De puristas e hipoxia
Los alpinistas I?urrategi, Vallejo y Zabalza buscan firmar la segunda repetici¨®n de la ruta francesa al Gasherbrum II (8.035 m)
Un gui?o del azar propici¨® la elegante y muy atrevida conquista del Gasherbrum II (8.035 m), en 1956, a cargo de un equipo austriaco. Enfrentadas a moles de nieve, roca y hielo desconocidas, las expediciones de la ¨¦poca jugaban la baza del asedio: ganar metros a la monta?a a base de acarrear ladera arriba tiendas, v¨ªveres, ox¨ªgeno artificial, y una ingente cantidad de material fijando kil¨®metros de cuerda para poder huir en caso de necesidad. Cuando una avalancha monstruosa se trag¨® la pr¨¢ctica totalidad de sus enseres, la expedici¨®n austriaca se jug¨® sus escasas bazas a la desesperada. Lograron montar un campo de altura a 7.150 metros y desde ah¨ª, salieron hacia la cumbre Fritz Moravec, Sepp Larch y Hans Willenpart dispuestos a vivaquear donde pudiesen. Lo nunca visto. Su atrevimiento tuvo el premio de la cima: hab¨ªan escrito las bases del estilo alpino en el Himalaya, pero la cordillera a¨²n tardar¨ªa casi tres d¨¦cadas en ganar adeptos.
Alberto I?urrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza (WOP-Basque Team) se cuentan entre el reducido grupo de puristas que entienden que hoy en d¨ªa el alpinismo en las cotas m¨¢s elevadas, las de la hipoxia severa, se puede vivir a otro ritmo, el del estilo alpino, la ligereza, el compromiso, la resistencia y la astucia. Y aunque est¨¢ siendo un verano atroz en el Karakoram de Pakist¨¢n y la nieve, que no deja de acumularse, convierte la monta?a en un inestable flan, han sabido encontrar un reto que les permita no traicionarse: la ruta francesa de 1975.
Entre 1956 y 1975 nadie volvi¨® a pisar la cima del Gasherbrum II, hasta que un estupendo grupo de alpinistas franceses entendi¨® que pod¨ªa hacer historia a su manera. Entonces, se plantaron en la cima Marc Batard y Yannick Seigneur, recorriendo una arista que discurre a la derecha del itinerario austriaco. Al d¨ªa siguiente, Louis Audoubert se qued¨® a escasos 50 metros del punto m¨¢s alto, pero fue desalojado por la borrasca que se avecinaba. Al regresar al ¨²ltimo campo de altura, donde le esperaba su amigo Bernard Villaret, ambos permanecieron un d¨ªa encerrados en la tienda, sacudidos por la tormenta. Audoubert inici¨® el descenso al d¨ªa siguiente, pero Villaret decidi¨® aguardar. El mal tiempo dur¨® 8 d¨ªas y nunca se encontr¨® su cuerpo.
Pluma reciclada y comida con estrellas Michelin
El estilo alpino obliga a recortar gramos en la mochila. ¡°Espero enga?ar a Vallejo para que me lleve peso sin saberlo¡±, bromea I?urrategi poco despu¨¦s de pesar el equipo que portar¨¢ camino de la cima. La comida suele pasar por la ventana: los efectos de la altura acaban con el apetito, revuelven el est¨®mago. ¡°Yo, en altura, apenas como: bebo Coca-Cola¡±, sorprende Vallejo. De tipo asceta, I?urrategi y Zabalza comen poco, y tratan de hidratarse al m¨¢ximo. Pero la escasa comida que porten en sus mochilas camino de su empresa ser¨¢ de calidad: ha sido elaborada por el cocinero Eneko Atxa, tres estrellas Michelin y Premio Nacional de Gastronom¨ªa. No pesar¨¢ m¨¢s de un kilo por mochila.
En el estilo alpino brilla una regla: velocidad es seguridad, y para correr es preciso poder moverse con ligereza. El equilibrio entre los rigores del medio y la necesidad de avanzar no es nada evidente. El fabricante vasco Ternua ha elaborado un buzo de altura en dos piezas, con un relleno de pluma reciclada, que se obtiene principalmente en los pa¨ªses de la Europa del este. El buzo, sumamente ligero para los c¨¢nones habituales, pesa 1.300 gramos y ha sido fabricado de manera artesanal con tejidos de alta tecnolog¨ªa como el Pertex y relleno de pluma reciclada Neokdun hidr¨®fuga. Con todo, el tr¨ªo estima que entre lo puesto y lo que contenga sus mochilas, acarrear¨¢n unos 18 kilos de peso por cabeza¡
Audoubert era sacerdote, una persona jovial que conced¨ªa un valor descomunal a la amistad: ¡°La monta?a, para m¨ª, es hacer que otros disfruten de la monta?a, de la vida en cordada, de los amigos¡±, explica. Pero ese mismo a?o de 1975, dej¨® su lugar en la iglesia para casarse. Sus compa?eros de escalada le llamaban el Cuervo y ¡°no entiendo por qu¨¦, ya que ?nunca llev¨¦ sotana!¡±, se carcajea. Uno de sus grandes amigos era Yannick Seigneur, con el que hab¨ªa abierto en 1974 la Directa de la amistad a la punta Whymper de las Grandes Jorasses, en los Alpes, un itinerario que apenas cuenta repeticiones. Seigneur dud¨® seriamente entre vivir de su oficio de ingeniero o del de gu¨ªa de monta?a. Escogi¨® lo segundo y se convirti¨® en un icono de su ¨¦poca, el hombre que se merend¨® la zona compleja del Pilar Oeste del Makalu, hasta que se lo llev¨® un c¨¢ncer a la edad de 60 a?os. ¡°Se me han ido 40 amigos con los que un d¨ªa escal¨¦ o fueron ¨ªntimos¡±, suspira Audoubert. Marc Batard, por su parte, era un personaje explosivo que vivi¨® mucho tiempo atormentado por los abusos sexuales del que fue objeto en su ni?ez y que confes¨® (tambi¨¦n su homosexualidad), en un libro impactante: Huida de las cimas. Batard ten¨ªa 23 a?os cuando conquist¨® el Gasherbrum II y se har¨ªa famoso en 1988 al firmar la primera ascensi¨®n al Everest por la cara sur en menos de 24 horas. Con 43 a?os, abandon¨® para siempre la monta?a para dedicarse a la pintura.
Los franceses de 1975 no usaron ox¨ªgeno artificial, ni porteadores de altura y solo establecieron dos campos de altura, aunque fijaron 1.500 metros de cuerda fija. En 2008, los eslovacos Dodo Kopold y Viano Plulik se convirtieron en la primera cordada en repetir la ruta francesa, en estilo alpino, gesto que sirvi¨®, de paso, para rescatar del olvido la gran gesta francesa.
El reto de I?urrategi, Vallejo y Zabalza pasa por imitar a estos ¨²ltimos y escalar la misma ruta con lo puesto, es decir sin cuerdas fijas ni nada que no entre en sus mochilas. ¡°La moral est¨¢ muy alta¡ pero el tiempo es preocupante¡±, se?alaba ayer Alberto I?urrategi desde el campo base. ¡°Necesitamos cuatro d¨ªas para subir y bajar¡ el terreno no es muy t¨¦cnico pero lleva d¨ªas nevando¡ veremos¡±.
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