La Real Sociedad sorprende al Barcelona e incendia la Liga
El conjunto azulgrana vuelve a perder en Anoeta por un gol tempranero de Oyarzabal
El primer cohete de la Real quem¨® la red e incendi¨® el partido y la Liga. La mecha la prendi¨® la bota sutil de Xabi Prieto y el fuego ardi¨® en la cabeza de Oyarzabal, que salt¨® como si en vez de pies tuviera muelles y marc¨® los tiempos con la cabeza como si fuera un delantero centro de aquellos que golpeaban los pelotones sin importarles las costuras. Cinco minutos y el Bar?a ya ol¨ªa a chamusquina en Anoeta. Ya que si hab¨ªa un lugar para redimir su atasco deportivo y psicol¨®gico no era San Sebasti¨¢n la ciudad elegida. Su ¨²ltima victoria data de hace nueve a?os y en los ¨²ltimos cinco solo ha logrado un empate. Quiz¨¢s le guste la playa de La Concha, pero Anoeta le da repel¨²s. A los cinco minutos ya sab¨ªa que estaba obligado a practicar un ejercicio de paciencia, a chocar con un front¨®n gran¨ªtico, con cada piedra puesta en su sitio y la lecci¨®n aprendida para rasgar todas las diagonales que Messi y Neymar intentaban con m¨¢s voluntad que acierto.
Lo que parec¨ªa un suicidio, defender un gol 85 minutos frente al Bar?a, result¨® una actitud vital que la Real elev¨® a la categor¨ªa de ¨¦xito en un ejercicio impecable de t¨¢ctica defensiva y esp¨ªritu solidario. El suicidio fue para el Bar?a condenar toda una primera mitad a un ejercicio f¨²til, con jugadores inertes pegados al c¨¦sped por clavos y tornillos. Le entreg¨® un tiempo a la Real y el segundo no le bast¨® ni para empatar. Cuando las fuerzas flaquearon, apareci¨® la figura enorme de Rulli para secar la fuente barcelonista. Hab¨ªa pasado un a?o y pareci¨® un minuto: mismo resultado, mismo guion. Y la Liga ardiendo por los cuatro costados. Y la Real volviendo a so?ar con Europa y el Bar?a volviendo a so?ar con la Real. La misma pesadilla, el mismo ¨¦xito.
Luis Enrique hab¨ªa decidido dar descanso a Iniesta y Rakitic, concedi¨¦ndoles sus lugares a Arda y Rafinha. Munir ocupaba el sitio de Su¨¢rez, que no es lo mismo que sustituir al uruguayo y descanso tuvo tambi¨¦n Jordi Alba para que Sergi Roberto, el chico para todo lo fuera tambi¨¦n en la banda izquierda. Tuvo que poner la marcha atr¨¢s y antes del descanso ya calentaba Iniesta. Con aquel front¨®n de seis y siete hombres en l¨ªnea de la Real, la sutileza de Iniesta se antojaba la l¨¢mpara milagrosa para alumbrar a Messi, demasiado solo en la construcci¨®n del f¨²tbol ofensivo.
Lo que parec¨ªa un suicidio, defender un gol durante 85 minutos frente al Bar?a, result¨® una actitud vital
Porque la Real, que sal¨ªa con la temperatura elevada, creci¨® con el gol y vio que las llamas de su incendio abrasaban al rival, muy confuso, convirtiendo en paciencia lo que ten¨ªa mucho que ver con falta de ritmo. Demasiados futbolistas quietos en el Bar?a, demasiada facilidad para que la Real viera cada una de las jugadas y la forma de abortarlas. En 40 minutos, tras el gol de Oyarzabal, solo anot¨® un mal disparo alto de Messi y un disparo de Arda, que dio en la pierna de Diego Reyes y se fue a la mano de Rulli. Pero del front¨®n de la Real sal¨ªan pelotas envenenadas, conducidas a velocidad de v¨¦rtigo por De la Bella, malgastada por Oyarzabal despistado en el fuera de juego, o con la inteligencia de Zurutuza que esta vez malgast¨® loa ingenuidad de De la Bella.
Porque no es lo mismo asustar que meter miedo. Y asustaba el Bar?a con su mon¨®tona presencia en las inmediaciones del ¨¢rea, pero el miedo lo met¨ªa la Real en los dominios de Bravo. Y en esto Iniesta pis¨® el c¨¦sped. Y el miedo cambi¨® de bando, y el f¨²tbol se vio por fin citado a declarar como testigo de lo que el Bar?a es y no estaba siendo. A Iniesta s¨ª le sal¨ªan las diagonales, s¨ª encontraba a sus delanteros, si ten¨ªa los bolsillos repletos de jugadas distintas, incluso de disparos lejanos para medir la agilidad de Rulli, que s¨ª andaba ligero y r¨¢pido.
Iniesta s¨ª ten¨ªa la l¨¢mpara encendida y a la Real empezaban a pesarle piernas. Ya se sabe que cansa m¨¢s perseguir el bal¨®n que poseerlo. Pero tambi¨¦n es sabido que se sufre mejor ganando que perdiendo. Ya defend¨ªa la Real m¨¢s atr¨¢s, muy atr¨¢s, solo atr¨¢s. Luis Enrique apost¨® por todo lo que ten¨ªa: Alba y Rakitic. Titulares en su sitio, la carne en el asador de su infierno particular. La tuvo Messi de espaldas a la porter¨ªa en posici¨®n dudosa (que le hizo dudar hasta a ¨¦l mismo) y Neymar en un libre directo y de nuevo Messi que volvi¨® a tropezar con su compatriota Rulli.
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Ya no hab¨ªa paciencia. Hasta Messi efectuaba los saques de banda, hasta Mascherano corr¨ªa a recoger balones perdidos en su ¨¢rea como si fueran tesoros rodantes. Se le iba el partido. Incluso Iniesta hab¨ªa bajado el pist¨®n y el partido se condenaba a un mano a mano entre argentinos. Messi-Rulli frente a frente. Y el portero de la cara de ni?o le frustr¨® a la figura todas sus intenciones.. A Messi, a Iniesta, mientras la Real estrujaba su sudor para que siguiera saliendo, su ¨²ltimo aliento. Se fue Elustondo, Zurutuza, Oyarzabal, todos agotados, tanto como los que se quedaban. Y Piqu¨¦ de delantero centro. Lo que hab¨ªa comenzado con un gol a la antigua usanza acab¨® con un central, Piqu¨¦, de delantero centro, a la antigua usanza. Y en medio el tr¨¢nsito de la paciencia al sudor, al sufrimiento, a la agon¨ªa a la esperanza (de la Real) y a la desesperanza. S¨ª, ol¨ªa a chamusquina.
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