Las 21 despedidas de Alberto Contador
El ciclista espa?ol se marcha como quer¨ªa, al ataque, despu¨¦s de una trayectoria llena de pasi¨®n
21 despedidas como las 21 curvas del Alpe D¡¯Huez, 21 despedidas con el calor del Mont Ventoux, unos pocos kil¨®metros menos del Tourmalet, tres cuartas partes del Galibier. 21 despedidas como 21 soles, con alguna niebla, con alguna lluvia (varias veces se asom¨® a ver qu¨¦ pasaba). Con mucho viento, con mucho calor, y con viento entreverado en la Vuelta a Espa?a. 21 despedidas, como dijo su coequipier, mucho m¨¢s que gregario, siempre amigo, ¡°mi hermano¡±, dice ¨¦l, Jes¨²s Hern¨¢ndez, que se jubila con ¨¦l: ¡°Era su despedida so?ada, 21 despedidas en la Vuelta, recibiendo el calor y el ¨¢nimo del p¨²blico, d¨ªa tras d¨ªa (no cuentan los entrenamientos de los d¨ªas de descanso)¡±. Lo que no hab¨ªa apuntado en su bloc de notas Jes¨²s Hern¨¢ndez era la victoria de su amigo Alberto Contador en la m¨ªtica cima del Angliru, el d¨ªa se?alado, el d¨ªa que cualquiera hubiera elegido para firmar su jubilaci¨®n, celebrarlo, invitar a la compa?¨ªa y retirarse a sus aposentos cansado pero feliz, sobresaltado pero tranquilo.
Les dijo Marcelo Bielsa a los jugadores del Athletic, horas antes de enfrentarse al Manchester United, que ¡°jugar en Old Trafford es un sue?o, pero ganar es una realidad¡±. Y eso debi¨® de pensar Contador, que despedirse en la Vuelta le aseguraba la pasi¨®n tras anunciar que se bajaba de la bici en Madrid, pero ganar, ganar algo, acabar ganando m¨¢s all¨¢ de atacar, iba a ser como despertarte en la cama sin saber qu¨¦ hora es. O sea, feliz.
Porque Contador lo hab¨ªa ganado todo, Giro, Vuelta, Tour, desde que dej¨® de criar jilgueros y encontr¨® el p¨ªo p¨ªo del manillar como un vuelo de colibr¨ª, un aleteo nervioso, imparable, un giro permanente, un enga?o a la carretera, un gui?o saleroso. Se hizo ciclista porque su hermano le incit¨® a aventurarse, se enganch¨® a la bici porque no la vio tan exultante, tan indecente como a veces parece cuando el sudor te ciega los ojos y la sal quema y te hace llorar.
Pero no llor¨® aquel muchacho de Pinto (6 de diciembre de 1982), sino que descubri¨® que ten¨ªa la bici despiezada por su cuerpo. Ganaba a los que no ten¨ªa que ganar y solo perd¨ªa con los que ten¨ªa que perder. Un aficionado que se inscribi¨® a la aventura con 16 a?os. Un voluntarioso al que le acaba gustando una pel¨ªcula y decide que la va a ver todos los a?os, semanas, d¨ªas, hasta aprend¨¦rsela de memoria pero modificando, retocando el argumento cada temporada hasta llegar al final, el final previsto y deseado, el calor de las palmas en el maillot sudado, aunque algunas palmas a poco le tumban en El Angliru (hay besos que matan de pasi¨®n).
El final que inici¨® con aquellos 16 a?os cuando empez¨® a correr yendo a ninguna parte. Se dice en las dos Castillas que la yegua que por su gusto corre nunca malpare. Y a gusto se fue hacia un final desconocido a parir la primavera. Se trompic¨®, cuando andaba decidido a ser el caballo ¨¢rabe en vez del rocinante escu¨¢lido, y en Asturias la vida se la jug¨® con una terrible ca¨ªda en aquella Vuelta comunitaria de 2004, resabiada despu¨¦s con un cavernoma cerebral. Quir¨®fano, operaci¨®n, reca¨ªda, recuperaci¨®n (el doctor Zubizarreta, primero, y la neurocirujana Mar¨ªa Aurora Mart¨ªnez, despu¨¦s) cuidando a aquel potro que se desboc¨® a poco que pudo aletear. Y ya no par¨®.
Ya fue el Contador exultante, un resucitado que ha perdido el miedo al miedo, que se gusta retando a los dem¨¢s, pero sobre todo a s¨ª mismo. Y comenz¨® a coleccionar Tour de Francia, uno, dos tres; Giros, uno, dos; Vuelta, una, dos, tres; hasta que... la vida cambi¨® con el clembuterol, que le adelgaz¨® el palmar¨¦s por sanci¨®n, que le se?al¨® en un deporte se?alado, que le ense?¨® la cuesta m¨¢s alta que jam¨¢s haya ascendido.
Decidir el final
Contador vivi¨® los buenos y los malos tiempos del ciclismo. Contador, el mito de Pinto, sonoro casi por cacofon¨ªa, el ciclista divertido que en vez de chistes constru¨ªa historias, andanzas, alg¨²n molino de viento antes de ser quien es, quien fue y quien se va. Su historia es conocida: el gran grimpeur, el que mueve la bici con su cuerpo flaco, con la mand¨ªbula casi fuera de la piel.
As¨ª empez¨® y as¨ª ha acabado, despu¨¦s de retirarse ayer con la ¨²ltima etapa de la Vuelta, porque si quien a los suyos se parece, honra merece, m¨¢s a¨²n quien a s¨ª mismo se parece honra su dignidad. Y Contador ha sido fiel hasta el final. M¨¢s all¨¢ de repetir que ven¨ªa a la Vuelta ¡°a disfrutar¡±, que ¡°el apoyo del p¨²blico era impagable¡±, que lo iba a intentar ¡°hasta el final¡±, Contador se ha despedido dando ¨®rdagos cada d¨ªa, ¨®rdagos con carta y sin carta, ¨®rdagos previstos e improvisados. Al principio, parec¨ªa que quisiera lanzar fuegos artificiales para iluminar tantos aplausos. Pero iba en serio. No hab¨ªa purpurina, sino sufrimiento, esfuerzo, riesgo (atemperado por el final del camino, es cierto, cuando la jubilaci¨®n coincide con el meritorio). Hab¨ªa ¨ªmpetu, ataque tras ataque, como cuando el sol va y viene y te obliga a pasear en ba?ador con paraguas, sin saber qu¨¦ hacer con ese vaiv¨¦n.
Cierto que el virus de Andorra (casi dos minutos y medio perdidos en la clasificaci¨®n general) le quit¨® un eslab¨®n a la cadena, pero la cadena es siempre igual, y Contador decidi¨® que vale m¨¢s herirse el cuello con la correa que acostumbrarse a pasear con ella. Tampoco los jilgueros viven a gusto en la jaula y ¨¦l se hab¨ªa ensimismado con esas miniaturas de aves que alguna vez se zamp¨® un cern¨ªcalo.
A ¨¦l no se lo comi¨® el tiempo. Decidi¨® su final, eligi¨® su sue?o, imagin¨® su despedida, se la encarg¨® a sus piernas, a nadie m¨¢s, y resulta que fueron 21, una tras otra, porque el p¨²blico sab¨ªa que ciclistas as¨ª surgen de vez en cuando. Ciclistas que viven y sue?an, que sufren y remontan, que se equivocan y rectifican. Ciclistas que se van y parece que se abre un t¨²nel sin salida. Pero siempre hay un respiradero. Contador se retira en plenitud, en uno de sus mejores momentos, o sea en el momento justo, ganando en El Angliru, arriesgando aquel virus de Andorra en cada subida, como en los viejos tiempos. S¨ª, despedirse en la Vuelta era un sue?o, pero ganar en el Angliru fue una realidad. Quien iba a decir que Alberto Contador era bielsista. Ahora, Alberto Contador es historia.
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