Orlando Ortega y Ana Peleteiro, dos s¨¦ptimos puestos no despreciables

Espa?a entr¨® a la sesi¨®n del lunes dos finalistas y el sue?o de un podio y sali¨® con dos s¨¦ptimos puestos no despreciables y una constataci¨®n, que Ana Peleteiro avanza hacia la madurez muy deprisa por fin.

Orlando Ortega, el que permit¨ªa so?ar por su car¨¢cter y su historial, pele¨® y se rindi¨® a la l¨®gica. Termin¨® s¨¦ptimo (13,37s) en una final de 110m a la que los rivales hab¨ªan llegado mejor preparados que ¨¦l. Su voluntad no derrib¨® barreras ni fren¨® a los competidores que volaban desde la salida delante de ¨¦l. Gan¨® el mismo que le gan¨® el oro en R¨ªo, Omar McLeod (13,04s) por delante del ruso sin bandera Sergu¨¦i Shubenkov (13,14s), el campe¨®n Mundial de 2015. Un podio muy ordenadito acorde a los dictados del escalaf¨®n y la historia y un respiro para Jamaica, que no hab¨ªa ganado ning¨²n oro a¨²n. ¡°Eso me carg¨® de presi¨®n¡±, dijo el vallista que, dada su gran velocidad tambi¨¦n en liso (ha bajado de los 10s) participar¨¢ probablemente en el relevo corto de su pa¨ªs. ¡°En R¨ªo, las medallas de Bolt y Elaine Thompson me empujaron casi sin querer. Aqu¨ª he tenido que brillar yo con luz propia¡±.

Todas las competiciones de Peleteiro, para quien la emoci¨®n no se puede separar del rendimiento, incluyen unos momentos l¨¢grima que las hacen virar entre la alegr¨ªa y el drama. Llora cuando le salen las cosas y llora cuando se cae. En Londres ha llorado de las dos maneras. La campeona del mundo j¨²nior ha entrado en una mejora de una final de un Mundial con una demostraci¨®n de car¨¢cter competitivo y en el siguiente salto, el cuarto, se ha liado con las piernas, ha ca¨ªdo mal y se ha dado un golpe en la rodilla izquierda que la ha hecho revolcarse por la arena puro grito. Desde el banquillo pudo ver de cerca c¨®mo su compa?era y amiga Yulimar Rojas le ganaba el oro a la rival de siempre, Caterine Ibarg¨¹en, jaleada por todo el conjunto de apoyo ¨CNelson ?vora, Teddy Tamgho¡­-- que hace invencible en los grandes momentos a las entrenadas por Iv¨¢n Pedroso.

Lo de las palmas de ¨¢nimo a los triplistas lo invent¨® en 1981 Willie Banks, un saltador ¨²nico, en un mitin en Estocolmo en el que convenci¨® a unos suecos que vert¨ªan cervezas en su coleto sin parar para que sus ¨¢nimos desparejados y palmadas arr¨ªtmicas tuvieran alg¨²n sentido atl¨¦tico. Su uso se extendi¨® y su eficacia se dio por establecida sin m¨¢s comprobaciones. Mediada la competici¨®n de triple femenino, Rojas reclam¨® al p¨²blico su fuerte palmeo r¨ªtmico, pero el estadio hasta los topes, embebido como estaba en una semifinal de 400m femeninos, no le prest¨® ninguna atenci¨®n. Cabreada por la indiferencia, la venezolana del pelo verde se lanz¨® con rabia hacia la tabla. Aterriz¨® en el foso con un salto de 14,82m. Su mejor intento de la noche hasta entonces. La rival, Ibarg¨¹en, le estaba ganando hasta entonces con 14,69m.

El salto sin palmas no fue el definitivo, pero no solo prob¨® emp¨ªricamente la influencia del p¨²blico chill¨®n en el rendimiento, sino que le abri¨® el camino para derrotar por primera vez en una gran competici¨®n a Ibarg¨¹en, la campeona ol¨ªmpica, la luchadora que nunca se rinde. En el quinto salto, los 14,91m de la venezolana acabaron definitivamente con la resistencia colombiana. Para entonces, Ana Peleteiro, que estaba haciendo la mejor competici¨®n de su vida adulta, ya no estaba all¨ª. Como si su alma cubana se rebelara, alimentada por la fe que su entrenador deposita en ella, la saltadora gallega, logr¨®, a los 21 a?os, a¨²n, que un salto decisivo, el tercero de antes de la mejora, fuera su mejor intento. Salt¨® 14,23m, la mejor marca de su vida, y se puso s¨¦ptima. ¡°Y ten¨ªa el salto de mi vida en las piernas, lo notaba¡±, dijo despu¨¦s, medio compungida medio feliz.

En la pista, el estadio celebraba el triunfo de los colores primarios, el amarillo, el rojo y el azul, los que Goethe recomend¨® a los independentistas de la Nueva Granada para su bandera, y que comparten Venezuela y Colombia. En el cuadro, como dir¨ªa Mondrian, que nunca lo us¨®, sobraba el verde, el color de la locura pintado en el pelo de la campeona.