Donde esperan los habitantes que dan color al Mediterr¨¢neo
Enclavado en el parque natural de la Albufera, el parador de El Saler ejerce como un centro de interpretaci¨®n de este humedal en el que habitan 300 especies de aves, por donde dar un paseo en barca para ver la puesta de sol y punto referencial de la paella, un plato donde cabe todo un paisaje
El restaurante del parador de El Saler (Valencia) es modern¨ªsimo, sirve paella para cenar. Ubicado dentro del parque natural de la Albufera, permite a los visitantes de fuera y a los nacionales osados pedir arroz por la noche en contra de las advertencias de los habitantes de la terreta: ¡°Son carbohidratos. Tiene almid¨®n y puede dar sed. Es algo que solo hacen los extranjeros¡¡±. Sea a mediod¨ªa o antes de ir a la cama ¨Chay tradiciones que se pueden revisar¨C, delante de este plato aut¨¦ntico y de nivel se entiende todo lo que sucede alrededor. Los campos de arroz anegados que rodean la Albufera, un lago de agua dulce contiguo al Mediterr¨¢neo, proveen alimento a 300 especies de aves. Pueblos como El Palmar viven de su cultivo y de los visitantes que van a comer paella los fines de semana antes de dar un paseo en barca por el humedal para ver la puesta de sol. Y el parador, a trav¨¦s de la gastronom¨ªa y de actividades de conservaci¨®n del entorno en las que involucra a sus clientes, se ha convertido en un centro de interpretaci¨®n de este parque natural tocado por una luz tamizada todo el oto?o.
Dentro del parador
El parador tiene una gran responsabilidad. Lo sabe y est¨¢ convencido de ello su director, Francisco Contreras, que suma 15 a?os al cargo repartidos en dos etapas. El hotel est¨¢ dentro de un parque natural y debe ser el primero en ¡°no solo velar por su sostenibilidad, sino su regeneraci¨®n¡±, explica Contreras, porque con conservar no es suficiente, hay que mejorar lo existente, y contarlo. ¡°Antes ya lo hac¨ªamos, ahora tambi¨¦n lo comunicamos¡±, remarca.
Actividades para todos en un entorno natural
Visitas culturales, turismo sostenible, dinamizaci¨®n de la zona...
C¨®mo sacarle el m¨¢ximo partido a la zona en la que se ubica el parador de El Saler
El parador se ha aliado con ONG locales como Xaloc para retirar la u?a de gato, una planta al¨®ctona, y esparcir semillas de especies aut¨®ctonas para que sus ra¨ªces sujeten las dunas, una barrera natural ante temporales mar¨ªtimos. Los voluntarios que custodian en verano los huevos enterrados de la tortuga boba pueden hacer uso de las instalaciones del hotel, que tambi¨¦n les provee de comida. Se organizan liberaciones de estas tortugas una vez curadas en el Oceanogr¨¤fic de Valencia, a donde los pescadores las han llevado tras haber quedado atrapados en las redes. Los recepcionistas disponen de una gu¨ªa de aves porque si no se conserva el entorno y se da a conocer, los p¨¢jaros no vuelven. ¡°Naturaleza. Exclusividad. Sostenibilidad¡±, asegura Contreras que es lo que buscan los clientes, a los que se involucra en estas actividades. ¡°No es la temperatura, es la luz por lo que vienen¡±, abunda en la terraza del hotel, desde donde contrastan los colores esperados del cielo, el mar, el campo de golf propio y las dunas.
Todo eso a pie, en el propio parador. A diez minutos en coche se encuentra el Palmar, un pueblo hasta el que hace 50 a?os solo se llegaba en barca, hoy punto referencial del turismo de paella, tanto a ojos de los locales como de los que llegan de m¨¢s lejos. La calle principal la forman restaurantes en los que comer (?solo abren a mediod¨ªa!) este plato identitario que lleva pollo y conejo, garrof¨®n y jud¨ªa verde plana, azafr¨¢n y tomate; y pato salvaje, seg¨²n Manolo Peris, uno de los gondoleros que con la parsimonia de andar por casa conducen unas barcazas de madera por la Albufera. A Peris le gusta con pato porque abundan y ¨¦l los caza ahora en noviembre. Tambi¨¦n pesca anguila, con la que se elabora el all i pebre, un guiso bien tradicional, un argumento para volver. De El Palmar de toda la vida, aporta el sabor local a la visita.
¡ªEsos son ibis o moritos.
Peris sujeta con una mano el tim¨®n y con la otra se?ala una bandada de p¨¢jaros negros que cruza la Albufera. Tambi¨¦n apunta a una garza real que levanta el vuelo por encima de las ca?as. La excursi¨®n no consiste en un safari ornitol¨®gico ¨Cde eso se encargan otros¨C, el plan es buscar el sol, despacio y casi en silencio, arrullado por la templada corriente de este lago de 9 kil¨®metros de largo por 11 de ancho. Dos j¨®venes londinenses, Jacob Knight y Tia Phillips, que se han acercado desde Valencia a pasar el d¨ªa, sacan el m¨®vil porque la luz cada vez es m¨¢s tenue. El pasaje aplaude. Buscaban que se pusiera el sol y se ha puesto.
Descubrir el marjal a trav¨¦s de sus habitantes
Los visitantes interesados en el avistamiento de p¨¢jaros quedan al amanecer con Virgilio Beltr¨¢n, uno de los expertos que forma parte de la Asociaci¨®n de Gu¨ªas de Birding de la Comunidad Valenciana. ¡°Comienza el safari, esto no es como el Bioparc [un zoo de Valencia], aqu¨ª hay que ir a buscar a los p¨¢jaros¡±, anuncia est¨¦ bi¨®logo de formaci¨®n. Noviembre es buen momento, pues hay especies regulares y divagantes en su camino hacia ?frica. El 75% de sus clientes son extranjeros, afirma. El 35% de las reservas del parador son internacionales.
Marim¨¦, Carlos y Bego?a recomiendan
En la carretera de Alfafar, que tiene un arc¨¦n grande para dejar el coche, se pueden ver flamencos que se posan en los campos de arroz en busca de gusanitos. Hacen un ruido estrepitoso y ver sus alas rosas desplegadas cuando echan a volar no se paga con dinero.
Marim¨¦ Marco
¡®Caddie master¡¯ 23 a?os en Paradores
Desde Cullera, desde la parte de abajo del pueblo, empieza una ruta ascendente de 14 kil¨®metros muy bien se?alizada. Te conduce al castillo de la localidad, que est¨¢ en un alto y es muy chulo, est¨¢ muy bien conservado. Seg¨²n se sube se va viendo el mar.
Carlos Ord¨®?ez
¡®Caddie master¡¯ 39 a?os en Paradores
Desde Sueca, que est¨¢ a 17 kil¨®metros del parador, empieza una ruta para caminar entre campos de arroz que te conduce hasta la Muntanyeta del Sants en media hora. De camino conviene fijarse en los ullals, unos manantiales de agua que brotan del suelo.
Bego?a Martorell
Recepcionista 11 a?os en Paradores
Beltr¨¢n ensalza el birding porque le apasiona, porque es su profesi¨®n y porque supone una alternativa al turismo de sol y playa. Hace sol y la playa est¨¢ cerca pero la idea es, ¡°con las aves como leit motiv¡±, aprender que el crecimiento demogr¨¢fico de los siglos XVIII y XIX propici¨® que los campos de arroz le fueran ganando terreno a la Albufera para obtener alimento; sorprenderse al ver la Muntanyeta del Sants, un promontorio en medio de los arrozales que tiempo atr¨¢s constitu¨ªa una isla en el Mediterr¨¢neo porque la Albufera, hoy un laguna de agua dulce, era un golfo, parte del mar; o incluso advertir con los prism¨¢ticos en la lejan¨ªa las letras de la monta?a de Cullera a modo Hollywood. Los m¨¢s pajareros registran en una libreta el n¨²mero de especies diferentes que avistan, los que van a pasar un rato agradable al aire libre en un entorno poco habitual simplemente disfrutan.
¡ªEl calam¨®n es muy t¨ªmido. A veces se los ve en el ullal [un manantial], pero no siempre. Buscan aguas de primer¨ªsima calidad.
La estrella al empezar la visita son los flamencos porque todo el mundo los conoce y porque comen artemia salina, un crust¨¢ceo peque?o que les otorga el color rosa. A medida que se va pajareando, cobra inter¨¦s el avistamiento del calam¨®n, porque es un gallo azul. Todav¨ªa existe mucho margen de crecimiento en el birding, sostiene Beltr¨¢n. El parador contribuye a ello al ser una de las actividades que m¨¢s recomienda y m¨¢s gusta.
¡°En Espa?a somos m¨¢s de escopeta que de prism¨¢ticos¡±, se lamenta el gu¨ªa, en el centro de interpretaci¨®n Rac¨® de l¡¯Olla. Por cada 100 pajareros en Reino Unido, hay 2 en Espa?a, cuenta. Las visitas para los iniciados suelen acabar a mediod¨ªa, el ¨²nico momento en el que los valencianos se atreven a encargar una paella. A los de fuera se les permite todo. En el parador bien lo saben.