El gol del ¡®canalla¡¯
Di Mar¨ªa abre la final con un tanto tras un ¡®sprint¡¯ de 30 metros que dedica a Martino
La ciudad argentina de Rosario est¨¢ dividida por un contencioso centenario. En una mitad se agrupan los hinchas de Newell¡¯s, llamados leprosos. En la otra, los de Rosario Central, bajo el apelativo de canallas. Ambas bander¨ªas viven su identidad con extremismo. El que nace bajo cualquiera de los signos, lleva la marca de por vida y la luce en las situaciones m¨¢s insospechadas para vacilar al contrario. Como ?ngel di Mar¨ªa, que es canalla, y que, despu¨¦s de abrir el marcador en la final de Copa se acerc¨® a la banda para decirle algo a Tata Martino, el entrenador del Barcelona, que es un leproso de extendida fama. Adem¨¢s del gol, hubo algo parecido al recochineo.
Guardiola dec¨ªa que Di Mar¨ªa era, junto con Marcelo, el m¨¢s incontrolable de los jugadores del Madrid. El argentino dio el pase de gol a Cristiano en la final de 2011. Aquella fue una jugada decisiva. Como la de ayer.
De nuevo en Mestalla. Otra vez contra el Bar?a, ese rival que lo motiva, y que, como hab¨ªa previsto Ancelotti, se descompon¨ªa con facilidad si perd¨ªa la pelota. As¨ª fue cuando Isco le rob¨® el bal¨®n a Alves en el c¨ªrculo central y jug¨® con Benzema antes de que el franc¨¦s orientara el contragolpe con un pase de cirujano. Di Mar¨ªa hizo un sprint de 30 metros, conect¨® con el pase, y prepar¨® el remate mientras Alba lo hostigaba. Dud¨®, hizo algo parecido a un amague dentro del ¨¢rea rival, y sac¨® el zurdazo cruzado. Pinto se qued¨® corto en su salida, toc¨® la pelota pero no pudo evitar que golpeara a la red.
Di Mar¨ªa se form¨® como centrocampista por la derecha, en un 4-4-2 muy flexible. En defensa, actu¨® como volante interior y en ataque permaneci¨® alerta para buscar los espacios que dejaba el Barcelona entre su zaga y su medio campo. Unas veces, se abri¨® al extremo, otras avanz¨® para intentar el remate en el coraz¨®n del ¨¢rea. La funci¨®n represent¨® una variante respecto a lo que hab¨ªa hecho a lo largo de la temporada. Con Cristiano de baja por lesi¨®n y con Isco colaborando un poco m¨¢s en defensa en la banda izquierda, el argentino desempe?¨® un rol m¨¢s participativo en las maniobras ofensivas.
El argentino, hincha de Rosario Central, le dijo algo al t¨¦cnico, seguidor de su rival, Newell¡¯s
La mitad blanca de Mestalla celebr¨® el gol con un alboroto que se fue exacerbando seg¨²n progresaban los minutos de la final. Era el cuarto tanto de Di Mar¨ªa en la presente edici¨®n de la Copa, el m¨¢ximo goleador del Madrid en la competici¨®n.
Solo el intercambio del partido arranc¨® a la gente de esa procesi¨®n ociosa en la que deambul¨® durante la jornada. El ambiente en las calles de Valencia, bastante m¨¢s tibio que en otras finales, nunca anticip¨® un gran partido. Un aire de anticl¨ªmax recorri¨® a las aficiones, como si el transcurso del tiempo hubiese atenuado las expectativas y las pasiones despu¨¦s de tantos a?os de ruido alrededor de los cl¨¢sicos.
El ciclo del gran Barcelona parece concluir pero la respuesta en las bases del madridismo no acaba de verificar una euforia equiparable a la frustraci¨®n precedente. La rivalidad era estimulante para todos y con el apagamiento cul¨¦ se extinguen un poco los ¨¢nimos de sus contrapartes. De todos menos de Di Mar¨ªa, que en Mestalla mantuvo viva la llama de la agitaci¨®n de principio a fin. El zurdo vivi¨® cada momento con un fervor que no encontr¨® r¨¦plica semejante entre sus compa?eros. Su despliegue fue extraordinario, como en 2011, y, sin ir m¨¢s lejos, como en el ¨²ltimo cl¨¢sico del Bernab¨¦u. Hizo el primer gol y encarril¨® la victoria. El primer equipo en marcar hab¨ªa ganado 29 de las 36 finales disputadas. Ayer no fue una excepci¨®n. Forzado a remar contra corriente, el Bar?a acab¨® cayendo. Bale le clav¨® el estoque a falta de cinco minutos para la conclusi¨®n.
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