La ley de Hierro
Tras la destituci¨®n de Lopetegui, Espa?a tiene dos capitanes: Ramos, en el ¨¢rea del dolor, y su viejo maestro, en el banquillo
Luis Rubiales nos ha permitido ejercer una extravagancia en el mundo del f¨²tbol: elogiar a un directivo. Tuvo el acierto de respaldar a Julen Lopetegui al hacerse cargo de la Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol, y tuvo el acierto de despedirlo cuando el t¨¦cnico confundi¨® su escala de valores. Como el protagonista de Historia del soldado, de Ramuz, Lopetegui pidi¨® dos felicidades al Diablo. ?Qu¨¦ sucede cuando se ambiciona demasiado en el terreno de las pasiones? ¡°No se puede tener lo de hoy y lo de ayer, no se puede ser a la vez quien se ha sido y quien se es. Hay que escoger. La felicidad ha de ser una. No puedes tener el Sol¡ y la Luna¡±, responde Ramuz.
La posibilidad de dirigir a un vestuario cuajado de madridistas en calidad de futuro t¨¦cnico merengue vulneraba el compromiso con un cuadro que debe trascender a todos los clubes. Rubiales prescindi¨® de la cl¨¢usula de dos millones de euros por rescisi¨®n del contrato y se decant¨® por una sanci¨®n moral: el despido.
Algo distinto ha sucedido en M¨¦xico. Juan Carlos Osorio, el entrenador colombiano de nuestra selecci¨®n, anunci¨® desde hace tiempo que ya no le interesa seguir al frente del Tri, en demasiadas ocasiones rebautizado como el Tritanic. Esta falta de entrega ha contribuido a la desmoralizaci¨®n de un equipo que no se distingue por su autoestima.
En la ¨¦pica, el h¨¦roe puede comenzar su historia con vacilaciones, pero debe ser impecable en la ¨²ltima l¨ªnea. Hace apenas unas semanas Zinedine Zidane dio una lecci¨®n de se?or¨ªo. Despu¨¦s de conducir al Real Madrid a su hist¨®rica tercera Champions al hilo, anunci¨® su retirada. Acaso record¨® su ¨²ltimo lance dentro del campo, el cabezazo contra Materazzi. En aquella noche de Berl¨ªn, el futbolista que aspiraba a la condici¨®n de los semidioses regres¨® al barro com¨²n de los mortales. Ante su segunda gran oportunidad de retirada, Zizou se guard¨® para s¨ª mismo el anhelo de partir y s¨®lo lo comunic¨® cuando el m¨¢s irreductible de los forofos ya se hab¨ªa recuperado de la parranda en La Cibeles.
Escribo estas l¨ªneas antes del exigente partido de Espa?a contra Portugal. El sucesor de Lopetegui no puede disponer de iniciativas ni aspirar a los artilugios de la magia. ?Qui¨¦n se sienta en el banquillo en esas condiciones? Un valiente.
Le corresponde a Fernando Hierro la tarea de hacer fuera de la cancha lo que tantas veces hizo dentro de ella: transmitir seguridad en medio del espanto. En una ocasi¨®n, el entonces capit¨¢n del Madrid encar¨® a Florentino P¨¦rez y defendi¨® los intereses del vestuario con vehemencia de ¨¢rea chica: ¡°Me se?al¨® con el dedo como si yo fuera un ¨¢rbitro¡±, protest¨® Florentino.
Espa?a eligi¨® al defensa que supo frenar a un directivo. Es excesivo decir que cuenta con un t¨¦cnico; dispone de algo m¨¢s raro y m¨¢s necesario en la tormenta: dos capitanes, el incomparable Sergio Ramos en el ¨¢rea del dolor, y su viejo maestro en el banquillo.
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