Supersticiones
No he encontrado un brasile?o que no desarrolle una peque?a, ¨ªntima o compartida superstici¨®n los d¨ªas de los partidos cruciales y, paralelamente, no he visto pueblo que exija m¨¢s a su equipo
Conozco a una mujer que cada vez que juega Brasil se pone la misma camiseta para atraer la buena suerte y que se la va poner mientras Brasil siga en el Mundial. Hay un periodista joven que colg¨® en Facebook la foto de una vela que encomend¨® a no s¨¦ qu¨¦ santo y que, convencido de que la cosa funcion¨®, promete encenderla, de forma id¨¦ntica, en cada partido; hay otro que no ve los partidos con sus amigos de toda la vida porque una vez lo hizo y perdieron y ya nunca jam¨¢s¡; s¨¦ de qui¨¦n contempl¨® el partido de Brasil contra M¨¦xico en la misma inc¨®moda posici¨®n, medio inclinado en el sof¨¢, a¨²n con riesgo de contraer tort¨ªcolis o una contractura, convencido de que en cuanto cambiara de postura los mexicanos marcar¨ªan y a ver qui¨¦n se lo explica a los dem¨¢s que por mi culpa¡; s¨¦ de otro que reconven¨ªa a un compa?ero de trabajo porque se fue al ba?o en el momento justo en que Croacia marc¨® y que le conmin¨® a partir de entonces a ver los partidos meado desde el principio para no levantarse de la silla y salir de la oficina y conjurar la mala suerte, hombre, que pareces nuevo.
Y as¨ª.
No he encontrado un brasile?o que no desarrolle una peque?a, ¨ªntima o compartida superstici¨®n los d¨ªas de los partidos cruciales de su selecci¨®n. Y que no la ponga en pr¨¢ctica resueltamente, sin ning¨²n embarazo y que no la publicite. As¨ª, los partidos son un cruce alucinante y muy divertido de pr¨¢cticas rituales.
Y yo no me lo creo, pero hasta dicen que Pel¨¦ es algo gafe y que basta que ¨¦l pronostique un resultado, o un ganador, para que no se cumpla, con lo que supongo que el delantero m¨¢s genial de la historia del f¨²tbol se cuida m¨¢s de la cuenta a la hora de aventurar resultados.
Paralelamente, no he visto pueblo que exija m¨¢s a su equipo. D¨ªas despu¨¦s del empate con M¨¦xico (que ya lo firmar¨ªa la Espa?a exhausta de hoy), una dentista de 64 a?os conversaba sobre el juego con su ayudante. Durante media hora, lo que dur¨® el empaste, y mientras el cliente permanec¨ªa con la boca abierta por razones odontol¨®gicas y admirativas, la dentista-abuela y su ayudante no dejaron ni un momento de poner a caldo al equipo de Brasil ante el hecho inusitado de no haber sido capaz de marcar un gol a los mexicanos durante 90 minutos. S¨¦ que al cliente le hubiera gustado intervenir y replicar que el adversario tambi¨¦n juega, se?oras, y a?adir que el portero mexicano se convirti¨® en una suerte de muralla china del balompi¨¦ esa tarde m¨¢gica y despej¨® varios balones que en cualquier otro partido habr¨ªan acabado convirti¨¦ndose en gol. Pero tambi¨¦n s¨¦ que no les habr¨ªa convencido.
Le exigimos a la selecci¨®n lo que ahora estamos empezando a exigirle al pa¨ªs¡±, dice una vecina de S?o Paulo
¡°Nos acostumbraron mal. La selecci¨®n es nuestra tregua, es lo que siempre hemos hecho de bueno. Hemos sido campeones cinco veces. Por eso les exigimos siempre y si no ganan nos sentimos tan mal. Le exigimos a la selecci¨®n lo que ahora estamos empezando a exigirle al pa¨ªs¡±, dec¨ªa hace poco una vecina de S?o Paulo.
Aunque, si uno lo piensa bien, es normal que quien es capaz de ver el partido en la misma postura torcida e inc¨®moda o quien se sacrifica y no lo ve con sus amigos de infancia porque as¨ª cree ayudar a la causa reclamen a sus jugadores algo que va m¨¢s all¨¢ del sacrificio y de la suerte: la victoria.
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