso por detr¨¢s de la vida. Y, aun as¨ª, sucede cada d¨ªa en millones de casas. Porque la nueva pel¨ªcula de Florian Zeller, presentada hoy mi¨¦rcoles en el concurso del festival de Venecia, habla del oficio m¨¢s bello y aterrador del mundo para un hombre: la paternidad. Y, tambi¨¦n, de salud mental y del misterio que se oculta en cada adolescente. Aunque el filme no estuvo a la altura de tama?os temas. Ni de las expectativas.
¡°He perseguido este rol. No vi la obra teatral [hom¨®nima, del propio Zeller], pero s¨ª hab¨ªa le¨ªdo el guion. Y hab¨ªa visto El padre [otro espect¨¢culo que el cineasta convirti¨® luego en filme]. Siempre he sido un admirador de su trabajo. Y tuve la sensaci¨®n de un papel de fuego, que daba miedo y a la vez era bonito. Pens¨¦ que era perfecto para m¨ª en este momento. As¨ª que le escrib¨ª a Florian para decirle que me lo diera si no estaba en contacto con nadie¡±, declar¨® ante la prensa Jackman, padre de dos hijos adoptados en la vida real. Y Zeller agreg¨® el resto de la historia. Dice que se emocion¨® cuando recibi¨® una carta de un divo como el actor australiano y que, poco despu¨¦s, organizaron una videollamada. Bastaron ocho minutos de conversaci¨®n, y el director ya se hab¨ªa convencido.
El int¨¦rprete a?adi¨® que el papel, de alguna forma, incluso ha cambiado su vida. Visiblemente emocionado, Jackman explic¨® que se le qued¨® grabado un momento del filme: cuando un psiquiatra asegura a padre y madre de Nicholas que a veces volcarse a fondo en un hijo puede no ser suficiente. O, dicho con la frase del doctor: ¡°El amor no basta¡±. ¡°Gracias a esta pel¨ªcula he empezado a compartir mi vulnerabilidad con mis hijos. Y veo su alivio. Ser un padre significa tambi¨¦n cometer errores: no hay papel que suponga una mayor lecci¨®n de humildad¡±, confes¨® el actor.
Zeller ven¨ªa de llevarse el a?o pasado seis nominaciones al Oscar con El padre, incluida la de mejor pel¨ªcula y la que finalmente gan¨®, para Anthony Hopkins como mejor actor. El filme ofrec¨ªa, adem¨¢s, uno de los m¨¢s emocionantes retratos de la demencia senil que el cine haya conocido. Con aquella obra, sin embargo, The Son casi solo tiene en com¨²n la presencia de Hopkins. Aunque su ¨²nica secuencia ¡ªinterpreta al padre de Jackman¡ª de alguna forma resume los muchos problemas de la pel¨ªcula: el guion se muestra imperfecto, a veces demasiado evidente, otras directamente poco veros¨ªmil. La emoci¨®n llega m¨¢s por insistencia, por alg¨²n truco, que por una cuidada construcci¨®n art¨ªstica y narrativa.
Y eso que el tema conmueve much¨ªsimas vidas reales: el tiempo perdido, las huellas de los progenitores, las decisiones casi imposibles, los rencores nunca perdonados. No habr¨¢ mucho padre que no se haya sentido inseguro y falible. Y, por desgracia, tambi¨¦n hay cada vez m¨¢s adolescentes que sufren depresi¨®n. Muchos sienten que sus familias y la sociedad les fallan. Lamentablemente, el filme tampoco logra estar a la altura que el asunto merec¨ªa. ¡°Las cuestiones de salud mental son muy dif¨ªciles de explicar. Todos conocemos a personas que tienen todo lo que hace falta para ser felices, pero afrontan un terrible dolor. Quer¨ªa mostrar la frustraci¨®n de no saber exactamente de d¨®nde procede. Y que no son responsables por ello¡±, afirm¨® Zeller ante la prensa.
Otros dos filmes del concurso afrontan temas cercanos, tan eternos como siempre actuales. Se vuelve a hablar de hijos y de quien los cr¨ªa, pero desde la otra perspectiva, la que los trajo al mundo. Saint Omer, de Alice Diop, se atreve a pisar un territorio m¨¢s que inh¨®spito: un infanticidio. Y lo hace, adem¨¢s, de una manera que resultar¨¢ hostil para m¨¢s de un espectador: casi una hora de las dos de metraje transcurre en la sala de un tribunal. La imputada, encuadrada en un plano fijo, contesta a las preguntas de juez y abogados. Sin embargo, sus palabras, sus reflexiones y tambi¨¦n lo que no dice se contagian a una mujer que asiste al proceso. Y, poco a poco, a las butacas.
The Eternal Daughter, de Johanna Ogg, tambi¨¦n se cocina a fuego lento. Lent¨ªsimo, incluso. Pero es justo lo que necesitan, a veces, los platos m¨¢s sabrosos. En un crepuscular hotel, una hija escucha los recuerdos de su madre e intenta convertirlos en una pel¨ªcula. Tilda Swinton encarna a ambas, una primera manera de decir que los l¨ªmites son difusos, que progenitores y herederos a veces se confunden. ?Acaso una madre deja de ser hija? En una atm¨®sfera espectral, la pel¨ªcula reflexiona sobre la memoria, la importancia del relato familiar, los lazos de sangre y el duelo. Porque los seres humanos nacen, crecen, envejecen y, un d¨ªa, mueren. Qu¨¦ r¨¢pido corre esto de la vida. Parece ayer cuando ¨¦ramos beb¨¦s.
Babelia
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