Chile presenta al sucesor de Salas
Navia, escudado por un extraordinario Montecinos, destroza a Ecuador (1-4) en el arranque de la Copa
El equipo que dirige Hern¨¢n G¨®mez asumi¨® los galones del duelo. Agarr¨® la pelota y se la puso a tocar de un costado a otro del campo, siempre a ritmo lento y paso cadencioso, para intentar descolocar as¨ª el entramado defensivo que prepar¨® Chile. La f¨®rmula, m¨¢s all¨¢ de dos o tres incursiones a golpe de recortes del lateral De la Cruz, apenas surti¨® el efecto. Ecuador tocaba a tocaba en tierra de nadie, en lo que constitu¨ªa una invitaci¨®n formal al rival a abandonar su trinchera, pero Chile no acud¨ªa. Aguantaba y aguantaba atr¨¢s, y esperaba su momento.
Si Ecuador lo hac¨ªa todo al paso, sin ninguna velocidad, Chile mov¨ªa sus escasas posesiones a toda pastilla. En cuanto agarraba el bal¨®n, lo lanzaba hacia arriba, por donde aparec¨ªan los supers¨®nicos Maldonado y Navia para hacer da?o. As¨ª fabric¨® Chile su primer gol, a trav¨¦s de una contra fulgurante a la que el adversario no supo c¨®mo responder.
En la segunda parte, Ecuador busc¨® dar m¨¢s mordiente a su dominio. La presencia de Obreg¨®n dio beneficios, tambi¨¦n la marcha del l¨ªder Aguinaga, que jug¨® andando y escondido, dando se?ales alarmantes de haber entrado en su decadencia como futbolista. Y jug¨® a favor de Ecuador el exagerado conservadurismo sobre el que Chile se tumb¨® para conservar su renta. De la combinaci¨®n de factores, sali¨® el gol del empate. Hermos¨ªsimo, a partir de una chilena de Chal¨¢ tan espectacular como irregular: la cabeza de Reyes a punto estuvo de acompa?ar al bal¨®n en su viaje a la red.
Pero tras el 1-1, Chile volvi¨® a actuar. Y ya no s¨®lo con la supers¨®nica velocidad de sus puntas, sino tambi¨¦n aportando presi¨®n, concepto muy extendido en Europa pero que no se suele ver demasiado en Am¨¦rica, y mucho menos ayer. Otra combinaci¨®n Navia-Montecinos trajo el segundo gol, que cerr¨® el partido. Al momento, Ecuador se qued¨® con diez y desapareci¨®. Fue entonces cuando Pedro Garc¨ªa ense?¨® otro monumento en su ataque, Corrales, ya no tan agresivo como sus compa?eros pero todo un virtuoso.
La cosa termin¨® en goleada y encumbrando a Chile hacia su primera victoria. Su orden defensivo le dio resultado, pero sobre todo su dupla atacante.
Navia, peque?o y dif¨ªcil de adivinar, corre y pelea; Montecinos, corpulento, mezcla una capacidad extraordinaria para proteger la pelota con una inteligencia soberana para descubrir los espacios vac¨ªos. Cada uno con sus cualidades, ambos con gol en la sangre, Navia y Montecinos redimieron a Chile de sus penas y la lanzaron al triunfo.
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