El bast¨®n del Maestro Tab¨¢rez

Los silencios reflexivos preceden cada intervenci¨®n de ?scar Washington Tab¨¢rez (Montevideo, 71 a?os). La mudez de esos instantes parecen detener el tiempo y generan un respetuoso clima de expectaci¨®n. La inc¨®gnita de qu¨¦ legado dejar¨¢ su oratoria tiene un enorme poder de atracci¨®n entre la prensa desplazada a Rusia. ¡°A ver qu¨¦ dice hoy El Maestro¡±, es una frase recurrente entre los enviados especiales que siguen a Uruguay. Sus discursos son pausados, como ahora es su caminar, afectado por una neuropat¨ªa cr¨®nica que le obliga a ayudarse de una muleta o un bast¨®n. Su estampida del banquillo, sin apoyo alguno, para celebrar el gol de Gim¨¦nez contra Egipto en el ¨²ltimo minuto forma parte una de las estampas m¨¢s jaleadas de este Mundial.

La voz de Tab¨¢rez fluye cadenciosa con el tono bajo de la humildad del sabio que pretende transmitir valores sin apropiarse de ellos. Su altavoz son esas sesudas sentencias filos¨®ficas que susurra ante los micr¨®fonos de las salas de prensa: ¡°El f¨²tbol no es lo m¨¢s importante, pero es un veh¨ªculo para llegar a las cosas m¨¢s importantes¡±.

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Lo trascendente para Tab¨¢rez es la educaci¨®n y la formaci¨®n de la persona antes que del futbolista. Por ello, se escandaliz¨® cuando un doctor de la federaci¨®n le cont¨® lo que hab¨ªa visto al visitar a un juvenil en su casa. Como si ya se tratara de una estrella, las paredes de su habitaci¨®n estaban repletas de grandes fotograf¨ªas del chico. El tama?o contrastaba con el diminuto retrato de la hermana peque?a encima de la mesilla de noche.

Exprofesor de ense?anza primaria, su apodo de El Maestro ya responde por igual a su pasado docente como al valor de los pensamientos que difunde. ¡°Tenemos que tener cuidado cuando nos consideramos ¨²nicos en algunas cosas porque eso es una falta de humildad. Todos los equipos tienen jugadores que se brindan y lo dan todo¡±, expres¨® tras eliminar Uruguay a Portugal contra pron¨®stico. Le hab¨ªan preguntado por la leyenda de la incombustible garra charr¨²a y derrib¨® la exclusividad del mito como ya hizo con el Maracanazo d¨ªas antes. ¡°Nos hizo mucho da?o, durante mucho nos enga?aron¡±, sentenci¨® para explicar que aquella antol¨®gica gesta del Mundial de 1950 no pod¨ªa pesar como una losa eterna sobre los internacionales uruguayos. ¡°El camino es la recompensa¡±, la frase que pronunci¨® tras llevar a Uruguay hasta la cuarta plaza en el Mundial de 2010 ha sido adoptada en su pa¨ªs como eslogan publicitario. Tambi¨¦n como lema de cabecera de los adiestradores de altos ejecutivos.

¡°Nuestro proyecto se basa en la triple E: explicar, entrenar y evaluar¡±, repite continuamente. El citado proyecto denominado Institucionalizaci¨®n de los Procesos de Selecciones Nacionales y de la Formaci¨®n de sus futbolistas son planes cuatrienales con los que sent¨® las bases para reformar de abajo arriba las estructuras de la selecci¨®n uruguaya cuando se hizo cargo de ella en 2006 por segunda vez. La primera concluy¨® en el Mundial de Italia 90.

El manual centra mucho el foco en el f¨²tbol juvenil, en los tres d¨ªas a la semana en los que clubes ceden a sus promesas para que acudan al Complejo Celeste, el centro del alto rendimiento que Tab¨¢rez exigi¨® reformar. Algunas de las normas de convivencia impuestas a los chicos tambi¨¦n las aplican los mayores. Decir buenos d¨ªas antes de comparecer ante la prensa, dar las gracias a los camareros del Complejo Celeste, no utilizar el m¨®vil durante las comidas o llevar los platos a la cocina forman parte de la rutina de los internacionales uruguayos.

Deportivamente, el proyecto pretende que los juveniles, seg¨²n sus posiciones, adquieran los conceptos t¨¢cticos que se aplican en la selecci¨®n absoluta. ¡°El legado es que los chicos cuando llegan a la selecci¨®n tengan un camino ya avanzado¡±. Esto le ha permitido a Tab¨¢rez formar un centro del campo de veintea?eros. Torreira (20), Betancur (21), N¨¢ndez (22) y Vecino (25) fueron alineados a la vez contra Portugal. De alguna manera Tab¨¢rez trata de ¡°ganarle tiempo al tiempo, algo que ni Albert Einstein consigui¨®¡±.