Momentos estelares
El maestro Jorge Luis Borges no entend¨ªa que el f¨²tbol fuera una actividad tan popular... L¨¢stima no haberle conocido
![Kevin-Prince Boateng (Ghana) y su hermano Jerome (Alemania).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/WY3MXP4WBYTSNYO3F6R53ZL3JU.jpg?auth=60163d4b284cab8d6216c5ddcfc15f58eddc1e66ab2bcddc4a0869efc9d3e14e&width=414)
Pues, en principio, s¨ª. El f¨²tbol consiste en 22 individuos que corren detr¨¢s de una pelota (o delante, ojo). Dicha definici¨®n es tan irrefutable y tan exenta de sutileza como afirmar que el oc¨¦ano es mucha agua junta. Jorge Luis Borges, que profes¨® la fascinaci¨®n por los cuchilleros, tild¨® en su d¨ªa el f¨²tbol de agresivo y desagradable. No entend¨ªa que fuera una actividad popular. L¨¢stima no haber conocido al maestro. Habr¨ªamos podido explicarle, incluso en hex¨¢metros si ¨¦l as¨ª lo hubiera requerido, lo que entienden sin dificultad millones de seres humanos en todo el mundo.
Por ejemplo, cierta variante de la plenitud que usualmente denominamos belleza. Belleza entendida como perfecci¨®n de las cosas en su armon¨ªa y trazo excelente, susceptibles por ello de agradar los sentidos, y que con frecuencia culminan en un desenlace venturoso. Se enfrentan en batalla deportiva Australia y Holanda, amarillos y azules. Y un jugador australiano llamado McGowan recibe un pase cerca del c¨ªrculo central. No piensa, no premedita ni calcula, sino que obedeciendo a un impulso intuitivo chuta el bal¨®n hacia el ¨¢rea del rival. El bal¨®n describe una larga y veloz curva parab¨®lica por el aire. Sin que toque el suelo, Tim Cahill (otro poeta) le arrea en el punto id¨®neo de su carrera un potente zapatazo, a consecuencia del cual el bal¨®n emprende un nuevo vuelo en arco, lo suficientemente pronunciado como para que el portero holand¨¦s no lo pueda atrapar, si bien lo intenta mediante una estirada que a¨²n hace m¨¢s hermoso el lance. El bal¨®n se estrella contra la cara inferior del travesa?o y, al modo de unos ringorrangos de r¨²brica caprichosa, se pone a dar botes dentro de la porter¨ªa. Gol que no sirvi¨® al equipo de Australia m¨¢s que a un hombre contemplativo los rosas y morados del atardecer.
![Serey Die.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/B57FUDPD5Q4FFTG36RSYHTNHJA.jpg?auth=d3be9b5c3f65850156823ec1a4ce752da33a6e9d486decdacfe0d55f10eb94bb&width=414)
Por ejemplo, tambi¨¦n, las emociones que no admiten testigo indiferente, ni siquiera ante la pantalla de un televisor situado a miles de kil¨®metros de distancia. Suena el himno nacional de Costa de Marfil. ?Y por qu¨¦ llora ese jugador? Su nombre: Serey Die. Las primeras reacciones en las redes sociales son crueles. ?C¨®mo se puede sucumbir de tan pueril manera al patriotismo? Corre poco despu¨¦s un rumor que da lugar a un alud mundial de condolencias. Cuentan que dos horas antes de empezar el partido, al jugador le han notificado el fallecimiento de su padre. Tampoco es verdad. La verdad es, como ocurre a menudo, mucho m¨¢s sencilla pero no por ello menos emocionante. Mientras suenan los compases del himno, al jugador se le ha hecho presente la dura vida que le ha tocado llevar y considera conmovido que estar all¨ª, en aquel campo de f¨²tbol brasile?o, es un grandioso obsequio de la fortuna. Unos agradecen que en la tierra haya m¨²sica y Stevenson. El chico moreno y yo agradecemos igualmente que haya f¨²tbol.
Por ejemplo, el h¨¦roe ca¨ªdo, el campe¨®n que ha levantado copas y ha contribuido con sus triunfos a proporcionar instantes de felicidad a numerosa gente y que ahora es la imagen viva de la derrota. El portero postrado de rodillas sobre el c¨¦sped, empapado de lluvia y desaliento, quiz¨¢ de insultos, solo ante la muchedumbre vociferante y la pi?a celebratoria de futbolistas holandeses alborozados. Iker Casillas, que en un gesto de nobleza pide con sosiego perd¨®n por sus fallos y muestra as¨ª la enorme talla moral que adorna su persona.
?Y c¨®mo no mencionar el pundonor de un futbolista a quien apenas unas semanas antes hab¨ªamos visto abandonar en silla de ruedas el hospital donde hab¨ªa sido operado? Luis Su¨¢rez es su nombre. ?l mismo nos ha contado que concibi¨® dos sue?os. Los dos se cumplieron. El primero, levantarse, recobrar la forma f¨ªsica en breve plazo y defender la camiseta celeste de Uruguay; el segundo, meter dos goles a Inglaterra, el pa¨ªs en cuya liga ejercita sus prodigiosas cualidades.
?Y pasar por alto el abrazo de los hermanos Boateng al final del partido Alemania-Ghana, uno de los m¨¢s intensos que se han disputado en la presente Copa Mundial? Hermanos de padre, nacidos en Berl¨ªn, se hicieron futbolistas en las llamadas jaulas de barrio, unas vallas altas de alambre que encierran un reducido espacio de arena y piedras con dos porter¨ªas m¨¢s propias del balonmano que del f¨²tbol. Dos hermanos que se quieren y respetan salvo, dicen, durante los partidos en que les toca enfrentarse, ya sea con sus respectivas selecciones nacionales, ya sea con sus respectivos equipos de la Bundesliga.
Y de verdad entra?able, causa de risue?a ternura, fue el fallido salto de campana de Miroslav Klose tras su gol contra Ghana, con el que, por cierto, igual¨® el r¨¦cord de Ronaldo Naz¨¢rio como m¨¢ximo goleador mundialista. El Opa (abuelo) Klose ya se lesion¨® una vez al celebrar de forma acrob¨¢tica un gol y el entrenador le prohibi¨® repetir la pirueta. Pero el otro d¨ªa se olvid¨®, en un instante de euforia, de sus 36 a?os y estuvo en un tris de deslomarse. Klose, como tantos otros que se ignoran, est¨¢n salvando al mundo o, por lo menos, al f¨²tbol. Es lo que me habr¨ªa gustado decirle al maestro Borges.
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