Lo que se puede aprender del comentario negativo de James Rhodes sobre el reguet¨®n y Bad Bunny
El g¨¦nero que hace bailar a medio planeta explica cosas importantes sobre las sociedades actuales y la evoluci¨®n de la industria musical, pero la polarizaci¨®n y la pol¨¦mica en las redes sociales eclipsan cualquier reflexi¨®n
Se arm¨® el bel¨¦n: James Rhodes, el pianista de m¨²sica cl¨¢sica convertido en figura pop, ha criticado el reguet¨®n. Lo ha hecho en una de las charlas organizadas por el BBVA en La 2, A mi yo adolescente. ¡°Explicadme, por favor, lo del reguet¨®n y Bad Bunny. Os juro que no estoy diciendo que sea una mierda, pero no entiendo su popularidad ?Vamos a escucharlo dentro de 200 y 300 a?os? Pues no, ni de co?a¡±, dijo en su intervenci¨®n Rhodes.
En el fondo, la participaci¨®n de Rhodes en el programa tiene m¨¢s de b¨²squeda de informaci¨®n ante una m¨²sica que no le gusta y que no entiende que de ataque frontal. Pero eso poco importa. Se juntan dos temas propicios para la polarizaci¨®n: la figura de James Rhodes, que dej¨® las redes sociales cansado de las batallas que causaban algunos de sus tuits sobre Espa?a, y el reguet¨®n, el g¨¦nero musical que triunfa en discotecas y sobre el que pesan cr¨ªticas de machismo desde sus or¨ªgenes. Casi se dir¨ªa que es una combinaci¨®n perfecta para que se haga lo contrario a reflexionar. O, como escrib¨ªa el otro d¨ªa el compa?ero Pablo Ordaz tan acertadamente, citando a Antonio Machado, combinaci¨®n perfecta para que aparezca ¡°esa caterva de pedantones al pa?o¡±, entre c¨ªnicos, mal pensados, esc¨¦pticos y egos desaforados.
James Rhodes y el reguet¨®n como temas polarizados, pero, a decir verdad, cualquier asunto puede serlo en estos d¨ªas. Porque vivimos tiempos que atentan contra la interpretaci¨®n. Y, sin embargo, es cuando m¨¢s se necesita saber interpretar. Es cuando m¨¢s se necesita explicar que nadie puede ser criticado porque no le guste nada el reguet¨®n, pero tampoco puede serlo porque lo ame. Y, con todo, cuando se trata de m¨²sica -es decir, cultura- se hace necesario interpretar y valorar la obra en cuesti¨®n. Una cosa son los gustos, todos respetables, y otra la medida de esos gustos seg¨²n interpretaciones formadas y con capacidad de informarse debidamente, poner en contexto y confrontar ideas para conformar una realidad. Esto segundo no gusta a quien solo quiere defender su opini¨®n, aunque no sepa ni quiera saber de lo que habla.
Que a Rhodes no le guste el reguet¨®n de Bad Bunny es comprensible. Seguramente a Bad Bunny tampoco le guste la m¨²sica de Rhodes. Lo m¨¢s interesante, sin duda, no es eso. Lo m¨¢s interesante son las respuestas de los adolescentes (h¨¢bilmente seleccionados para la ocasi¨®n de este programa teledirigido) para explicarle al famoso pianista porque a ellos s¨ª les gusta o le dan el valor que Rhodes niega. El reguet¨®n, como otros g¨¦neros musicales que triunfaron en d¨¦cadas pasadas, es una m¨²sica acorde a un tiempo y son los adolescentes de ese tiempo quienes la entienden mejor.
El pianista James Rhodes no entiende la popularidad del reguet¨®n.
— La 2 (@la2_tve) November 21, 2021
Y, honestamente, lanza al grupo de j¨®venes reunido ahora en @la2_tve, la pregunta. ¡°Explicadme, por favor, lo del reguet¨®n y Bad Bunny?¡±#AMiYoAdolescente #AMYAM¨²sica pic.twitter.com/yFv7Dnm2ql
Un chico afirma que es una m¨²sica para bailar en la discoteca y ah¨ª ofrece una clave que a Rhodes quiz¨¢s se le escapa. El reguet¨®n, como la gran mayor¨ªa de la m¨²sica latina, no se puede entender sin el baile. El reguet¨®n, un estilo nacido en el Caribe, apela al cuerpo, a las entra?as, busca ¡°mover la tuerca¡±, tal y como se dec¨ªa de la salsa en el pasado. Si no hay necesidad de bailar, es casi imposible que se entienda parte de su ¨¦xito, gran parte de su revoluci¨®n. Conviene decirlo: la mayor¨ªa de los estilos salidos de las zonas suburbiales incitaron al cuerpo. Sucedi¨® con el jazz, el blues, el tango, el cha-cha-cha, el rock¡¯n¡¯roll, el son, la salsa, la rumba, el hip hop, la electr¨®nica¡
Es interesante porque, entonces, el reguet¨®n nos habla de esas comunidades pobres del Caribe que lo hicieron posible. Cuando peor est¨¢n esas comunidades, m¨¢s se busca evadirse con la m¨²sica, m¨¢s se persigue ofrecer ritmo, dar opciones. Su m¨²sica ofrece luz sobre complejidades pol¨ªticas y sociales que muestran que este estilo callejero latinoamericano, bajo la influencia del ritmo negro africano, nos ofrece aspectos sociol¨®gicos interesantes. De esta forma, ampliando el ¨¢ngulo de visi¨®n, quiz¨¢ no es casualidad que el reguet¨®n empezase su conquista del mundo despu¨¦s de la Gran Recesi¨®n mundial de 2008 y 2009. El mundo, m¨¢s precario y fr¨¢gil que estaba por venir, buscando de nuevo una Gran Evasi¨®n.
No solo eso. El reguet¨®n es un estilo consolidado desde hace a?os y, por tanto, ha evolucionado. Su evoluci¨®n ha pasado por distintas ¨¦pocas desde los a?os noventa del siglo pasado y en la ¨²ltima de ellas ha visto crecer sus producciones musicales. Es decir, ha mutado lo suficiente para ser capaz de conquistar audiencias m¨¢s grandes. J Balvin y Bad Bunny son quiz¨¢ los mejores ejemplos. Sus producciones, as¨ª como sus composiciones menos agresivas, ofrecen m¨¢s lecturas para explicar c¨®mo este estilo ha llegado a discotecas m¨¢s all¨¢ de la regi¨®n del Caribe. Sus discos de los ¨²ltimos a?os pueden medir la evoluci¨®n del pop, que, siempre tan vers¨¢til para apropiarse de otras m¨²sicas, ha terminado por vampirizar al reguet¨®n en beneficio de su propio reciclaje. Puede no gustarte el reguet¨®n, pero entonces puede no gustarte el pop actual porque se ha servido de ¨¦l para mostrar otra cara en el siglo XXI.
Como estilo dominante de los ¨²ltimos a?os, el reguet¨®n, por tanto, hace tiempo que ha dejado de ser simplemente una expresi¨®n suburbial de las comunidades latinoamericanas. Es una f¨®rmula comercial de ¨¦xito que permite a la industria simplificar al m¨¢ximo con el fin de alcanzar r¨¦ditos r¨¢pidos, sin atender a cuestiones art¨ªsticas. Y como f¨®rmula de ¨¦xito tiende a reducirse hasta niveles ¨ªnfimos y preocupantes. Pierde melod¨ªa, flexibilidad r¨ªtmica, variantes ricas, aristas nuevas¡ se convierte en mercanc¨ªa y pierde el valioso intercambio cultural, sonoro. Como dec¨ªa Santiago Auser¨®n en una entrevista publicada en El Pa¨ªs Semanal, pierde esencias musicales por una sonoridad robotizada. Hacerse un g¨¦nero mundial tambi¨¦n tiene esa amenaza, menos cuando se le nutre de otras opciones sonoras y una visi¨®n perif¨¦rica y no facilona.
Rhodes lo preguntaba: ¡°?Vamos a escucharlo dentro de 200 y 300 a?os?¡±. Es una pregunta imposible de responder a ciencia cierta, pero es, sin duda, interesante. Pero algo se puede responder ya: el reguet¨®n estuvo dado por muerto ya hace mucho tiempo y ah¨ª sigue. Es un g¨¦nero que ha superado expectativas. De hecho, ha roto barreras que parec¨ªan imposibles, como que el poderoso mercado anglosaj¨®n abrace a los m¨²sicos cantando en espa?ol, con sus lenguajes aut¨®ctonos, con superestrellas fij¨¢ndose tambi¨¦n en sus ritmos. Dentro de 200 y 300 a?os no estaremos. Pero si estamos ahora para saber que a Bach, a Elvis Presley o los Beatles, los escucha mucha menos gente que la que los escuchaba en su tiempo. Tambi¨¦n estamos ahora para saber que la polarizaci¨®n de los tiempos no sirve m¨¢s que para incendiar cualquier reflexi¨®n. Poco importa si gusta o no el reguet¨®n, si es imposible ni siquiera sentarse a medir su trascendencia.
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