Inflaci¨®n de banderas hasta el gol de Sa¨²l
El Metropolitano convoca una exhibici¨®n de patriotismo reivindicativo que encuentra en Piqu¨¦ a su primer destinatario
¡°Tres euros¡±, propuso el vendedor ambulante guineano frente al bar Volapi¨¦, a 400 metros del Wanda Metropolitano. ¡°Cinco euritos¡±, dijo el dependiente de un tenderete, a 200 metros. ¡°Ocho euros¡±, dijo la dependienta de otro tenderete, a 100 metros. El precio de las banderas espa?olas se dispar¨® a ritmo de hiperinflaci¨®n seg¨²n los aficionados se aproximaron hacia la fachada principal del nuevo campo del Atl¨¦tico, a medida que ca¨ªa la noche.
La crisis desatada por el soberanismo catal¨¢n invita a las multitudes a manifestarse y muchos no encuentran mejor manera de hacerlo que exhibir las banderas rojigualdas. Las que tienen m¨¢s o menos rayas, seg¨²n los casos. Tambi¨¦n en el f¨²tbol, y especialmente a prop¨®sito del Bar?a, referente social catal¨¢n que coincidiendo con el refer¨¦ndum ilegal del 1 de octubre resolvi¨® disputar la anterior jornada del campeonato a puerta cerrada. La visita del equipo de Messi a Madrid sugiri¨® a los aficionados una respuesta en clave pol¨ªtica.
Las demostraciones patri¨®ticas est¨¢n a la orden del d¨ªa en Madrid, donde colgar banderas de los balcones no form¨® parte de la costumbre popular, hasta ahora. Ahora los vecinos de ciertos barrios de la capital rivalizan por manifestar claramente su amor a los s¨ªmbolos. No es el caso de San Blas. Este distrito de tradici¨®n obrera, donde se levanta el Wanda Metropolitano, forma parte del cintur¨®n de barriadas en las que la bandera espa?ola luce poco. Ayer apenas se vieron insignias colgadas en los bloques que rodean al campo. Las llevaron los hinchas, o las compraron a los vendedores ambulantes que acudieron a la llamada del partido.
Gerard Piqu¨¦ sali¨® del vestuario el primero. Con el tup¨¦ en alto y la senyera brillando en el estampado de la camiseta de calentamiento. Junto con Rakitic, Alba y Busquets, el central cul¨¦ result¨® inconfundible para la gente m¨¢s deseosa de manifestar su espa?ol¨ªa. Por momentos, se habr¨ªa dicho que la afici¨®n no acudi¨® a apoyar al Atl¨¦tico ni a protestar contra el independentismo catal¨¢n. Muchos empe?aron su pasi¨®n, principalmente, en pitar a Piqu¨¦.
Concluido el calentamiento, comenz¨® el ritual de la furia. Mientras en el t¨²nel de vestuarios los jugadores de ambos equipos romp¨ªan l¨ªneas y se abrazaban y se besaban ¡ªcomo si lo importante en este mundo fuese el amor fraternal¡ª afuera se apagaron las luces y se dispar¨® la m¨²sica. Brillaron los aros rojos, ondearon cientos de banderas espa?olas en todas las tribunas, y en la penumbra espectral vibraron las cuerdas de la guitarra de Angus Young. A falta de un himno m¨¢s convincente en estas circunstancias, el Thunderstruck de AC/DC es un t¨®pico efectista. Al nuevo recinto del Atl¨¦tico esta coreograf¨ªa del trueno, el rayo y la electrocuci¨®n, le sienta de maravilla.
La bandera espa?ola se ha convertido en un instrumento de reafirmaci¨®n y protesta, tambi¨¦n en el f¨²tbol. Los hinchas que la mostraron ante el Bar?a lo hicieron fundamentalmente antes del partido. Con el gol de Sa¨²l, a los 20 minutos, la multitud aplac¨® sus intenciones politizantes para fijar su atenci¨®n en las cosas que hac¨ªan los futbolistas. Transcurrida la hora de partido solo los ultras se acordaron de mostrar las banderas. El patriotismo tambi¨¦n tiene un l¨ªmite.
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