Santiago Auser¨®n: ¡°El reguet¨®n, llevado a lo comercial, es basura sonora¡±
Con Radio Futura fue uno de los protagonistas de la m¨²sica espa?ola de los ochenta. Pero se cans¨® de la fama y del comercio, el grupo se disolvi¨® y Auser¨®n pas¨® a ser Juan Perro. Desde entonces es un incansable explorador de sonidos. Llega con disco nuevo bajo el brazo, 'Cantos de ultramar'.
Pionero de la movida madrile?a con Radio Futura, estrella del pop con resonancias en Latinoam¨¦rica y estudioso concienzudo del son cubano y el influjo negro en la canci¨®n espa?ola, Santiago Auser¨®n (Zaragoza, 66 a?os) es una de las voces m¨¢s autorizadas de la m¨²sica en castellano. Este doctor en Filosof¨ªa por la Universidad Complutense de Madrid y premio Nacional de las M¨²sicas Actuales defiende nuevo disco, Cantos de ultramar (La Huella Sonora), otro viraje de profundo conocimiento de las ra¨ªces sonoras a ambos lados del Atl¨¢ntico. Nos recibe en su casa de Madrid, donde charla de sus viajes a Cuba y Nueva Orleans mientras posa para la sesi¨®n fotogr¨¢fica en su jard¨ªn. All¨ª tiene un coqueto estudio de grabaci¨®n en el que los discos de The Clash e Iggy Pop descansan con los de Bach y Schubert, y entre medias se suceden rarezas de salsa y jazz. La conversaci¨®n pausada transcurre ya en su sal¨®n, al calor de un buen caf¨¦ y unos chupitos de Ardbeg, un whisky escoc¨¦s que saca del armario que queda cerca de instrumentos que cuelgan de la pared, como un saz iran¨ª o un buzuki turco. Auser¨®n se esconde detr¨¢s del nombre de Juan Perro para sus proyectos musicales desde que decidi¨® explorar sus inquietudes art¨ªsticas fuera del rock y atender a una independencia infranqueable que le ha llevado a autoeditarse sus ¨¢lbumes y vivir lejos de los focos m¨¢s comerciales.
Pregunta. Cantos de ultramar re¨²ne composiciones previamente registradas con solo guitarra ac¨²stica y voz en el ¨¢lbum El viaje en 2016. En la presentaci¨®n de aquel disco dijo que no hab¨ªa podido ejecutarlas con banda por una cuesti¨®n de recursos. ?Qu¨¦ ha cambiado desde entonces?
Respuesta. En aquel momento, en plena crisis, no hab¨ªa recursos que permitiesen la producci¨®n de banda que preve¨ªamos, pod¨ªamos tardar a?os en disponer de ingresos provenientes casi exclusivamente del directo. De modo que decid¨ª adelantar una versi¨®n ac¨²stica de los temas. Luego hemos dedicado cuatro a?os a profundizar en algunos de ellos. Ha sido una tarea creativa, seg¨²n los ¨ªbamos rodando en directo escrib¨ªamos arreglos y partes nuevas, dando m¨¢s valor a la maduraci¨®n del repertorio y de la sonoridad que a la novedad, pensando c¨®mo pueden unos jazzmen del Levante espa?ol cocinar nuestros versos de forma parecida a como tratan los est¨¢ndares del jazz, aunque manteniendo el formato de la canci¨®n popular.
P. ?Ahora con este colectivo de m¨²sicos hay una culminaci¨®n del viaje sonoro?
R. S¨ª, as¨ª es. La man¨ªa de rodar primero las canciones en directo para que adquieran sabor a fuego lento no es gratuita. Es una necesidad que viene de ciertos condicionamientos hist¨®ricos. La m¨²sica popular necesita un sustrato asentado que en nuestro caso se tiene que ir creando poco a poco. ?Qu¨¦ nos pasa a los rockeros en Espa?a? Los que no hemos nacido en territorio flamenco o con un folclore local socialmente activo, no encerrado en instituciones, estamos como despose¨ªdos. Heredamos las consecuencias del ¨¦xodo rural y del enfriamiento cultural que supuso la dictadura. Vino el Plan Marshall y el ej¨¦rcito estadounidense trayendo discos de jazz y de rock a trav¨¦s de las bases y del puerto de Barcelona. Y luego, a trav¨¦s de la radio, llegaron las canciones de los grupos brit¨¢nicos. Ten¨ªamos necesidad de una m¨²sica popular caliente, pero como si fu¨¦ramos parias. Aprendimos canciones en una lengua que al principio no entend¨ªamos, a imitar la gestualidad de los negros americanos. Era como si nos tuvi¨¦ramos que inventar una tribu, construir, a la vez que las canciones, un pueblo y sus rituales. Al entrar en contacto directo con Latinoam¨¦rica, fuimos entendiendo que nuestro pueblo musical en realidad era muy amplio. Desde esa perspectiva se hizo necesario ahondar en las ra¨ªces multi¨¦tnicas de Espa?a, para saber qu¨¦ es lo que podemos aportar.
P. Esa necesidad se traslad¨® a Juan Perro. M¨¢s que un seud¨®nimo se contempla como laboratorio musical ahora formado tambi¨¦n por m¨²sicos de jazz.
R. Exacto. Los rockeros espa?oles hicimos el papel de despertadores de un sustrato tradicional adormecido, que tiene que desembocar en una conciencia renovada de nuestra condici¨®n multi¨¦tnica. Todo esto resulta delicado, porque Espa?a es frontera entre el norte y el sur, entre el este y el oeste, eje de coordenadas de la rosa de los vientos. Somos el l¨ªmite occidental del Mundo Antiguo y el Levante para el Nuevo Mundo, el sur de Europa y el norte de ?frica, la primera parada de las pateras. Esta situaci¨®n es conflictiva y genera tensiones internas, estamos tocados por muchas ventoleras y eso afecta a nuestros cerebritos, exaltados adem¨¢s por la luz de Iberia. Cuesta asimilar nuestra complejidad. Pero creo que podemos sacar partido de ella para ofrecerle algo nuevo al mundo, especialmente en el ¨¢mbito latino. Somos un laboratorio de ensayo de nuevas formas de m¨²sica, de escritura, de pensamiento, de danza, de teatro¡ Artes que deben dialogar de t¨² a t¨² con el viejo dominio anglosaj¨®n, salido del pragmatismo protestante.
P. En el libreto que acompa?a Cantos de ultramar, afirma que ¡°la canci¨®n protege la conexi¨®n entre lo que nos separa y lo que nos une¡±.
R. Dicho as¨ª puede sonar confuso. La canci¨®n es la uni¨®n de palabra y m¨²sica, las dos formas culturales del sonido. Las lenguas unen a los miembros de una naci¨®n y los separan de la naci¨®n vecina. Ayudan a fijar fronteras, con el sost¨¦n del ej¨¦rcito y de la escuela. Pero la m¨²sica se salta todas las fronteras. En Espa?a somos especialistas en aprender a disfrutar de los cantos del otro. En el proceso de islamizaci¨®n de la pen¨ªnsula y de la posterior reconquista, por ejemplo, hubo todo un magma musical continuo de flujos rec¨ªprocos, de los musulmanes hacia los cristianos y viceversa. Se produjo una contin¨²a fascinaci¨®n por los cantos del enemigo, por la cultura po¨¦tica y musical del bando contrario. Mientras los bandos se oponen en lo pol¨ªtico y en lo econ¨®mico, y utilizan la lengua y las banderas para diferenciarse, la m¨²sica pasa de un lado a otro. Lo mismo ocurri¨® entre amos blancos y esclavos negros. Los conflictos los genera el af¨¢n de dominio y la m¨²sica viene luego a sanar las heridas.
P. En el disco, una vez m¨¢s, hay fascinaci¨®n por los sonidos a?ejos.
R. Buscamos el sonido m¨¢s anal¨®gico posible. Sonar con alma, despertar lo que est¨¢ en el fondo, que no depende de las modas superficiales y cambiantes. Dar tiempo a las cosas para asentarse en la memoria y volver la vista atr¨¢s nos permite abrir una ventana al futuro que la ansiedad televisiva mantiene cerrada. La urgencia audiovisual no deja respirar. Necesitamos un horizonte de futuro distinto a la actualidad televisada, que est¨¢ matando aspectos esenciales de la cultura. No quiero ser absolutamente negativo respecto a las televisiones y a los talent-shows, porque forman parte de la cultura popular, pero creo que hay que compensar su reparto de comida preparada con otro estilo de cocina casera, por utilizar un s¨ªmil en boga. Hay que dejar vivir a otras sonoridades, fuera de la m¨²sica prefabricada o de invernadero, que se utiliza con sensibler¨ªa para ganar la m¨¢xima audiencia. Si solo hacemos esto, estamos apa?ados.
P. ?Lo dice por Operaci¨®n Triunfo?
R. En Espa?a hay un mont¨®n de chiquillas y chiquillos que cantan bien, claro que s¨ª. Y muchas madres y abuelas que tambi¨¦n cantan bien, es bueno saberlo. Espa?a es un pa¨ªs musical. Pero canalizar esa energ¨ªa solamente a trav¨¦s del concurso televisivo, es decir, por medio de la competici¨®n, y adoptar un estilo de interpretaci¨®n y de producci¨®n impuesto para ganar audiencia y atraer anunciantes, es meter el potencial de la m¨²sica espa?ola en un embudo demasiado estrecho. Esa no puede ser la v¨ªa que predomine en la m¨²sica popular espa?ola, porque impone la interpretaci¨®n estandarizada y deja de lado toda composici¨®n original, todos los estilos o g¨¦neros ricos en sustancia, populares y cultos. Si esto va as¨ª, yo me bajo del carro.
P. De hecho, se baj¨® hace tiempo.
R. Cierto. Me baj¨¦ y asum¨ª el riesgo con todas las consecuencias. No me arrepiento.
P. ?Cu¨¢l es el precio a pagar por esa decisi¨®n?
R. No veo tanto precio a pagar, la verdad, aunque tenga sus consecuencias. Cuando te niegas a participar en esos formatos, como he hecho alguna vez, o rechazas anuncios, cosa que hago a menudo, la televisi¨®n te deja de hacer caso, no eres negocio. Salvo honrosas excepciones, no dan cancha a tu nuevo disco o lo cuentan a su manera sin dejarte hablar. En cambio dedican espacio a artistas que deben conocer en su casa o insisten siempre en los mitos m¨¢s comunes. Estar fuera de eso comporta un riesgo que a m¨ª me merece la pena. Hasta ahora no he sacado m¨¢s que alegr¨ªas de mi decisi¨®n de ser marginal. Gano mucha menos pasta que en Radio Futura, pero es que yo no quer¨ªa ganar tanta pasta [risas]. Te obliga a especular con ella y no te deja pensar en otras cosas.
P. Con la perspectiva que da el tiempo, ?c¨®mo ve la decisi¨®n de acabar con Radio Futura?
R. La decisi¨®n se tom¨® con alguna tensi¨®n, pero lo cierto es que est¨¢bamos muy cansados. Hab¨ªa muchas cosas que se nos iban de la mano. A base de ensayo, conseguimos sonar como un grupo extranjero bueno, hacer realidad el sue?o adolescente. Pero el ¨¦xito creciente nos iba a convertir en algo que no quer¨ªamos ser: una empresa de negocios y de publicidad. Ten¨ªamos que estar dando la cara todo el rato en primer plano, respondiendo a intereses medi¨¢ticos. Era dif¨ªcil mantener la independencia art¨ªstica. Lo conseguimos entre 1984 y 1992, eso ya fue un triunfo muy grande para el mercado espa?ol.
P. ?Cu¨¢ntas veces le han ofrecido volver con Radio Futura?
R. Promotores y organizadores de festivales, tanto en Espa?a como en M¨¦xico, nos lo han ofrecido varias veces y con grandes cheques de por medio.
P. ?Y no va a ocurrir nunca?
R. No en esos t¨¦rminos, desde luego. Destrozar¨ªamos lo que queda de nuestras vidas [risas]. A estas alturas no merece la pena. Preferir¨ªa iniciar cualquier otro proyecto enteramente independiente.
P. Llegaron las vidas de Juan Perro.
R. Hubo un momento dulce en la misma compa?¨ªa que publicaba a Radio Futura, RCA-Ariola, cuando ayud¨® al lanzamiento de Juan Perro y de los nuevos discos de Luis Auser¨®n y de Enrique Sierra. Tuve apoyo para irme a grabar a La Habana gracias a Jos¨¦ Mar¨ªa C¨¢mara. Las cosas cambiaron mucho cuando se fue. Hubo otro buen momento cuando pas¨¦ a Warner a trav¨¦s de Gasa/Dro. Pero con Cantares de vela ya no nos entendimos. Forc¨¦ un poco la m¨¢quina para acercarme al jazz y en las radios espa?olas, cuando suena a jazz, desp¨ªdete. La armon¨ªa enriquecida no entra en los c¨¢nones medi¨¢ticos. No es popular dicen, pero esto no es cierto, puede llegar serlo. Lo es en Norteam¨¦rica, en Brasil, en Cuba. Las limitaciones vienen de los que manejan el cotarro. Creen que lo que ellos no entienden no se puede compartir. El pueblo entiende m¨¢s de lo que cre¨¦is, amigos, sobre todo si se le educa un poco desde la escuela. La m¨²sica es libre, el problema es la censura medi¨¢tica o la autocensura.
P. ?Le ha llegado a pasar alguna de las dos cosas?
R. No, porque montamos nuestro sello, La Huella Sonora. En mi ¨²ltima etapa multinacional me dec¨ªan: ¡°Oye, esto no es suficientemente comercial y no vamos a recuperar el anticipo. D¨¦janos hacer una remezcla con un bombo de discoteca¡±. Nos despedimos amigablemente. Calcul¨¦ que pod¨ªa hacer mis discos con dinero de los directos. Desde 2007 estoy funcionando as¨ª. Cuesta trabajo y los discos no se amortizan, pero el proyecto sigue adelante.
P. Un nombre asociado al suyo para siempre es de Compay Segundo, maestro del son cubano al que rescat¨® para las grandes audiencias. ?Cu¨¢l fue la ense?anza m¨¢s importante que le dio?
R. Lo m¨¢s importante para Compay era la m¨²sica, por encima de todo. Ten¨ªa 86 u 87 a?os cuando le conoc¨ª. Era deslumbrante. Produc¨ªa un sonido con luces de todo un siglo, lo aprendi¨® de chiquito. Me lo mostraba con su guitarrita. Una como esa [se?ala una guitarra colgada en el sal¨®n de su casa]. Fue una de las dos primeras que trajo a Espa?a. Me dijo: "Te la regalo". Y cuando ya la ten¨ªa en mis brazos a?adi¨®: "Ahora t¨² me regalas 200 d¨®lares". Era la conciencia musical del siglo XX. Sonaba con absoluta dignidad. Eso no es f¨¢cil.
P. Su labor de redescubrimiento del legado cubano?fue esencial con la antolog¨ªa discogr¨¢fica Semilla del son, publicada en 1992. Luego, lleg¨® Ry Cooder y obtuvo un ¨¦xito mundial con el documental Buena Vista Social Club. ?Siente que se le debe reconocimiento?
R. En algunos reportajes sobre el son cubano se silenci¨® mi aportaci¨®n y la de mi equipo para ensalzar el Buena Vista. Pero mi misi¨®n era transmitir a la gente de habla hispana la importancia del son cubano desde el pasado y de cara al porvenir. Una vez cumplida esa misi¨®n, que vengan luego Ry Cooder o Rita la Cantaora a hacer su papel. Yo le entregu¨¦ a Ry Cooder en persona la antolog¨ªa de Compay Segundo en un estudio madrile?o, no lo conoc¨ªa. Unos meses m¨¢s tarde, estaba grabando con ¨¦l en Cuba, cosa que me pareci¨® genial. El negocio anglosaj¨®n lanz¨® el son a escala mundial. A Warner tampoco le fue nada mal internacionalmente con el contrato que firmaron con Compay a trav¨¦s de mi oficina.
P. ?Considera que en Espa?a hemos dado la espalda a las m¨²sicas latinas de la otra orilla del Atl¨¢ntico?
R. En parte s¨ª, no a todas las m¨²sicas latinoamericanas, desde luego, pero todav¨ªa perduran vestigios de la arrogancia heredada de los siglos en los que el prototipo de la espa?olidad era la nobleza y la pureza de sangre. Quedarse al abrigo de esa mezcla de arrogancia e ignorancia nos ha hecho desconocer lo que de verdad hemos aportado al Nuevo Mundo. El af¨¢n de fortuna y la crueldad no representan nuestra aportaci¨®n m¨¢s valiosa, eso viaja con cualquier hijo de la chingada, como dir¨ªa un mexicano. Pero los espa?oles en general no tenemos que pedir perd¨®n a estas alturas, lamento contradecir al se?or L¨®pez Obrador. ?Tendr¨ªan que pedirlo los aztecas a los mayas, los incas peruanos a las etnias que aniquilaron, y as¨ª hasta el origen de los tiempos? Es tarde para ello. Espa?a no se reduce a la codicia de sus clases dirigentes, siempre vinculadas con un poder extranjero, ni a los s¨ªmbolos imperiales. Es una transmisora decisiva del caudal de humanidades y artes que provienen del Mediterr¨¢neo antiguo y que hoy podemos compartir, despu¨¦s de tantas calamidades, con los pueblos ind¨ªgenas y mestizos de Am¨¦rica.
P. Actualmente, una de esas m¨²sicas como el reguet¨®n ha conseguido no solo llegar a Espa?a sino conquistar el continente americano, incluido Estados Unidos. ?Qu¨¦ opini¨®n le merece?
R. Antes vino la lambada y mucho antes, pongamos por caso, el sucusucu. Entre esos g¨¦neros y el reguet¨®n hay p¨¦rdidas de melod¨ªa y de flexibilidad r¨ªtmica. Despu¨¦s del reguet¨®n vendr¨¢ seguramente otra forma de sonoridad robotizada. ?C¨®mo se explica esa decadencia de los g¨¦neros populares? Por la electr¨®nica y por el acceso al consumo de mucha gente que vive en el l¨ªmite de la miseria, a menudo expatriados que no tienen acceso a otra cultura. Desde el punto de vista musicol¨®gico, el reguet¨®n es la c¨¦lula m¨ªnima de la s¨ªncopa negra reiterada hasta el infinito, como si para ciertos usos no hiciera falta m¨¢s m¨²sica. El baile con gestualidad sexual expl¨ªcita tiene en ?frica car¨¢cter ritual y est¨¢ extendido por todo el Caribe. Lo laman perreo, pero oiga, ?hay perros con m¨¢s tumbao! De la pista de baile jamaicana, esa s¨ªncopa emigra a la discoteca latina. Los ind¨ªgenas americanos no la practicaban. Una apropiaci¨®n latina de la m¨²sica negra se pone as¨ª de moda, en ambientes donde la violencia, el sexismo machista, la ostentaci¨®n, el narco y las pistolas son considerados como valores supremos. Ah¨ª adquiere prestigio provocador y los medios de comunicaci¨®n la transforman en mercanc¨ªa internacional. Todo eso recuerda el proceso de otras m¨²sicas negroamericanas, pero esta vez reducido a la m¨ªnima expresi¨®n. Es un fen¨®meno interesante, a la vez que amenazador, porque con ¨¦l emergen las capas sociales olvidadas de Am¨¦rica. Llevado al mainstream de la m¨²sica comercial y la discoteca es basura sonora. Pero no olvidemos que nuestros abuelos dec¨ªan lo mismo del rock. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando int¨¦rpretes, productores y consumidores del g¨¦nero empiecen a necesitar otra cosa?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.