?Qu¨¦ buscan los ricos en Abu Dhabi?
¡®Ciudad total¡¯, de Suketu Mehta, es una monumental investigaci¨®n, cr¨®nica y memoria personal sobre la ciudad de Bombay, pero tambi¨¦n un libro sobre la India menos folcl¨®rica que ayuda a entender otras ciudades como Dub¨¢i
El escritor indio Suketu Mehta lleva media vida observando la vida urbana. Y cont¨¢ndola en libros como La vida secreta de las ciudades o Esta tierra es nuestra tierra (ambos en Literatura Random House). Su mirada se ha afilado, sin desapasionarse, y se ha ido alejando de s¨ª mismo para observar...
El escritor indio Suketu Mehta lleva media vida observando la vida urbana. Y cont¨¢ndola en libros como La vida secreta de las ciudades o Esta tierra es nuestra tierra (ambos en Literatura Random House). Su mirada se ha afilado, sin desapasionarse, y se ha ido alejando de s¨ª mismo para observar lo que ocurre en la vida de los dem¨¢s. Pero fue su primera obra, Ciudad total: Bombay perdida y encontrada, la que qued¨® finalista del premio Pulitzer en 2005 y lo consagr¨® como el observador metropolitano que hoy es. Desde esa tribuna, concluye en ese libro que entre la democracia de donde vive desde los 14 a?os (Nueva York) y la del lugar donde naci¨® (la India) la principal diferencia ¡ªentre las dos democracias m¨¢s grandes del mundo¡ª es que, en la India, los pobres votan.
Tambi¨¦n apunta que, en Nueva York, se est¨¢ demasiado aislado. ¡°Una persona puede morir detr¨¢s de las puertas cerradas de un piso y nadie se enterar¨¢¡±. Y compara, claro, para explicar que en la India, en cambio, hay tanta gente por la calle, tanto ruido, que uno aprende a convivir con el ruido y permite al desorden relajarle la vida. Eso le lleva a dar consejos del tipo: ¡°Cuando das al ladr¨®n las llaves del tesoro no roba¡±. O a anotar observaciones sociales como: ¡°Cuando una mujer entra en la casa de la familia de su marido, pierde sus or¨ªgenes¡±. Y, por supuesto, tambi¨¦n le conduce a explicar las razones poco razonables detr¨¢s de muchos iconos urbanos.
Explica en ese libro que el hotel Taj ¡ªno confundir con el Taj Mahal, el mausoleo que el emperador Shah Jahan hizo construir en honor a la memoria de su mujer Mumtaz Mahal¡ª naci¨®, en realidad, de un desaire.
El hotel Taj Mahal Palace, dise?ado por los arquitectos Sitaram Khanderao Vaidya y D. N. Mirza, en estilo tradicional y levantado en el barrio de Colaba en Bombay a m¨¢s de 1.000 kil¨®metros del mausoleo del siglo XVII, naci¨® de la fuerza que da el rencor. Fue construido porque a un hombre no se le permiti¨® entrar en un hotel lujoso. ¡°Cuando al prominente industrial parsi Jamsetji Tata se le neg¨® la entrada en el Watson¡¯s Hotel por ser nativo, jur¨® venganza y construy¨® el enorme Taj que, cuando se concluy¨®, en 1903, eclips¨® al Watson en todos los sentidos¡±. Hasta aqu¨ª una historia de d¨®nde nace y por qu¨¦, algunas veces, gana el af¨¢n de superaci¨®n humana.
Pero f¨ªjense en la conclusi¨®n de Mehta: ¡°No es tanto un hotel como un terreno de pruebas para el ego. Es en el vest¨ªbulo y los lavabos contiguos del Taj donde uno pone a prueba su autoestima; en teor¨ªa, cualquiera puede huir del calor y sentarse en el lujoso vest¨ªbulo, en los sof¨¢s ornamentados, entre los ¨¢rabes multimillonarios y las se?oras de alta sociedad, o hacer sus necesidades en los relucientes lavabos. Pero necesitas que tu autoestima se proyecte ante los numerosos porteros y encargados de esos lavabos; necesitas convencerte a ti mismo de que est¨¢s en tu elemento para convencer a los dem¨¢s de que lo est¨¢s. Y entonces te das cuenta de que el portero m¨¢s intimidante est¨¢ dentro de ti¡±.
Con esa manera entre psicol¨®gica y sociol¨®gica de observar las ciudades, Mehta, en una entrevista que le realic¨¦ hace unos meses en Nueva York, describi¨® Dub¨¢i como una urbe hermana de Bombay. ¡°Una ciudad dist¨®pica para nosotros. Y fascinante¡±. Anoto a continuaci¨®n lo que no cupo en esa entrevista publicada en EL PA?S SEMANAL.
¡ª?D¨®nde reside la fascinaci¨®n?
¡ªHa sabido crecer con el comercio. La que tiene petr¨®leo es Abu Dabi. Y, f¨ªjese, es la que tiene a los ricos globales.
¡ª?Por qu¨¦?
¡ªPorque les da lo que quieren.
¡ª?Y qu¨¦ quieren?
¡ªQuieren el Louvre, el Guggenheim¡
¡ª?Es cultura lo que quieren los ricos del mundo o unas leyes laxas?
¡ªAbu Dabi, como Dub¨¢i, es una sociedad profundamente injusta. El 90% de la poblaci¨®n trabaja para un 10%. Y ese 10% quiere ser como un Dios: quieren el mejor arte, una pista de esqu¨ª en el desierto y vivir fresco en el desierto. El caso es que lo consiguen.
Mehta cuenta que fue profesor all¨ª ¡°porque, claro, tambi¨¦n tienen las mejores universidades: una NYU (Universidad de Nueva York), una Georgetown, una Cornell... Como sucede con los museos, tienen las franquicias de las universidades. Las universidades norteamericanas se han convertido en Starbucks.
¡ª?Por qu¨¦ juegan a eso? ?Por qu¨¦ no limitar la calidad para poder atenderla?
¡ªUtilizan la excusa de la democracia: mucha gente quiere estudiar en EE UU. Tienen el dinero para hacerlo. Y EE UU ha decidido exportar, llevar el producto al cliente. Exportar el modelo de educaci¨®n americana para no interrumpir otras costumbres culturales o religiosas es una manera de cambiar el mundo poco a poco.
¡ª?Y el 90% de la poblaci¨®n?
¡ªPor injusto y salvaje que sea, la gente que va a trabajar a Dub¨¢i gana m¨¢s dinero all¨ª que en su casa de Bombay. ?C¨®mo les dices que no vayan?
¡ª?La educaci¨®n es sobre todo un negocio?
¡ªEs un negocio, pero tambi¨¦n es cambio. En Abu Dabi llev¨¦ a mis estudiantes a la zona donde viven los trabajadores. Aquello es un micromundo: hay gente de Ghana, de Pakist¨¢n, filipinos, afganos, personas de todo el mundo. Hay m¨¢s pluralidad a las afueras de Dub¨¢i que en Nueva York.