Un poder intocable
En mitad de la tormenta y sin rivales temibles, Usain Bolt recupera la corona mundial de los 100 m sin bajar de 9,70s
Una tormenta el¨¦ctrica se abri¨® en el cielo del Luzniki minutos antes, cuando con frialdad de ganadora habitual Tirunesh Dibaba dejaba llorando en la ¨²ltima vuelta a la japonesa que la hab¨ªa llevado de la mano, a su ritmo regular, confortable, durante 9.600 de los 10.000 metros y ganaba su tercer Mundial. Rayos, alg¨²n trueno de fuego y, finalmente, lluvia caliente y Bolt en la pista. El ambiente que hab¨ªa faltado horas antes, d¨ªas antes, se precipitaba as¨ª, extempor¨¢neo para crear de la nada el clima de las grandes ocasiones. El clima, dice ¨¦l, Bolt, el maestro, que le hace exaltarse, trascenderse. La tormenta. La gran competici¨®n. La atenci¨®n del mundo fija en sus zapatillas, en sus zancadas. En su victoria. Esto ocurri¨® solo en la final, claro, en los 9,77s que tard¨® en recuperar el t¨ªtulo mundial de la distancia m¨¢s simb¨®lica que hab¨ªa perdido hace dos a?os por una salida nula. En la semifinal, un par de horas antes, ni eso, ni tormenta, ni lluvia, ni tensi¨®n: otra pr¨¢ctica m¨¢s de salida y 10 metros de aceleraci¨®n, y un par de gui?os amistosos con Rodgers, que le quiso apretar hasta el final con su zancada m¨ªnima y tan r¨¢pida como un molinillo.
Pero pese a eso, pese a todo, pese a la tormenta, pese a la lluvia, pese a la expectaci¨®n, pese a su deseo, al hambre de grandeza que, dice ¨¦l, lo dice Bolt, a¨²n le mueve, la final fue pura rutina. Un ejercicio de estilo contenido ejecutado en sus habituales 41 zancadas y media ante rivales que no le forzaron a ir m¨¢s all¨¢. Ante Justin Gatlin (segundo, en 9,85s), que es un dinosaurio del pasado (el norteamericano de 31 a?os, que fue en sus tiempos r¨¦cordman mundial, ya hab¨ªa sido campe¨®n del mundo en 2005, antes de cumplir una larga sanci¨®n por dopaje) y al que, como quien juega con un amigo a la puerta de la discoteca, como quien apuesta con ventaja, le dej¨® ir por delante hasta casi la mitad de la recta, para alargar la zancada despu¨¦s y clavarlo. Ante Nesta Carter (tercero, en 9,95s), que es su viejo paisano-enemigo, su compa?ero de medallas habitual en los relevos cortos, el representante del club rival, el del suspendido Asafa Powell, en su Jamaica aislada. Ante gentes nuevas, como su amigo y compa?ero de entrenamientos Kemar Bailey-Cole, de 21 a?itos y tan alto como ¨¦l, que fue cuarto; ante otro jamaicano met¨¢lico, Nickel Ashmeade, un armario de m¨²sculos que se entrena en Florida con Tyson Gay, otro de los grandes suspendidos por dopaje; ante el diminuto Mike Rodgers, un tipo de 60 metros con un muelle de dinamita en los pies para salir, pero que lleg¨® agotado a la final; ante Lemaitre, el Bolt blanco, el franc¨¦s gigante, que encima se lesion¨®¡ Rivales que en ning¨²n momento pensaron que podr¨ªan ganarle.
Pero pese a eso, pese a la tormenta, pese a la lluvia, pese a la expectaci¨®n, pese a su deseo, al hambre de grandeza que, dice Bolt, a¨²n le mueve, la final fue pura rutina
Esta es la velocidad mundial. Esto es lo que ha dejado Bolt en pie despu¨¦s de cinco a?os de dominio absoluto, de ejercicio intocable de poder. Esto es lo que queda, la resaca de los excesos y Bolt, generoso, siempre en pie. La pasi¨®n la ponen los aficionados.
Cuando le hablan de declive a Bolt, que ya tiene casi 27 a?os, el jamaicano gigante responde hablando de r¨¦cords, de que el empacho de t¨ªtulos (seis oros ol¨ªmpicos ya, sin tacha en Pek¨ªn y en Londres, 100, 200 y relevo en ambos; ocho medallas mundiales ya, dos de plata, la del 200 del 2007 tras el triste Gay ahora y la del relevo de aquel a?o tras EE UU, y seis de oro, tres en Berl¨ªn y dos en Daegu, donde la salida nula), de que la lejan¨ªa de R¨ªo 16, donde tendr¨¢ 30 a?os y dudas, le obliga a intentar correr cada vez m¨¢s r¨¢pido, la ¨²nica motivaci¨®n para entrenarse con ganas. Cuando habla de r¨¦cords, sin embargo, solo habla de la distancia que m¨¢s ama, los 200 m, en los que no solo se trata de salir r¨¢pido y correr a tope sin parar, sino de medir, de sentir, de saber mantener la velocidad durante el doble de tiempo. Habla entonces de bajar de 19s, de la leyenda¡ Como si los 100 fueran un engorro, un paso necesario pero tedioso, qu¨¦ fastidio.
Bolt gan¨® su segundo Mundial de 100 m con unos 9,77s (lluvia suave en el anochecer moscovita, viento solo 0,3 metros por segundo en contra), que son la novena mejor marca de su carrera, una marca de las que habitualmente hace en los m¨ªtines, pues en los grandes campeonatos siempre se hab¨ªa cuidado de dar algo m¨¢s. Sus tres mejores marcas siguen siendo las que le dieron los oros ol¨ªmpicos y el Mundial, todas por debajo de 9,70s. Y as¨ª, si en Pek¨ªn (9,69s) y en Berl¨ªn (9,58s) bati¨® incluso el r¨¦cord mundial, en Londres pudo con el r¨¦cord ol¨ªmpico (9,63s). En Mosc¨², nada de eso. Pero no habl¨® de declive, sino de lluvia. ¡°No fue bailando bajo la lluvia¡±, ironiz¨® despu¨¦s de fingir en la salida abrir un paraguas con la mism¨ªsima gracia de Gene Kelly. ¡°Fue corriendo bajo la lluvia¡±. Y tambi¨¦n habl¨® de su gran fijaci¨®n, de la salida. ¡°Fue uno de esos d¨ªas. No fue una carrera perfecta. La salida no fue buena [no tanto por el tiempo de reacci¨®n, 163 mil¨¦simas, que fue el mismo que emple¨® Gatlin, sino por falta de rapidez y fuerza en los primeros apoyos, donde le penaliz¨® la mayor altura de su centro de gravedad frente al norteamericano]. Me siento bien, pero estoy cansado¡¡±
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