El sue?o de ser presidente
Ninguno quiso en su juventud dirigir un club, ni se prepar¨®, pero acab¨® ah¨ª. Sus historias son en alg¨²n sentido historias de fantasmas
Ser presidente es un sue?o rimbombante que ataca por sorpresa, en medio de otras ocupaciones. De repente, aquello en lo que est¨¢s inmerso ¨Cmontar un hotel, construir un rascacielos, gestionar un restaurante¨C te parece un asunto de poca monta, y das el salto. Qui¨¦n no necesita un cambio de aires de vez en cuando. Los asuntos de poca monta son aquellos que mantienen entretenida a la mayor¨ªa de la humanidad y bien pueden ser important¨ªsimos, pero un d¨ªa, al lado del sue?o de ser presidente, se quedan cortos, como le ocurri¨® al nuevo dirigente del Athletic, Aitor Elizegi, hasta entonces hostelero e impulsor del slow food. Su historia no difiere de la de todos los presidentes de f¨²tbol. Ninguno quiso en su juventud ser presidente, ni se prepar¨® para ser presidente, pero acab¨® en la presidencia. Las historias de presidentes son en alg¨²n sentido historias de fantasmas.
Quiz¨¢ el sue?o de ser presidente empieza como una broma. Pero ?qu¨¦ es una broma? Cuando se le da vueltas, una broma muta en un asunto serio, primordial, con el que no se juega. Lo normal es que una broma lo siga siendo y no conduzca a ninguna parte, como cuando dos periodistas como Norman Mailer y Jimmy Breslin se presentaron en 1969 a dirigir la ciudad de Nueva York. ¡°Mailer-Breslin. ?De verdad?¡±, titul¨® en su portada la revista New York, antes incluso de que se supiese que su programa electoral propon¨ªa la declaraci¨®n de la ciudad como Estado independiente, prohib¨ªa la circulaci¨®n de coches particulares en sus calles, y defend¨ªa que hubiese suficiente metadona para los heroin¨®manos. Apenas recibieron el 5% de los votos. Pero el presidente del Athletic se lo tom¨® en serio. Tanto, que primero anunci¨® que se presentaba, despu¨¦s lo descart¨® y al final encabez¨® una candidatura y gan¨®.
El f¨²tbol moderno est¨¢ ligado a todo lo que no tiene que ver con ¨¦l. Si quitamos a los jugadores, sin los cuales el f¨²tbol no existir¨ªa, lo que solo les sirve para ser empleados, quienes gobiernan los equipos previamente hicieron todo tipo de negocios ajenos al deporte. Recalaron en el f¨²tbol atra¨ªdos por el exclusivo esplendor que despide ser presidente de un club. Acreditaron su ¨¦xito en un banco, en una bodega de vino, en una constructora, en un fondo de inversi¨®n, quiz¨¢ en una cadena de hoteles, a lo mejor en una promotora inmobiliaria o en un partido pol¨ªtico. Saben qu¨¦ es el ¨¦xito, y tambi¨¦n qu¨¦ necesita un cambio de aires. No se espera de un presidente que sepa de f¨²tbol. Casi ser¨ªa una incongruencia. Hace muchos a?os, Renato Cesarini cont¨® que, en su etapa como entrenador en Argentina, conoci¨® a un directivo que cre¨ªa entender much¨ªsimo de f¨²tbol, y se atrevi¨® a hacerle algunas apreciaciones t¨¦cnicas. ¡°?Y usted a qu¨¦ se dedica?¡±, le pregunt¨® el entrenador, aparentemente interesado. ¡°Yo tengo una relojer¨ªa¡±, respondi¨® el dirigente. A lo que Cesarini replic¨®: ¡°Bueno¡ cuando hablemos de relojes me va a interesar su opini¨®n¡±.
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