Respetar al genio
En Madrid a¨²n se le pod¨ªa silbar a Cristiano Ronaldo, pero Messi est¨¢ a salvo en Barcelona
Cambiar de vida requiere una enorme voluntad, que a su vez puede exigir una leve maniobra. Se puede cambiar de vida de muchas maneras. A veces apenas precisas dejar tu equipo por otro, como hizo Cristiano Ronaldo, aunque eso implica cambiar de ciudad, pa¨ªs, amistades, n¨²mero de tel¨¦fono, incluso ropa. Contaba Claudio Caniggia que en los ochenta y noventa a los extranjeros que fichaban por un club italiano el primer d¨ªa los llevaban a vestirse bien. Italia era mucha Italia. Cuando Van Basten recal¨® en el Mil¨¢n, por ejemplo, un d¨ªa lo sorprendieron con traje y calcetines blancos. ¡°Perdona, ?qu¨¦ es esto?¡±, le llamaron la atenci¨®n los due?os del club.
Pero ?es importante cambiar de vida? Cristiano justific¨® su fichaje por la Juve en la necesidad de afrontar nuevos retos, escapar de la zona de confort. Supongo que llega un d¨ªa en que ya no basta mover el sof¨¢ de sitio, o comprar uno nuevo, o mudarte de piso, o divorciarte. No se trataba de hacer lo que Sebasti¨¢n Abreu, que d¨ªas atr¨¢s, a los 42 a?os, anunci¨® su fichaje por su ?vig¨¦simo octavo equipo! Pero tampoco era cuesti¨®n, y as¨ª lo cit¨® CR7, de hacer lo que Messi y conformarse con jugar toda la vida en el mismo equipo. Digamos que su lema es ¡°Haz mudanza¡±. Al menos de vez en cuando. Pero ?y si las promesas de la casa nueva se quedan en la casa vieja, como dice el poeta Luis Chaves? Algunos futbolistas juegan toda su vida en el mismo club porque les gusta que los d¨ªas se parezcan entre s¨ª. Eso garantiza, en el caso de Messi, que siga ganando Ligas y de vez en cuando alguna Champions. No abundan esos jugadores, incapaces de sentirse empujados, por la raz¨®n que sea, a cambiar de aires. Su consigna es ¡°No te mudes ni loco¡±. Hay cierta inteligencia en calcular que, y¨¦ndote a otro equipo, y llam¨¢ndote Messi, no vas a ser necesariamente m¨¢s feliz ni lograr m¨¢s t¨ªtulos. Aqu¨ª, adem¨¢s, le llamamos genio mil veces al d¨ªa, con una fuerza y un empe?o que casi nos hace genios a nosotros.
Las personas les toman en ocasiones un cari?o irrevocable a los sitios, como si existiese el ¡°dulce y ¨²nico hogar¡±. Y los sitios, si tienes suerte, corresponden. En Madrid a¨²n se le pod¨ªa silbar a Cristiano Ronaldo, pero Messi est¨¢ a salvo en Barcelona. Solo se me ocurre una ciudad m¨¢s agradecida con sus genios. Se trata de Monterrey, donde transcurre Cannery Row, de John Steinbeck. Cierta ocasi¨®n, un vecino vio a un perro arrastrando una ristra de intestino con un est¨®mago colgando en el extremo. No parec¨ªan v¨ªsceras animales. Alguien coment¨® en el bar que d¨ªas atr¨¢s hab¨ªa muerto John Billings, un gran escritor local, y por un momento a todos les pas¨® la misma idea por la cabeza. Se dirigieron en procesi¨®n a casa del m¨¦dico, que admiti¨® haber embalsamado a Billings y arrojado las entra?as a una quebrada. Lo obligaron a salir y recuperar todas las v¨ªsceras. Le obligaron a lavarlas con reverencia y quitarles todas las arenas. Por ¨²ltimo, lo obligaron a pagar una caja para enterrarlas. Hab¨ªa que respetar a los genios.
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