Un grandull¨®n con encanto
Simoncelli era un bocazas simp¨¢tico, tan bonach¨®n como amable, dispuesto a regalar una sonrisa a cualquiera.- Tras 10 a?os en el circuito, dej¨® un aut¨¦ntico reguero de l¨¢grimas por el 'paddock'
Era un bocazas. Pero uno de esos simp¨¢ticos, de los que se mete en charcos por bonach¨®n, siempre dispuesto a pararse a charlar, a conceder un saludo amable, a regalar una sonrisa o provocarla. Sus rizos al viento, no especialmente bien peinados, salvo cuando se los sujetaba con un gran turbante, y sus andares desgarbados, los de un tipo alto y grande, eran una met¨¢fora perfecta de sus maneras a la hora de desenvolverse en la pista y en la calle. No hab¨ªa grandes diferencias entre uno y otro, tan transparente era Marco Simoncelli (Cattolica, Italia; 24 a?os). Falleci¨® en el circuito de Sepang y dej¨® tras de s¨ª un reguero de l¨¢grimas. 10 a?os recorriendo el mundo de circuito en circuito dan para hacer, cuanto menos, muchos conocidos. Y todos los que le conoc¨ªan le lloraron, porque era, como dir¨ªa Carmelo Ezpeleta, "uno de los nuestros".
Simoncelli era uno de los mejores pilotos de la parrilla de MotoGP. Un t¨ªo r¨¢pido, muy r¨¢pido, que sum¨® dos pole position este curso y sali¨® hasta en siete ocasiones desde la primera l¨ªnea de la parrilla. Logr¨® su primer podio en la categor¨ªa reina en la Rep¨²blica Checa el pasado agosto, y su primer segundo puesto la semana pasada en Australia. Su envergadura y su fuerza le daban la posibilidad de manejar aquel aparato de 150 kilos de peso como si bailara un vals con una moto de juguete; adem¨¢s, su corpulencia le permit¨ªa entrar a la batalla siempre con las de ganar: agresivo en el cuerpo a cuerpo y valiente cada vez que ve¨ªa una peque?a rendija por la que colarse, se cultiv¨® algunas enemistades entre sus rivales, que le echaron en cara sus modos algo rudos cuando se apagaba el sem¨¢foro.
Sin embargo, Simoncelli, que hab¨ªa ido puliendo su formas temerarias en las categor¨ªas inferiores, tras roces sonados con pilotos como Barber¨¢ o Bautista, no era m¨¢s arriesgado que otros genios del motociclismo, su gran amigo Valentino Rossi, por ejemplo. "Si veo una posibilidad de adelantar, lo intento siempre. Me lanzo con el coraz¨®n contra cualquier obst¨¢culo", dec¨ªa ¨¦l en una entrevista del pasado junio a EL PA?S. El italiano, apodado Supersic, andaba buscando los l¨ªmites de su Honda y de su pilotaje y rodaba demasiado por los suelos en estos sus inicios en MotoGP. Pero desde su podio en Brno, pareci¨® haber encontrado el rumbo: tras una mala carrera en Indian¨¢polis, encaden¨® tres cuartos puestos y un segundo. Hab¨ªa dejado de andar a trompicones por la pista, empezaba a encontrar su sitio. Hasta que lo perdi¨®.
Formaba parte de esa generaci¨®n que se form¨® a lomos de min¨²sculas minimotos, y ya de peque?o andaba a la gre?a con Andrea Dovizioso. "Siempre iba al m¨¢ximo, se hab¨ªa ca¨ªdo muchas veces, pero sin tener lesiones importantes, como si fuera invulnerable. Lo que ha pasado parece imposible", dec¨ªa su compatriota. Gan¨® el campeonato de Europa de 125cc en el 2002, al tiempo que empezaba a asomar la cabeza por el mundial. Salpic¨® sus inicios con unas cuantas victorias hasta que lleg¨® el 2008, a?o en el que logr¨® seis victorias, las primeras en 250cc, y se apunt¨® el Mundial. Contaba jocoso Giampiero Sacchi, su director deportivo en Gilera, que dej¨® de cortarse el pelo aquel a?o, cuando empez¨® a ganar, y ya nunca m¨¢s lo volvi¨® a lucir corto. "Era como Sans¨®n", dec¨ªa.
Fue uno de los mejores debutantes en MotoGP el curso pasado y estaba llamado a ser uno de los grandes en el futuro, apadrinado por un Valentino Rossi que siempre le profes¨® un cari?o inmenso. Simoncelli, ocho a?os m¨¢s joven, le idolatraba, como antes hab¨ªa hecho con Kevin Schwantz y Eddie Lawson. Claro que su ¨ªdolo se convirti¨® en su amigo y confidente, y en su rival en la pista. As¨ª era su vida, de ensue?o. La vida, sin complicaciones de un tipo que era feliz corriendo en moto, y que, iron¨ªas de la vida, no tem¨ªa alcanzar los 300 kil¨®metros por hora, pero no se atrev¨ªa a hacerse un tatuaje por p¨¢nico a las agujas, ni pod¨ªa ver una pel¨ªcula de miedo, a petici¨®n de su novia, Kate, sin taparse con un coj¨ªn para evitar las escenas m¨¢s terror¨ªficas. Ese era Marco, un grandull¨®n encantador.
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