Con Sagan, el arcoiris brilla en Flandes

Como los grandes campeones, como Louison Bobet, como Rik van Looy y como Eddy Merckx, casi en la prehistoria, y como Tom Boonen hace justamente 10 a?os, Peter Sagan honr¨® su t¨ªtulo de campe¨®n del mundo, su maillot arco¨ªris que brill¨® en una tarde de cielo azul, ni una nube, y calor, con una victoria espl¨¦ndida, plena de inconformismo y fuerza, en el Tour de Flandes del centenario.Celebr¨® su primer monumento ciclista con un caballito de ni?o feliz nada m¨¢s cruzar la l¨ªnea de meta para jolgorio del p¨²blico alegre, que se olvid¨® de que en la pantalla gigante Cancellara y Vanmarcke llegaban derrotados.

Una semana despu¨¦s de su victoria en la Gante-Wevelgem, la cl¨¢sica del aperitivo, el eslovaco se impuso en solitario despu¨¦s de que un ataque de su amigo Michal Kwiatkowski rompiera la carrera a 32 kil¨®metros de la llegada, camino del 16? de los 18 montes que marcan como un viacrucis el campeonato del mundo de los flamencos. En el siguiente monte, el segundo paso por el Viejo Quaremont, Sagan rompi¨® al polaco, su antecesor con el arco¨ªris, y se fue solo con Sepp Vanmarcke, resistiendo el ¨²ltimo aliento de Fabian Cancellara, que buscaba despedirse de su carrera favorita con una cuarta victoria que nadie ha conseguido en la historia. En el ¨²ltimo monte, el Paterberg, una escalera de adoquines a 13 kil¨®metros de la llegada, Sagan ya se fue solo, libre, due?o del viento y de su destino. Cancellara termin¨® segundo y Vanmarcke, tercero.

En la lista de dorsales del 100? Tour de Flandes solo hab¨ªa seis ciclistas espa?oles, y no de los mejores, y algunos de ellos con la mirada de aquellos condenados a pelotones de castigo. Solo alguno, como el veterano navarro Imanol Erviti, la afront¨® con el esp¨ªritu que se les supone a los guerreros de Flandes, en cuyo honor y para construir alrededor de su ejemplo la identidad nacional se cre¨® en 1913 la carrera: feroces en la batalla aunque lentos en su puesta en acci¨®n, capaces de soportar el fr¨ªo y el calor y de sufrir m¨¢s que los dem¨¢s, y llevan una vida asc¨¦tica en la que solo la bicicleta y los entrenamientos importan. Fue tarde de calor en Flandes, y Erviti, en su d¨¦cimo Tour de Flandes, honr¨® su deseo: entr¨® en la fuga y la prosigui¨® con coraje. Fue el ¨²ltimo que resisti¨® a la llegada de los grandes a la caza de Sagan, hasta el ¨²ltimo monte, el segundo paso por Paterberg. Y despu¨¦s no baj¨® los brazos sino que hasta tuvo el coraje para esprintar plet¨®rico por la s¨¦ptima plaza. "Este d¨ªa es como un homenaje para m¨ª", dijo, a¨²n entusiasmado, Erviti, de 32 a?os. "Es una maravilla haber vivido esto".

Alergia espa?ola

El Tour de Flandes cumpli¨® 100 a?os y Juan Antonio Flecha, el ¨²nico espa?ol que se ha subido a su podio se qued¨® en su casa de Castelldefels. Con un cierto desapego ligado, seguramente, al paso de los a?os, ha declinado la invitaci¨®n de la carrera para celebrar el centenario en Brujas. Tiene mucho que estudiar (est¨¢ en tercero de marketing e investigaci¨®n de mercado) y, adem¨¢s, es m¨¢s c¨®modo comentar la carrera para Eurosport desde un estudio en Barcelona que en Oudenaarde, el feo pueblo azotado por el viento en el que se instala la meta. No estuvo Flecha, el ciclista que, con Pedro Horrillo, la d¨¦cada pasada puso de moda De Ronde, como dicen los puristas de ahora, entre los aficionados espa?oles que peregrinan a Flandes el primer domingo de abril con banderas amarillas ornadas de un le¨®n rampante de garras negras, el emblema del orgullo y el independentismo flamencos.

Tampoco estuvo Alejandro Valverde, el mejor clasic¨®mano espa?ol, que, casi con 36 a?os, durante unos meses acarici¨® la idea de ampliar su abanico de victorias, tan impresionante en la B¨¦lgica francesa con tres Liejas y tres Flechas, con una incursi¨®n en Flandes, su fr¨ªo, sus montes de pav¨¦s biselados y nombres terribles de m¨²ltiples vocales y consonantes, Koppenberg, Taaianberg, Oude Kwaremont, su viento cambiante en las cimas de estrechas carreteras. El anuncio de la aventura lo acogi¨® la afici¨®n con curiosidad y cierta expectaci¨®n. Hace dos semanas, la v¨ªspera de embarcarse hacia B¨¦lgica y sus carreras de aperitivo y aclimataci¨®n, Valverde y Eusebio Unzue, su director en el Movistar, cambiaron de opini¨®n. No a procesos desconocidos que pueden poner en peligro la Lieja de siempre y el Giro en el que debutar¨¢ en mayo; no a largas tardes de anochecer temprano en aburridos hoteles belgas, donde solo disfrutan los que no tienen problemas para hincharse a cervezas y patatas fritas: retorno a lo habitual, las playas de Canarias y las familias, el sol, los entrenamientos que tan bien le van.

Ni Valverde ni Flecha ni ning¨²n joven corredor espa?ol con los ojos abiertos de asombro y deseo en el Flandes del centenario ni en su fiesta popular en la que dos generaciones se enfrentaron: los viejos Tom Boonen y Fabian Cancellara (25 Rondes entre los dos; tres victorias cada uno, la retirada en el horizonte) pelearon uno con otro, como siempre, y con los j¨®venes que llegan, Peter Sagan. Michal Kwiatkowski, Greg van Avermaet, que cay¨® y llor¨® de rabia con la clav¨ªcula rota, como ¨²ltimamente. ¡°La dureza de estas carreras, su barro y su fr¨ªo, son una barrera para algunos; para otros, como yo, como Pedrito, la posibilidad de superar las dificultades, el desaf¨ªo, era un acicate¡±, dice Flecha. ¡°Normalmente, cuanto m¨¢s modesto, m¨¢s emocionable¡±.