Messi andando
Ves a Leo caminando, mientras el resto pierde la cabeza, y es inevitable saber que va a ocurrir algo
Ver a Lionel Messi andando, a punto de entrar en acci¨®n y dar la vuelta al partido, pero a¨²n no, ser¨¢ uno de los privilegios de los que tuvimos la suerte de vivir estos tiempos. Ese andar, la aparente inacci¨®n con la que se mueve en algunos instantes por una banda, o por el centro, mientras el bal¨®n ondea en otro sitio, es un acto de inteligencia, una v¨ªspera del fuego, no muy distinta a la enga?osa tranquilidad de la apertura en ajedrez, cuando las blancas mueven, por ejemplo, pe¨®n e4.
Nos puede parecer una decisi¨®n todav¨ªa inocua, igual que esperar, casi quieto, a que te llegue el bal¨®n, pero sabemos que a esa altura la mente del ajedrecista ya se encuentra, en realidad, quince movimientos m¨¢s delante, en el futuro. Eso significa que mientras Messi marcha desganado, alejado del meollo de la jugada, tiene medio gol en el bolsillo, porque en su cabeza ¨Cy lo m¨¢s maravilloso, tambi¨¦n en la nuestra¨C ya recibi¨® el bal¨®n y se fue de tres rivales, tir¨® una pared con Iniesta, y ahora est¨¢ a punto de dejar la pelota en la red. Es el futuro, pero con Messi ya lo vimos pasar.
Las genialidades no necesitan proleg¨®menos. Coincid¨ª en una redacci¨®n con un periodista de local. Sab¨ªa buscar buena informaci¨®n y escrib¨ªa en un teclado a cuatrocientas sesenta pulsaciones por minuto, sin equivocarse. Eso le permit¨ªa, al llegar al peri¨®dico, perder mucho el tiempo en el caf¨¦, en maquetaci¨®n, en la rotativa, en los ba?os, en otras mesas, al tel¨¦fono. De repente, empezaba la m¨²sica. Sonaba como una radio que al encenderse tiene el volumen a tope, por despiste. Tecleaba escapando del fuego, no s¨¦ qu¨¦ fuego. Al acabar, siempre el primero, flotaba en el aire la idea de que el resto ¨¦ramos unos in¨²tiles.
Todos conocemos a jugadores que no paran de correr, que van de aqu¨ª para all¨¢, procurando vivir sin aliento. Al final de partido resumes su contribuci¨®n al f¨²tbol en que recorrieron, pongamos, trece kil¨®metros. Conoc¨ª una tienda de ropa cuya estrategia consist¨ªa en parecer un hervidero. Los empleados mov¨ªan las pilas de pantalones de un estante a otro, colocaban las camisas donde estaban los jerseys, desnudaban los maniqu¨ªes, los vest¨ªan, ped¨ªan el caf¨¦ a domicilio, y curiosamente, la tienda siempre estaba vac¨ªa. Ya cerr¨®.
Ves a Messi caminando, mientras el resto pierde la cabeza, y es inevitable saber que va a ocurrir algo. No es como cuando camina otro jugador, lo que seguramente solo significa que, en lo que a ¨¦l respecta, est¨¢ muerto. Si camina Messi, todo puede pasar, porque su cambio de lentitud a v¨¦rtigo ser¨¢ cuesti¨®n de un chasquido, y en ese paso de caminar a desbocarse reside parte de su genialidad. Cuando el defensa percibe el crujido ya es tarde para defenderse.
?Qu¨¦ significa que la gacela deje de pastar y levante la cabeza? Que es tarde y el guepardo la comi¨®. La velocidad de Messi, la fabricaci¨®n inesperada de la luz, su desborde, requiere de un instante. Messi no toma carrerillas. Por lo dem¨¢s, andar es bueno, te lo dicen los m¨¦dicos.
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