La nueva ola espa?ola desvanece la pesadilla italiana del 92 y se mete en la final

A Estiarte, a Pedro Garc¨ªa, al malogrado Roll¨¢n, a Ballart que se ¡®desmelen¨®¡¯ comentando el partido para Televisi¨®n Espa?ola, a Txiki Sans que se consumi¨® en la grada, a Miki Oca, preocupado y ocupado por el partido por el bronce que debe afrontar con su selecci¨®n femenina, a todos los que lloraron a moco tendido aquel 9 de agosto de 1992 tras perder la final ol¨ªmpica contra Italia despu¨¦s de tres pr¨®rrogas, les hubiera cambiado el ¨¢nimo, el rostro, la vida entera con lo que sucedi¨® 26 a?os despu¨¦s en la misma piscina y ante el mismo rival. Esta vez Espa?a gan¨® a Italia (8-7), en un final pol¨¦mico, que si el ¨²ltimo tiro de los italianos entr¨® o no. Pero los ¨¢rbitros consideraron que el bal¨®n, tras el trallazo de Pietro Figlioli y rebotar en el palo, no acab¨® de entrar.

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Gan¨® Espa?a, la nueva ola de su waterpolo y se clasific¨® por segunda vez en su historia para la final de un Europeo. Este s¨¢bado tendr¨¢ la posibilidad de alcanzar el oro por primera vez en este torneo, el ¨²nico que le falta tras los que obtuvo en los Juegos de 1996 y en los Mundiales de 2001 y 1998. Enfrente se encontrar¨¢ a Serbia, que super¨® a Croacia en la otra semifinal (9-8) y que puede presumir de ser campeona ol¨ªmpica y optar a su cuarto t¨ªtulo europeo consecutivo.

No pudo ser m¨¢s apasionante, oscilante y dram¨¢tica la semifinal ante Italia. Empez¨® con un gol italiano, del nacionalizado Bodegas, en su primer ataque. Un mal augurio. Italia llegaba fort¨ªsima, imponente, tras arrollar a Rusia en los cuartos de final (11-1). Pero sali¨® a relucir el juego m¨¢s desinhibido y fresco de Espa?a, los goles de Perrone, Tahull, Mallarach y Mun¨¢rriz. Espa?a dominaba por 4-1. Iba viento en popa, bien pertrechada atr¨¢s, con un L¨®pez Pinedo como siempre certero en sus intervenciones y agresivo en la demanda de esfuerzo y acierto a sus compa?eros.

La reacci¨®n de Italia fue fulminante. Los brazos de Renzuto y, sobre todo de Di Fulvio, martirizaron a L¨®pez Pinedo. La defensa espa?ola sufri¨®, presa del estr¨¦s y las exclusiones. A menos de siete minutos para el final Di Fulvio pon¨ªa el 5-7 en el marcador y aventaba los peores augurios en la Picornell. De nuevo el fantasma italiano, la sensaci¨®n de inferioridad, la fatalidad. Pero en ese momento reapareci¨® el descaro de esa nueva savia de la que se nutre el equipo de David Mart¨ªn, los brazos de Roger Tahull y de Granados pusieron el empate a siete. Pasaron unos minutos eternos en los que ni unos ni otros acertaron.

Hasta que surgi¨® otro tibur¨®n espa?ol, Francisco Fern¨¢ndez, encontr¨® un pasillo inesperado en la transici¨®n de defensa a ataque, Bustos habilit¨® el hueco arrastrando a su defensor. Fran prosigui¨® su sprint desaforado y no par¨® hasta plantarse ante el talentoso portero italiano, Marco Del Lungo, al que bati¨®. Quedaba poco m¨¢s de un minuto. Ante Italia, un mundo.

Espa?a, tras perder una ¨²ltima opci¨®n ofensiva, defendi¨® la ¨²ltima acci¨®n con toda el alma. Los ¨¢rbitros excluyeron a Fran Fern¨¢ndez. Y Pietro Figlioli se jug¨® la ¨²ltima opci¨®n. El bal¨®n rebot¨® en el poste, en un brazo, se meci¨® sobre el agua, los italianos se desga?itaron reclamando que hab¨ªa rebasado la l¨ªnea de gol, empezando por su seleccionador, Sandro Campagna, el mismo que le meti¨® dos goles a Espa?a en aquella final de hace 26 a?os. Los ¨¢rbitros hicieron caso omiso.Y Espa?a sabore¨® una victoria que le sabe a gloria, aunque todav¨ªa le queda la asignatura pendiente del oro europeo, se quit¨® de en medio la pesadilla italiana, que duraba y duraba, desde 1992 nada menos.