El prudente Valverde llega tarde a la pelea y termina tercero en el M?r
Victoria del irland¨¦s Dan Martin en la primera llegada en alto del Tour de Francia, donde Froome cede 8s
En el puerto de Brest, donde termina Europa, la brisa siempre sopla fresca. Juan Luj¨¢n la goza apoyado en un muro y mirando so?ador a un velero antiguo, todas las velas desplegadas, que enfila hacia alta mar. ¡°?Ay!¡±, suspira. ¡°Y hace cinco minutos zarp¨® otro. C¨®mo me gustar¨ªa estar ah¨ª y no tener que meterme ahora en el coche a pasar calor y a sufrir por mis ciclistas y por sus bicis¡±.
En el Tour, el mundo so?ado, todos sue?an con la libertad y buscan l¨ªneas de fuga en el horizonte del Atl¨¢ntico infinito, como si fueran pintores. Las anhela Luj¨¢n un mexicano de Zacatecas hist¨®rico del pelot¨®n. Fue mec¨¢nico de Armstrong en el US Postal y lo es ahora en el Katusha del desafortunado Ilnur Zakarin y su alma t¨¢rtara. La l¨ªnea de fuga de Alejandro Valverde, que tambi¨¦n sue?a con la libertad, es la l¨ªnea del tiempo. Se sienta en el autob¨²s del Movistar y mira al futuro, y los ojos se le entrecierran casi melanc¨®licos cuando habla del M?r, la cuesta tan bretona en la que termina la etapa. ¡°S¨ª, no es mala para m¨ª¡±, afirma. ¡°Y tengo buenas sensaciones, pero, bueno, tampoco me obsesiona ganar¡ Mi rol en este Tour es diferente¡±.
El Tour es un monstruo que para ceder ante las ansias de uno exige hacer trizas las ilusiones de cien. Las de Valverde (que tampoco, llegado el momento, se las pele¨® decidido, su rol es otro, ya se sabe) cayeron como las de tantos otros. En el coraz¨®n de Breta?a, en el M?r, que no significa muro, aunque sea una pared vertical y recta cuando se la ve a lo lejos por la carretera, que no significa nada, el Tour solo pod¨ªa premiar a un celta, a un irland¨¦s que en la salida, en el puerto mirando al Oeste, se siente como en casa, y hasta le gusta o¨ªr las gaitas bretonas, y habita en la melancol¨ªa en las monta?as de Andorra a sueldo de un emir de oriente pr¨®ximo. Se llama Dan Martin, y tambi¨¦n es un especialista en etapas como esta, un Valverde con el mismo punch pero con menos jump, brillo, por as¨ª decirlo, y con la tenacidad del que debe llegar al 110% para ganar, tan dif¨ªcil le resulta. Atac¨® a un kil¨®metro de la cima y mantuvo el tipo fenomenalmente. Con Valverde mantiene una buena rivalidad. Le gan¨® al murciano una Lieja y en el mismo M?r, hace tres a?os, qued¨® segundo, y Valverde tambi¨¦n tercero. Pero entonces el murciano no ten¨ªa otro rol que le exig¨ªa la exagerada prudencia que muestra a los 38 a?os, ni Martin, de 31 y sobrino de Stephen Roche de los ojos claros, tampoco este a?o.
El l¨ªder sigue siendo el belga Greg van Avermaet, que a¨²n juega en su terreno. En el centro de Finisterre, la brisa es viento, y cuando sopla medio de lado, y fr¨ªo, aquellos a los que la melancol¨ªa conduce a la acci¨®n son los belgas, que solo necesitan una buena recta, preferiblemente en falso llano descendiente, un cambio de carretera, y campo abierto para ponerse a 70 por hora en manos de la locomotora luxemburguesa del Quick Step, Bob Jungels, que ama los abanicos y se regodea en ellos. Entre La Feuill¨¦e y Huelgoat, unos siete kil¨®metros a 100 de la llegada, el equipo de Jungels meti¨® cuneta, puso en fila al pelot¨®n, un fino hilo impepinablemente condenado a romperse. Lo hizo en tres trozos. En el primero logr¨® refugiarse Valverde, pero no Nairo y Landa, que a punto estuvieron de ver como se resolv¨ªa el problema de la tricefalia del Movistar. El sofoco dur¨® lo justo para que se llevaran un buen susto y prometieran estar m¨¢s atento la pr¨®xima vez. El bosque amigo fren¨® al viento y los salv¨®.
Atentos y calientes, acelerados, llegaron al M?r, donde pasaron unas cuantas cosas que hicieron pensar a muchos que el monstruo Tour un cierto sentido de la justicia distributiva s¨ª que posee: no todos los d¨ªas machaca a los mismos. Al pie del M?r, a unos cinco kil¨®metros, se les rompi¨® la bici a Tom Dumoulin y Romain Bardet, dos de la docena o m¨¢s favoritos a¨²n. El franc¨¦s tom¨® prestada la bici de su compa?ero Gallopin, con la que hizo lo que pudo arrancando desde atr¨¢s, y lleg¨® a 30s de Martin. El holand¨¦s, ayudado descaradamente por el coche de su equipo, cedi¨® 52s en la meta, pero despu¨¦s fue sancionado con otros 20s por la acci¨®n.
Sin necesidad de que se le rompiera la bici, Froome se abri¨® en los ¨²ltimos metros, como Rigo, y perdi¨® 8s, pero no parece que nadie deba hacerse ilusiones de una inesperada fragilidad: tambi¨¦n comenz¨® as¨ª el Giro.
Juan Luj¨¢n no sufri¨® mucho acalorado en el coche del Katusha. Ninguno de los suyos rompi¨® la bici. El Tour es justo, s¨ª, aunque condenado.
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