¡°?Qui¨¦n no tiene un amigo del Atleti?¡±
Miles de aficionados espa?oles empiezan a llegar a Lisboa y se mezclan en las calles que sufren grandes atascos
En una esquina de la plaza de Restauradores, en el coraz¨®n de Lisboa, una camarera lleva una bufanda blanca y morada del Real Madrid en bandolera; otro camarero del mismo local trata de atraerse clientes con una camiseta del Atl¨¦tico de Madrid. Exquisita neutralidad. El negocio es el negocio. Casi todos los bares anuncian la retrasmisi¨®n del partido de la final de la Champions. Hay muchos polic¨ªas por las calles, se producen atascos monumentales por la llegada de los autocares de los jugadores a los hoteles. La ciudad se prepara para la gran invasi¨®n: la extra?a avalancha de dos hinchadas procedentes, en su gran mayor¨ªa, de la misma ciudad, que viaja, en muchas ocasiones, junta, hermanada.
Tr¨¢fico lento y estaciones abarrotadas
Solo los m¨¢s madrugadores llegaron el viernes por la ma?ana a Lisboa. El grueso de los aficionados del Atl¨¦tico de Madrid y del Real Madrid que han decidido seguir la final de la Champions en la capital portuguesa lo har¨¢n entre la noche del viernes y a lo largo del s¨¢bado. Los primeros trenes ten¨ªan prevista la salida en la noche del viernes: a partir de las 22.50 los rojiblancos desde Atocha, desde las 23.30 los blancos desde Chamart¨ªn.
El otro punto caliente de la peregrinaci¨®n futbolera son las carreteras. Muchos aficionados han decidido recorrer los m¨¢s de 600 kil¨®metros que separan Madrid y Lisboa.
M¨¢s de 300 agentes de la Agrupaci¨®n de Tr¨¢fico de la Guardia Civil forman parte de este dispositivo preparado por la DGT para garantizar la seguridad de los desplazamientos a la capital lusa. Las mismas fuentes creen que entre las 4 y las 5 de la madrugada del viernes al s¨¢bado puede ser el tramo horario en que mayor n¨²mero de personas inicie el viaje.
El Atl¨¦tico ha fletado m¨¢s de 80 autobuses para sus socios. Y la red social especializada en en coches compartidos Blabacar asegura que se ha duplicado el n¨²mero de veh¨ªculos que se ofrecen para llegar a Lisboa.
La polic¨ªa portuguesa calcula que Lisboa acoger¨¢ cerca de 120.000 personas. El estadio s¨®lo tiene sitio para la mitad. El resto ver¨¢ el partido en bares, en cafeter¨ªas o en casas de amigos. La gran parte llega el s¨¢bado por la ma?ana. Pero el viernes, a las cinco de la tarde, caminaban ya de avanzadilla por la plaza del Rossio cinco tipos con bufandas del? Atleti y sonrisa de quien se ve vencedor. Uno de ellos, Julito El Verbenas, por edad, vio por la televisi¨®n la m¨ªtica final del Atl¨¦tico de Madrid con el Bayern de M¨²nich en 1974. Los otros son todos cuarentones y no se acuerdan de aquel legendario partido. Todos tienen entrada menos uno: Juan Carlos, de 48 a?os, tiene previsto acercarse al estadio poco antes de que comience el partido y tratar de ara?ar a un reventa una entrada a menos de 300 euros. Incluso esperar¨¢ a que empiece el partido para forzar el precio.
Cerca, en la Pra?a da Figueira, lugar de encuentro de la hinchada del Real Madrid, un grupo de seis hinchas escucha a una mujer portuguesa dar explicaciones de algo: tres son del Real Madrid, tres del Atletico de Madrid, ninguno tiene entrada y la chica portuguesa, a la que contactaron por medio de un conocido, les alquila un lugar en su casa por 25 euros por persona y d¨ªa. De a?adidura, y gratis, les ense?a la ciudad. Tambi¨¦n tratar¨¢n de conseguir algo en la reventa, pero la intenci¨®n m¨¢s parece una excusa para haberse acercado a Lisboa desde Madrid que una esperanza fundada.
A unos metros al sur de la ciudad, en la Pra?a do Terreiro do Pa?o, donde la UEFA ha instalado un conjunto de actividades recreativas, cinco hombres y un ni?o lo miran todo con ojos de turista encantado. Han llegado juntos desde Madrid, en una furgoneta. Se alojan en Estremoz, una localidad portuguesa a 180 kil¨®metros de Lisboa, a 150 euros la noche. ¡°Un hotel que en su vida se ha llenado¡±, dice gui?ando el ojo Roberto Guti¨¦rrez, de 45 a?os, socio del Real Madrid. Todos tienen entrada. Uno de ellos, Paco Laranque, con la camiseta atl¨¦tica con el nombre de Villa a la espalda, abraza al chico, Miguel Laranque, de 13 a?os, su hijo, que luce una camiseta firmada por Cristiano Ronaldo. Cerca, en una terraza, un seguidor del Atl¨¦tico y otro del Real Madrid, que tambi¨¦n han viajado juntos, se toman una cerveza al sol. La polic¨ªa portuguesa ha desaconsejado la instalaci¨®n de pantallas gigantes en las calles por razones de seguridad, porque es imposible separar a las dos aficiones. Es cierto: es imposible separarlas. Guti¨¦rrez, el hincha del Real Madrid que ha llegado en furgoneta, lo sabe, y mirando sonriente y satisfecho al de la camiseta de Villa, que a su vez es padre del adolescente del Madrid, dice: ¡°Hemos venido juntos y nos volveremos juntos, claro. ?Qui¨¦n no tiene un amigo del Atleti?¡±.
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