Harry Kane sentencia con tres toques sutiles
El delantero ingl¨¦s, que no remata ni una vez, crea la jugada del primer tanto y da las asistencias de los dos siguientes en una actuaci¨®n majestuosa
Deben ser sus p¨¢rpados ca¨ªdos, reminiscencias de alguna pena y, ya se sabe, los anunciantes no quieren caras tristes. Habr¨ªa que atribuirlo a su falta de garbo, pues corre doblando las rodillas como las doblar¨ªa un dromedario y adem¨¢s es chepudo. Quiz¨¢s incluso se deba a su aparente torpeza con la pelota, pues nunca regala una frivolidad y mucho menos una lambretta. Cuentan en su s¨¦quito, que, puesto a evaluar su fichaje, el pasado verano Florentino P¨¦rez le desestim¨® porque no le encontr¨® virtudes rese?ables. Harry Kane, la estrella m¨¢s flem¨¢tica del f¨²tbol mundial, tampoco mostr¨® inter¨¦s en dejar Londres para irse a Madrid en agosto. Pero el destino, que da vueltas, le impuso una misi¨®n en Sevilla en octubre. En media hora destroz¨® a Espa?a. A su manera: su intervenci¨®n decisiva en los tres goles de Inglaterra en los minutos 16, 30 y 38, pasar¨¢ desapercibida en los highlights televisivos.
Llov¨ªa sobre Sevilla como deber¨ªa llover sobre Chingford. La noche ol¨ªa a hierba mojada y el bal¨®n rodaba empapado. La atm¨®sfera se presentaba con cierto aire brit¨¢nico. Los pubs irlandeses que asoman al Gualdalquivir ol¨ªan a cerveza derramada desde la ma?ana del domingo, y una columna de unos 3.000 hinchas ingleses se apostaron en el anillo superior del Benito Villamar¨ªn para darle calor a los excursionistas. Cuando la megafon¨ªa vibr¨® con Dios Salve a la Reina todos cantaron con fervor religioso. Los seguidores espa?oles pitaron con las mismas ganas. El clima en la afici¨®n local era optimista. Bastaba un empate para enfilar la clasificaci¨®n para la final a cuatro de la Liga de las Naciones.
La imaginaci¨®n de algunos ya se calentaba con una semana de apoteosis en la primavera de 2019 cuando sucedi¨® la cosa m¨¢s banal del mundo. Un saque de porter¨ªa. Un pelotazo tan ingl¨¦s como las jud¨ªas con tomate por las ma?anas. Bal¨®n que Pickford lanza a 60 metros, que vuela sobre el c¨ªrculo central y que cae al pie derecho de Kane. A partir de ah¨ª, lo extraordinario. El control, como si la pelota fuera una esponja mojada, y la apertura veloc¨ªsima a Rashford, que se desmarcaba por la izquierda a la espalda de Jonny. En un segundo la defensa espa?ola estaba deshecha. Rashford tuvo tiempo de encarar y centrar al espacio que se abr¨ªa entre De Gea y la defensa. Sterling recibi¨® el env¨ªo a contrapi¨¦ de Alonso, control¨® y tir¨® cruzado.
El gol fue de Sterling. Pero el que vio la jugada antes de que la jugada existiera fue Kane. Igual que la vio en la acci¨®n que precedi¨® el 0-2, cuando recibi¨® de espaldas, a 40 metros del ¨¢rea, en una zona donde cualquier peligro parece previsible y evitable. No fue as¨ª. El delantero del Tottenham se gir¨® hacia la izquierda evadiendo la marca de Busquets y cuando levant¨® la mirada vio en un instante que Ramos y Nacho le achicaban el espacio. Precisamente la clase de maniobra que necesitaba para meter el pase en el hueco que dejaban los dos centrales. La pelota rod¨® hacia el ¨¢rea para que Rashford la recibiera solo y libre a la espalda de Jonny. El gol fue medio regalo de Kane.
Kane apareci¨® de nuevo ocho minutos m¨¢s tarde. Como el heraldo del desastre espa?ol, se movi¨® en silencio, como si nadie detectara su presencia triste, y se peg¨® al palo izquierdo de De Gea para descolgar con la cabeza el bal¨®n que Barkley bombe¨® al segundo palo. Fue un servicio en bandeja de plata para que Sterling, que lleg¨® de improviso, empujara el tercero. Ni Ramos, cogido por sorpresa, ni De Gea, demasiado metido bajo sus palos, pudieron anticipar un hachazo que no admitir¨ªa cura en lo que quedaba de partido. Fueron tres remates entre los tres palos de Inglaterra en la primera parte y tres goles. Ning¨²n lanzamiento a puerta de Kane en toda la noche.
Fue la primera derrota de la selecci¨®n en territorio espa?ol en 15 a?os. Fue la primera vez que Espa?a comenz¨® perdiendo 0-3 en casa. Por debajo de las estad¨ªsticas obvias, las causas resultar¨¢n m¨¢s o menos evidentes. Dos goles de Sterling, un gol de Rashford, una cadena de errores, un pu?ado de cuplables vestidos de rojo. Ni rastro del gran desapercibido. El genio silencioso que prefiere vivir bajo la lluvia y que en la noche de un lunes de octubre en Sevilla hizo todo lo necesario para poner a Espa?a de rodillas sin que nadie acertara a comprender muy bien c¨®mo.
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