Arte, admiraci¨®n, respeto y amor por la m¨²sica: lo que se puede aprender de la relaci¨®n de Patti Smith y Bob Dylan
Ambos mantienen una amistad poderosa que habla de la grandeza de un modo de entender el arte musical y la belleza de la vida que no se ajusta a la actual l¨®gica de los tiempos
Patti Smith y Bob Dylan se conocen desde 1975 y se puede afirmar que su amistad poderosa es un ejemplo de algo m¨¢s grande que el mundo que habitamos diariamente. La grandeza, como una palabra que guarda todo su profundo significado y no como un clich¨¦, es siempre compleja y, ya se sabe, que lo complejo suele ser reducido, ridiculizado e incluso vilipendiado en un mundo movido por el imperio del capital, la posverdad y el ruido de las redes sociales. Lo complejo es siempre enemigo de la ignorancia.
Patti Smith acaba de ofrecer unos conciertos en Espa?a fabulosos, que nos recuerdan que su figura en el rock¡¯n¡¯roll tambi¨¦n es algo m¨¢s grande de lo que estamos acostumbrados a ver sobre un escenario. Conciertos en los que adem¨¢s recupera canciones de su amigo Bob, como esa sencilla y emotiva One Too Many Mornings, compuesta por un jovenc¨ªsimo Dylan reci¨¦n llegado a Nueva York a primeros de los a?os sesenta. Aquel Bob Dylan, que dej¨® todo en Minnesota para irse a conocer a un enfermo Woody Guthrie y empezar su carrera de m¨²sico en Greenwich Village, era el ejemplo que tuvo una jovenc¨ªsima Patti Smith cuando dej¨® todo en Nueva Jersey y se fue a vivir tambi¨¦n a Greenwich Village.
Bob y Patti son dos ejemplos de dos personas entregadas a la causa de la m¨²sica. Dos personas que persiguieron con determinaci¨®n aquello en lo que cre¨ªan, un territorio muy distinto al que les empujaban sus entornos familiares, amistades y, en definitiva, toda una sociedad. Lo persiguieron y lo consiguieron: alcanzaron el territorio del arte. Ambos no solo vivieron como m¨²sicos, sino que adem¨¢s acabaron por ser dos grandes embajadores de ese territorio, tan menguante en nuestros d¨ªas en los que la cultura y las humanidades son cada a?o m¨¢s irrelevantes y son m¨¢s da?adas por todo tipo de intereses, mec¨¢nicas sociales y pobres pensamientos.
La cosa es tan grave que solo basta el ¨²ltimo ejemplo que me he encontrado en la vida: el alumno que m¨¢s nota ha sacado en la Selectividad en la Comunidad de Madrid ha decidido cursar Filolog¨ªa Cl¨¢sica por vocaci¨®n y le han llovido los comentarios despectivos y cr¨ªticos en redes sociales ante su decisi¨®n. El chaval dijo que su elecci¨®n se debe a que le hace feliz estudiar esa carrera y se le han echado encima por no ser ingeniero, abogado del Estado, banquero o cualquier otra cosa aprovechable en este mundo que habitamos.
Patti y Bob habitan tambi¨¦n nuestro mundo, aunque parezcan de otro y, como reconoci¨® Dylan en su ¨²ltima entrevista a prop¨®sito de su ¨²ltimo disco, publicada en The New York Times, es consciente de que su mundo estaba ¡°obsoleto¡±. No solo sus mundos est¨¢n obsoletos y ambos son personajes de otra ¨¦poca, sino que lo que representan apenas interesa en estos tiempos. Representan un compromiso con el arte de la m¨²sica y con un oficio que, en su esencia, tiene que ver m¨¢s con el valor de la palabra cantada que con las pantallas gigantes y la pirot¨¦cnica de un gran festival. Su amistad, por tanto, representa tambi¨¦n algo m¨¢s transcendental de lo que muchos ni siquiera pueden llegar a imaginar.
Patti y Bob se conocieron en 1975 cuando el m¨²sico fue a verla tras un concierto en The Bitter End, un club de Nueva York. Ella, una poeta de 29 a?os metida en el rock¡¯n¡¯roll, era la gran sensaci¨®n del Nueva York donde eclosionaba el punk, y ¨¦l, a sus 34 a?os, era la gran estrella contracultural que se apart¨® de todo por decisi¨®n propia. Seg¨²n ha recordado Patti en alguna ocasi¨®n, fue un encuentro desafortunado. Bob, al que era imposible ver en un acto o evento en toda la ciudad, entr¨® al camerino y pregunt¨®: ¡°?Hay alg¨²n poeta por aqu¨ª?¡±. Y ella contest¨®: ¡°?Odio la poes¨ªa!¡±. Muchas d¨¦cadas despu¨¦s, la propia Patti reconoci¨® que se comport¨® como una ni?a de instituto a la que le gusta mucho un chico al que admira y, cuando este se le acerca para hablarle, hace como que no le interesa.
Al igual que muchos m¨²sicos tambi¨¦n han reconocido, Patti ha contado que el Dylan corp¨®reo nunca puede separarse del Dylan m¨ªtico. La persona y la leyenda se funden en un ser que, desde su consciencia y arrogancia, muestra gestos, movimientos y silencios que siempre poseen una fuerza extra?a y definitiva. A ella eso le jug¨® una mala pasada. De todas formas, Bob, que se fue r¨¢pido entre una multitud de personas en ese camerino, se lo tom¨® con humor y tampoco le dio mucha importancia. D¨ªas despu¨¦s, ambos fueron fotografiados riendo en una fiesta privada y ella incluso le brome¨® para que se quitase cuando les fueron a tirar una foto juntos. La foto sali¨® espont¨¢nea y aut¨¦ntica.
Desde entonces, pas¨® algo importante entre ellos: se admiraron mutuamente. Es dif¨ªcil ser amigo de Bob Dylan cuando es un personaje tan escurridizo para todo el mundo, incluido su entorno m¨¢s cercano, pero Patti Smith lo consigui¨®. Durante esos primeros a?os de amistad, Patti ha contado que sol¨ªa quedar con Dylan para pasear por Nueva York y en sus caminatas sin rumbo fijo ir comentando todo tipo de cosas. Y algo que se aprende m¨¢s o menos pronto en esta vida, si no eres un orangut¨¢n, es que charlar con alguien mientras se pasea une m¨¢s que un buen polvo. Patti y Bob se unieron mucho.
En 1994, Patti perdi¨® a su esposo Fred Sonic Smith, exintegrante de la banda MC5, y poco despu¨¦s a su hermano. Patti cay¨® en depresi¨®n. Hay cosas que se deber¨ªan recordar: Patti hab¨ªa abandonado la composici¨®n y buena parte de su vida de artista en los ochenta y los noventa por dedicarse a su vida familiar con Fred y la crianza de sus dos hijos. Incluso, para cuando muri¨® Fred y su hermano, ven¨ªa afectada por la muerte en 1989 de su otro gran amor, Robert Mapplethorpe, amante, compa?ero, amigo, confidente y todo lo que uno puede so?ar de una persona en aquellos a?os en los que ella dej¨® todo para vivir en Nueva York siguiendo el modelo de Bob Dylan, tal y como ella misma cont¨® con todo detalle y amor en ?ramos unos ni?os, un delicioso libro que tard¨® en escribir 10 a?os.
Un d¨ªa en plena depresi¨®n, Patti recibi¨® una llamada. Era Bob Dylan. Llam¨® a su amiga para que le acompa?ara en una serie de conciertos por Estados Unidos. Esta historia me gusta siempre recordarla con mi amigo Rafa Cervera, gran cr¨ªtico musical y admirador de Patti Smith, que ya escribi¨® de esta relaci¨®n extraordinaria entre dos mitos del rock¡¯n¡¯roll. Como ella misma reconoci¨®, Bob era el ¨²nico que pod¨ªa volver a convencerla de subir a un escenario. De esta manera, en 1995, Patti Smith acompa?¨® a Bob durante siete noches y cantaron cada noche juntos una canci¨®n de ¨¦l, Dark Eyes. Una canci¨®n que tiene estos versos: ¡°Vivo en un mundo donde la vida y la muerte se recuerdan¡ Me da igual ese juego en que se ignora la belleza¡±. Patti no solo volvi¨® a un escenario, sino que adem¨¢s se activ¨® con la vida. Empez¨® a componer y, sobre todo, a escribir libros de poes¨ªa, memorias y ensayo. En definitiva, regres¨® y lo hizo con una fuerza de mares. Y Bob sigui¨® a lo suyo, en su gira interminable, en sus discos obsoletos, en su misterio.
En 2016, Bob Dylan gan¨® el premio Nobel de Literatura y el mundo de las letras se puso patas arriba. Literatos, escritores y juntaletras de todo pelaje salieron en tromba a cargar contra la injusta y absurda decisi¨®n. Ardi¨® Troya y la gran mayor¨ªa del mundo de la cultura literaria se sinti¨® ofendida por reconocer a un titiritero con el galard¨®n m¨¢s preciado, m¨¢s promocional y m¨¢s codiciado. Fueron d¨ªas pat¨¦ticos y tremendamente graciosos, especialmente al comprobar que el Comit¨¦ del Nobel, ese ¨®rgano con olor a naftalina que acab¨® sumido en esc¨¢ndalos sexuales, no sab¨ªa de la verdadera naturaleza del premiado: Bob Dylan no era un escritor aspirando a ganar premios. Pero qu¨¦ iban a saberlo los miembros de la Academia sueca si buscaban publicidad. Se demostr¨® una vez m¨¢s que ser¨ªa la primera vez, o puede que la segunda como mucho, que alguien que se hace llamar a s¨ª mismo escritor sabe de m¨²sica, de la m¨²sica que representan Dylan y Patti Smith.
Como cuando parec¨ªa que Dylan hab¨ªa venido al mundo con sus letras para cambiarlo (y tiene pinta que consigui¨® algo m¨¢s que la inmensa mayor¨ªa de los escritores con sus libros), en 2016 se sigui¨® comportando como Bob Dylan ante los dem¨¢s, ante ese mundo. No hizo nada de lo que espera de ¨¦l ni de nadie. Sigui¨® a lo suyo, como un titiritero y un feriante del rock¡¯n¡¯roll. Pero tambi¨¦n se sigui¨® comportando igual ante lo que verdaderamente le importa: pidi¨® a Patti Smith que fuera ella la que cantara por ¨¦l en la ceremonia de entrega del premio. ?Un marr¨®n? Quiz¨¢ para los calculadores, pero no para ella. Ese gesto, visto como una estupidez por el mismo mundo cultural que hab¨ªa puesto la voz en el cielo y en el infierno por el premio, guardaba el honor del c¨®digo que compart¨ªan Patti y Bob.
Patti cant¨® A Hard Rain¡¯s A-Gonna Fall, una de las primeras composiciones que de adolescente se aprendi¨® de Dylan, y se emocion¨®. Se tropez¨® con sus sentimientos y sus palabras y tuvo que parar la canci¨®n para volver a repetirla a los ojos de todo el mundo. Los c¨ªnicos vieron pose, otros muchos a una simple mujer mayor y nerviosa, otros tantos no entend¨ªan nada y quiz¨¢ un pu?ado de locos vimos la belleza m¨¢xima de una amistad ¨²nica. Tambi¨¦n la belleza m¨¢xima del arte de la m¨²sica, ese arte de tradici¨®n oral que se comparte. En un art¨ªculo en New Yorker, Patti Smith record¨® lo sucedido con estas palabras: ¡°Me vi obligada a detenerme y pedir perd¨®n. Luego, lo intent¨¦ de nuevo mientras estaba en ese estado y cant¨¦ con todo mi ser, a¨²n tropezando. No se me pas¨® por alto lo que Bob hab¨ªa hecho por m¨ª y por tantos m¨²sicos y que la narraci¨®n de la canci¨®n comienza con las palabras: ¡®Me tropec¨¦ junto a doce monta?as neblinosas¡¯. Y termina con el verso: ¡®Y conocer¨¦ bien mi canci¨®n antes de empezar a cantar¡¯. Mientras tomaba asiento, sent¨ª el humillante aguij¨®n del fracaso, pero tambi¨¦n la extra?a comprensi¨®n de que de alguna manera hab¨ªa entrado y verdaderamente vivido en el mundo de las letras¡±.
Si la literatura de Dylan, y por tanto su m¨²sica, incluso si Bob Dylan como s¨ªmbolo, significaban algo, estaba perfectamente representado en Patti Smith. Aquellos nervios y esa canci¨®n con el coraz¨®n desbocado fueron m¨¢s grandes que el mejor de los discursos. Imagino que eso es dif¨ªcil de entender para los escritores que ven en la Academia de la RAE un lugar m¨¢s sagrado que lo que, por ejemplo, se guarda en un corro de aldeanos dando palmas y entonando canciones tradicionales.
La amistad de Patti y Bob llega hasta nuestros d¨ªas, pero nuestros d¨ªas no tienen nada que ver con ellos y lo que representan. El mundo que habitamos es hostil y corre demasiado deprisa. Es un mundo donde hay un d¨¦ficit tr¨¢gico de poes¨ªa y la belleza pasa por campa?as de publicidad. El mismo mundo que le dice a ese chaval talentoso que no pierda el tiempo en estudiar Filolog¨ªa Cl¨¢sica. El mismo mundo al que con sus canciones se enfrentaron Patti y Bob, dos amigos del alma, un alma al servicio del arte, algo m¨¢s grande que la realidad que nos quieren hacer vivir.
Babelia
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