Tiger Woods vuelve sin la ayuda de dios
El golfista disputa desde este jueves su primer torneo despu¨¦s de otros diez meses de calvario
Cuando Tiger Woods estrell¨® su Cadillac Escalade en la exclusiva urbanizaci¨®n de Isleworth, Florida, todav¨ªa era algo m¨¢s que el mejor deportista del planeta. Todo cuanto rodeaba al genio de Cypress destilaba perfecci¨®n, desde su majestuoso swing hasta las fotos familiares en las que ¨¦l y su entonces esposa, Elin Nordegren, posaban con los dos hijos del matrimonio en alg¨²n rinc¨®n de su espl¨¦ndida mansi¨®n. Su imagen p¨²blica era la de un Jedi, un virtuoso en todas las acepciones de la palabra, y su perfecta sonrisa se convirti¨® en el mascar¨®n de proa para un relato, el del sue?o americano, que necesita renovarse cada cierto tiempo con savia nueva para no convertirse en un viejo eslogan de un pasado mejor.
Su padre, Earl, hab¨ªa sido el primer jugador de b¨¦isbol negro en la historia de la Universidad Estatal de Kansas y como otros muchos pioneros sufri¨® la infamia de la segregaci¨®n y el racismo. Cada vez que su equipo viajaba a otro estado, el padre de Tiger era alojado en hoteles diferentes a los de sus compa?eros ¡ªhoteles para negros¡ª y muchos a?os despu¨¦s, ya instalado con su segunda mujer en el condado de Orange, California, ser¨ªa su hijo el que descubriese en propia carne la cruda realidad del pa¨ªs durante su primer a?o de colegio: unos chavales de sexto curso lo atan a un ¨¢rbol, lo apedrean y utilizan un espray para escribir la palabra "negrata" sobre su camiseta. Pese a todo, jam¨¢s meti¨® Tiger sus dedos en la llaga del racismo y por eso su historia resultaba doblemente valiosa, porque hablaba de superaci¨®n personal pero tambi¨¦n de un tiempo nuevo en el que no ten¨ªan cabida ni la discriminaci¨®n ni el revanchismo.
One more day of prep.
— PGA TOUR (@PGATOUR) November 29, 2017
All 18 tee shots from @TigerWoods' pro-am round at the Hero World Challenge. pic.twitter.com/ykDVKCM79g
Pero todo aquello salt¨® por los aires la noche de autos, la noche del accidente. A las primeras noticias, que llegaron a especular con su muerte, siguieron otras sobre un supuesto episodio de malos tratos en el ¨¢mbito familiar. Casi de inmediato, como una cascada de lodo, comenzaron a aparecer mujeres de todo el pa¨ªs dispuestas a relatar sus encuentros sexuales con el novio de Am¨¦rica mientras una legi¨®n de camareros y crupieres daban fe de sus excesos en diferentes bares, discotecas y casinos. La misma arquitectura moralista que forj¨® su imagen de perfecto ciudadano lo aplast¨® como a un insecto y con la ca¨ªda del hombre comenz¨® el ocaso del deportista.
Hace unos meses, en estas mismas p¨¢ginas, escrib¨ªa Manuel Jabois que si dios jugase al tenis pegar¨ªa el rev¨¦s a una mano como Roger Federer, un condicional maravilloso que se podr¨ªa completar advirtiendo al lector de que dios prefiere el golf y gusta de presentarse en el tee de salida asegurando ser Tiger Woods. No existe en la historia del deporte otra figura m¨¢s dominante que la del Tigre, ni siquiera las de Michael Jordan o Eddy Merckx, y por eso su regreso se contempla con una mezcla de temor y esperanza. Quienes han compartido ronda de pr¨¢cticas con ¨¦l en la previa del Hero World Challenge aseguran que su swing vuelve a ser fluido como un paso de foxtrot, que su bola vuela recta, larga, que sus manos vuelven a destilar magia alrededor del green. Su renacimiento ser¨ªa una noticia fant¨¢stica no solo para el deporte, tambi¨¦n para una naci¨®n acostumbrada a fundamentar sus conquistas en los designios divinos y culpar de sus males a la naturaleza imperfecta de los hombres: nadie mejor que Tiger Woods para demostrar lo contrario, esta vez sin la ayuda de dios.
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