Crisis, caos, hecatombe
Solo llevamos unos pocos partidos, y todos los grandes atravesaron una crisis. A veces dura un par de partidos, y a veces incluso medio
La idea de que el mundo se acaba, y que nada de lo que nos import¨® tiene ya futuro, es una de nuestras visiones favoritas. Nos agrada atisbar crisis en el horizonte. Solo llevamos unos pocos partidos de Liga, y todos los grandes equipos atravesaron ya una, o est¨¢n inmersos en ella. A veces dura un par de partidos, y a veces incluso medio. ?Pero qu¨¦ medio! Toda esa gente proclamando que es el fin recuerda mucho a esos aprensivos a punto de ahogarse... en la piscina de los ni?os. El fracaso tiene siempre algo de exageraci¨®n. A una vecina de mis padres le encantaba decir ¡°me voy a morir¡±. Se pon¨ªa repentinamente seria al decirlo. Estuvimos treinta a?os oy¨¦ndole esa frase. Ciertamente, al final muri¨®, pero quiz¨¢ solo porque a las frases tambi¨¦n se les agota la paciencia.
En nuestro f¨²tbol no se requieren m¨¢s de dos semanas para pasar de equipo invencible a equipo roto. Casi no se sabe cu¨¢l es mejor noticia, como cuando la selecci¨®n argentina estaba a punto de batir el r¨¦cord negativo de minutos sin marcar, y Carlos Bilardo advirti¨® a sus jugadores al salir al campo de que no se les ocurriese meter un gol antes del minuto seis porque se quedaban sin r¨¦cord. ¡°Nosotros tenemos que estar en todas las conversaciones, en las buenas y las malas¡±, dec¨ªa.
Necesitamos cada vez m¨¢s de emociones fuertes para sobrellevar la vida actual. Elegimos la euforia del ¨¦xito, pero si por alguna raz¨®n se nos niega, nos amoldamos y jugamos a estar profundamente deprimidos despu¨¦s de una derrota y un par de empates. Es como si las penas tambi¨¦n proporcionasen cierta compa?¨ªa. En un mundo donde el razonamiento perdi¨® la batalla frente a las emociones, si no est¨¢s euf¨®rico, y tampoco vagamente deprimido, entonces seguramente est¨¢s muerto. Natalia Ginzburg cuenta en L¨¦xico familiar que su madre, en mitad de una tarde terriblemente aburrida, en la que no sab¨ªa qu¨¦ hacer para entretenerse, exclam¨®: ¡°?Si por lo menos tuviera una enfermedad bonita!¡±.
A nadie le gusta dejarse un pu?ado de puntos en unos pocos partidos. Son puntos que jam¨¢s volver¨¢n, como los besos que no se dieron. Pero ya que sucedi¨® lo inesperado, todo lo que rodea a un equipo, menos habitualmente el equipo, se deja llevar por un des¨¢nimo artificial, que a veces acaba en un ¡°adi¨®s, mundo cruel¡± estremecedor. La sobreactuaci¨®n es una tendencia flamante, lo que lleva a que despu¨¦s de solo siete partidos de liga haya seguidores dispuestos a pensar que casi todo acab¨®, que las torres cayeron y todo lo que amaban desapareci¨® en los escombros. Es f¨¢cil imaginar la desaz¨®n del barcelonismo despu¨¦s del empate en Bilbao. No hab¨ªa empezado el derbi, pero a Madrid y Atl¨¦tico ya les hab¨ªa ido bien. Pero, ohh, tambi¨¦n ellos empataron. Son esos d¨ªas en los que vas tan a la deriva que hasta los milagros se apenan de ti y se ablandan. Resultado de ello, la hecatombe del equipo de Valverde es tal que, despu¨¦s de dilapidar siete puntos de nueve posibles, es l¨ªder de la Liga.
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