Jugar al vals en Par¨ªs
Nadal era un alma perdida, casi rota, hasta hace solo unos meses. Se pasaba los torneos buscando al antiguo Rafa Nadal y no lo encontraba. Se presentaba a los torneos y preguntaba ??Me han visto??. Pero ante Wawrinka abandon¨® su desierto y volvi¨® a jugar al tenis en una mezcla de vals, b¨¦isbol y relojer¨ªa. Alcanzaba a todas las bolas a tiempo de hablar con ellas y desenga?arlas. Su rival no tard¨® en llegar a ese punto en el que ya no pides ganar sino encontrar un enchufe o un rayo que desordenase la inercia. Nada de eso pas¨®, y aflor¨® la desesperaci¨®n, que es el efecto que produce el mejor juego de Nadal. Niegas con la cabeza, rompes la raqueta, te metes la bola en la boca. Ah¨ª se advirti¨® que Nadal hab¨ªa abandonado su flirteo con la decadencia. No hab¨ªa nada que hacer. A mitad del segundo set Wawrinka me record¨® a un tipo con el que me cruc¨¦ el otro d¨ªa, y que iba mirando el suelo con cara de fastidio, mientras se quejaba de que no hab¨ªa colillas tiradas para tener algo que fumar.
Nadie niega que tras ganar Ronald Garros en 2014 Nadal se despert¨® en una larga equivocaci¨®n, durante la que los d¨ªas adquirieron el mismo color. Kyrgios encadena a Nadal. Nadal desafina ante Klizan. Verdasco fulmina a Nadal. Nadal colapsa ante Murray. Nadal se deshace ante Wawrinka. Djokovic derriba a Nadal. Brown fulmina a Nadal. Nadal sucumbe ante Nishikori. Fognini apea a Nadal. Nadal se desinfla ante Tsonga. Nadal no puede con Djokovic. Cuevas consume a Nadal. Murray detiene a Nadal. Nadal cae ante Del Potro. Pouille destierra a Nadal. Nadal se pierde ante Dimitrov. Troicki noquea a Nadal. Raonic zancadillea a Nadal. Nadal se queda seco. El via crucis de Nadal. Nadal no se encuentra.
Para verlo ganar otra vez un grand slam era ya necesario cerrar los ojos y recordar. No entend¨ªamos nada. ??Pero haz lo de siempre, Rafa!?, grit¨¢bamos desde casa, crey¨¦ndonos muy sabios, cada vez que enfilaba otra derrota. ?Era tan dif¨ªcil? ?S¨¦ t¨² mismo?, a?ad¨ªamos, disfraz¨¢ndonos de fil¨®sofos. Nos pasaba eso que denuncia Charlie Parker en El perseguidor de Cort¨¢zar, cuando se extra?a de que la gente est¨¦ segura de saber cu¨¢les son las cosas dif¨ªciles, y aplaude al trapecista en el circo o al m¨²sico en el escenario. En realidad, sostiene Parker, las cosas verdaderamente dif¨ªciles son m¨¢s bien ?todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento?, como comprender a un perro o un gato o mirarse a un espejo. ?Pero cu¨¢nto tiempo estuvo Nadal mir¨¢ndose a uno sin verse en absoluto?
Por suerte, la vida improvisa giros dram¨¢ticos, a la vuelta de los que se descubre que las cosas no son lo que supon¨ªamos. El tenista espa?ol hab¨ªa empezado a parecerse peligrosamente a uno de nuestros superh¨¦roes preferidos de la infancia, en forma de mu?eco, al que un d¨ªa desmont¨¢bamos por partes ¨Cbrazos, piernas, cabeza¨C y despu¨¦s no sab¨ªamos rehacer. Por momentos, intu¨ªamos a un deportista hecho a?icos, vencido no sab¨ªamos si por fantasmas o por la ¨¦poca. Pero va el t¨ªo, se reinventa y se hace llamar de nuevo Rafa Nadal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.