Nadie en el Bar?a quer¨ªa llevar el ¡®9¡¯ de Quini
En 1981, el equipo azulgrana visit¨® al Atl¨¦tico en el Calder¨®n justo despu¨¦s del secuestro de su delantero
Entonces los n¨²meros con que los equipos sal¨ªan al campo iban del 1 al 11. Ni a Cruyff le dejaron mantener el 14 cuando vino a Espa?a. Ram¨ªrez jug¨® poco en el Bar?a, pero le toc¨® vivir la circunstancia extraordinaria del secuestro de Quini y ocupar su puesto mientras falt¨®. Se neg¨® a utilizar el 9, por respeto al ausente. Jug¨® con el 14.
Sucedi¨® el domingo 8 de marzo de 1981. El Atl¨¦tico, en cabeza de la tabla, con 37 puntos, recib¨ªa al Bar?a, segundo con 35. Era la jornada 27 de una Liga de 34. El Atleti y el Bar?a llevaban trayectorias opuestas. El Atleti se hab¨ªa disparado en la tabla, pero las arremetidas del presidente Alfonso Cabeza contra la Federaci¨®n empezaron a producir arbitrajes an¨®malos. As¨ª se cre¨® un c¨ªrculo vicioso: a peor declaraci¨®n, peor arbitraje y viceversa.
Por su parte, el Bar?a hab¨ªa empezado mal y ven¨ªa remontando. Hab¨ªa ca¨ªdo el entrenador, Kubala, sustituido por el entonces ya heptagenario Helenio Herrera, en decisi¨®n pol¨¦mica. Pero con HH el equipo reaccion¨®, al comp¨¢s de los goles de Quini entro otras cosas, fue subiendo en la tabla y a estas alturas era favorito.
Pero entonces sobrevino el secuestro de Quini, tras un Bar?a 6, H¨¦rcules 0. Justo el domingo anterior a la visita al Calder¨®n.
La plantilla qued¨® primero aturdida, luego atemorizada, finalmente arrasada en su moral. El lunes corren dos bulos: que ha sido un Batall¨®n Catalano-Espa?ol, o que ha sido un Partido Revolucionario Espa?ol. A cada jugador se le ofrecen cuatro escoltas. Los dos extranjeros, Simonsen y Schuster, est¨¢n realmente atemorizados y los aceptan. Simonsen manda a su familia a Dinamarca, aunque ¨¦l tiene el gesto de no ir con ellos, pese a que se hab¨ªa comprometido a participar en un programa de televisi¨®n all¨ª. No quer¨ªa estar lejos de sus compa?eros.
El martes se despejan los bulos y se conoce la verdad: los secuestradores eran delincuentes comunes que exig¨ªan 100 millones de pesetas.
Eso tranquiliz¨® s¨®lo a medias. No hab¨ªa persecuci¨®n pol¨ªtica al colectivo, Quini era una v¨ªctima casual, pero ?no me puede pasar tambi¨¦n a m¨ª? Adem¨¢s, ?c¨®mo jugar si el compa?ero y amigo est¨¢ en peligro? ?Qui¨¦n se pod¨ªa quitar eso de la cabeza? El Bar?a re¨²ne el dinero para el rescate, a trav¨¦s de Bankuni¨®n, y deja en manos de la polic¨ªa los pasos a dar. El presidente N¨²?ez les pide una rebaja. ¡°Quini no vale tanto, pagamos 82 millones por su traspaso y ya tiene un a?o m¨¢s¡¡±. Le explican que esto no es un traspaso, que es un secuestro.
El mi¨¦rcoles los jugadores piden el aplazamiento del partido. El jueves, Nicolau Casaus les convence para jugar. Esgrime argumentos psicol¨®gicos recogidos, asegura, de expertos: ¡°Ser¨¢ mejor para Quini jugar que no jugar¡±. Schuster se sigui¨® resistiendo. El s¨¢bado no acudir¨¢ a la concentraci¨®n. Tuvieron que ir a su casa para que se sumara a la expedici¨®n. Acept¨® de mala gana, pero dijo que no jugar¨ªa. Finalmente jug¨®.
Otro problema fue el palco del Atl¨¦tico. Alfonso Cabeza, suspendido en funciones, dijo que no lo abrir¨ªa, puesto que no podr¨ªa estar ¨¦l. Dadas las circunstancias, estaba previsto que acudieran muchas personalidades, entre ellas algunos ministros y los alcaldes de Madrid y Barcelona. Finalmente, cedi¨®, pero ya el domingo por la ma?ana.
Como hubo de ceder S¨¢nchez Arminio a que el Bar?a jugara sin 9. El que ocup¨® su lugar, Ram¨ªrez (Keegan Ram¨ªrez le llamaba HH por su melena, parecida a la del c¨¦lebre ingl¨¦s), llevar¨¢ el 14, su n¨²mero habitual de suplente. En la foto, el Bar?a forma con s¨®lo cuatro delanteros. Ram¨ªrez se coloca entre los de a pie, que as¨ª son siete. Para los dos siguientes partidos perfeccionar¨¢n el efecto haciendo que los delanteros, cuatro, no estuvieran juntos, sino dos y dos, dejando claro el hueco de Quini.
¡ªYo no quer¨ªa llevar su n¨²mero, los compa?eros estuvieron de acuerdo. Fue la ¨²ltima exigencia que pusimos. Si no, no hubi¨¦ramos jugado.
Cabeza se sent¨® tras el banquillo del Atl¨¦tico, el palco lo ocuparon autoridades, muchas de ellas extrafutbol¨ªsticas, y gran parte del p¨²blico tuvo una mala reacci¨®n. Hab¨ªa pancartas en favor de Cabeza, contra la Federaci¨®n, contra las autoridades. En el ambiente se mezclaban de una manera extra?a las protestas atl¨¦ticas con la intenci¨®n de fondo de homenajear a Quini.
Fue un partido malo, que gan¨® el Atl¨¦tico 1-0. Luego, el Bar?a empatar¨ªa en casa con el Zaragoza y perder¨ªa en Salamanca. Un punto de seis posibles. Para cuando la polic¨ªa rescat¨® a Quini, el d¨ªa 25, se hab¨ªa descolgado de la Liga. Tambi¨¦n el Atl¨¦tico, v¨ªctima que la perpetua guerra de Cabeza con la Federaci¨®n.
El t¨ªtulo fue para la Real, con aquel recordado 2-2 en El Molin¨®n¡ que en el futuro a?adir¨¢ a su viejo nombre el de Enrique Castro Quini.
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