Vidas paralelas
Bale se ha convertido en un car¨ªsimo misterio, el m¨¢s lujoso del Madrid
Fue en 2015, al acabar un Madrid-Depor. Bale sali¨® en un lujoso 4x4 y un sem¨¢foro lo par¨® al lado del Bernab¨¦u. Fue como si a un ni?o se quedase encerrado en la jaula de los tigres. Los aficionados se abalanzaron sobre el coche, que qued¨® r¨¢pidamente cubierto de gente, mayormente china, mientras de Bale ya no se ve¨ªa ni el mo?ito. Pens¨¦ que arrancar¨ªa desprendi¨¦ndose poco a poco de hinchas un poco a la manera en que Forrest se fue dejando los hierros, pero de alguna manera Bale, dos a?os despu¨¦s, todav¨ªa lleva alg¨²n aficionado colgando.
El jugador desequilibrante, la formidable bestia de las dos primeras Champions del Madrid, ha devenido en una serie de Netflix de la que es imposible apartar la vista. Y sin embargo, cuando aparece incluso por control remoto en el campo, como el mi¨¦rcoles en la Copa, sube dos cuerpos la diferencia con cualquiera. Es un jugador de golpeo endiablado, con una carrera imbatible y una facilidad terror¨ªfica para deshacer las l¨ªneas contrarias; sin embargo se ha convertido en un car¨ªsimo misterio, el m¨¢s lujoso del Madrid. Un enigma al que s¨®lo faltan acercarse brujos, si no lo han hecho ya, tras achacarse sus lesiones musculares a motivos tan disparatados como la muerte de un cu?ado.
El madridismo cenizo y la picadora de carne que sostiene, tan alegre y desnortada como nosotros, los del madridismo feliz que creemos en la redenci¨®n de Bale y la tercera Champions consecutiva (ese madridismo que, como la hormiga, dedica el invierno a almacenar agravios para recordarlos todos en primavera) ha desahuciado a Bale con tanta violencia que ni el barcelonismo ha entrado en la cacer¨ªa. Si tiene que ser duro romperte un m¨²sculo, decepcionar a tanta gente porque se te rompe es un nivel de crueldad que s¨®lo tolera un deporte can¨ªbal como el f¨²tbol.
Bale acumula inseguridades y padece psicol¨®gicamente a causa de su fragilidad; su cuerpo es un jerogl¨ªfico indescifrable. No estuvo en Cardiff y tampoco en San Mam¨¦s, el campo donde el Madrid encontr¨® el mejor motivo para repetir el once de uno de los mejores partidos de su historia moderna. Repetir ese once se convirti¨® en la mejor manera de comparar al Real de junio con el de diciembre: un ejercicio cruel pero necesario. Los dos se parecen en que falta Bale, pero el Madrid de diciembre se parece m¨¢s a Bale que el Madrid de junio. Y sin embargo seis meses no bastan para demoler a un equipo ni para achacar a la decadencia los balones que iban antes a la red y ahora al palo del mismo modo que lo ¨²nico que cabe esperar de un jugador como Bale es que resucite, el tiempo dir¨¢ si como L¨¢zaro o como Jes¨²s, que recay¨®.
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