Los regates perdidos de Ben Arfa
Admirador de Cruyff, la peculiar estrella del Rennes, rival del Betis, huye de la fama y del f¨²tbol pragm¨¢tico
Cuentan sus amigos que cuando Hatem Ben Arfa ten¨ªa 15 a?os su consulta m¨¢s repetida era: ¡°?Conoces a Cruyff?¡±. Nacido en 1987 en un suburbio parisino, sus entrenadores en el prestigioso INF Clairefontaine, cantera de la selecci¨®n francesa, so?aban con que Hatem se convertir¨ªa en el pr¨®ximo Platini, el futuro Zidane, el nuevo Giresse... ¡°Hatem es mejor que Messi¡±, dec¨ªan todos. Pero Hatem no quer¨ªa ser otro Leo, miembro como ¨¦l de la quinta del 87. No. Hatem quer¨ªa ser Johan Cruyff. Por su libertad. Por su forma de gobernar los partidos y sobre todo por su forma de amagar, en el f¨²tbol y en la vida.
Johan se le apareci¨® por primera vez en una cinta de v¨ªdeo. Se la compr¨® en una tienda de ?msterdam su tutor, Michel Ouazine, exfutbolista y gran conocedor del f¨²tbol de Cruyff. Durante meses, el chico no par¨® de ver el v¨ªdeo. Cada d¨ªa. ¡°El v¨ªdeo era en flamenco¡±, record¨® Ben Arfa el d¨ªa del fallecimiento del ¨ªdolo holand¨¦s, ¡°no entend¨ªa nada de los comentarios pero me daba igual, me bastaba con disfrutar de las im¨¢genes¡±.
Desde entonces los amagos de Ben Arfa viven en un perpetuo anacronismo. Nacido en la ¨¦poca de Zidane, resulta que este admirador de Cruyff ha desfilado por equipos con entrenadores autodenominados ¡°pragm¨¢ticos¡±, caso del Lyon de Houllier y el Marsella de Deschamps. O conjuntos contragolpeadores como el PSG de Emery o el Rennes de Julien Stephan. Aislado en un pa¨ªs que ha renunciado al f¨²tbol est¨¦tico de sus ancestros m¨¢s deslumbrantes para abrazar al f¨²tbol modernista y ganador de la escuela hormigonera que fund¨® Houllier a comienzos de los noventa, Ben Arfa mira al f¨²tbol espa?ol de la ¨²ltima d¨¦cada con admiraci¨®n y cierta familiaridad. Su visita al Betis para disputar la vuelta de los dieciseisavos de final de la Liga Europa (3-3 a la ida) le supone un viaje emocional.
Esta temporada, justo detr¨¢s de Neymar (4,8), y delante de Messi (3,8), Hazard (3,4), Demb¨¦l¨¦ (2,7) y San¨¦ (2), Ben Arfa es el jugador que m¨¢s regates ha logrado de toda Europa: 4,6 por partido. Cuando uno le ve hacer un control sabe que algo diferente est¨¢ a punto de ocurrir. La pausa a la hora de acariciar el bal¨®n cuando le lleg¨® al pie izquierdo en el minuto uno del partido de ida contra el Betis, el pasado jueves, el v¨¦rtigo que gener¨® al regatear a dos jugadores verdiblancos en una sola finta que le dio el primer gol a los franceses, aquellas dos jugadas, pertenecen a una forma de ver el f¨²tbol que se niega a desaparecer. En el pa¨ªs de Deschamps, donde el m¨¢s m¨ªnimo esfuerzo es fruto de un fr¨ªo c¨¢lculo de rentabilidad deportiva, las inquietudes est¨¦ticas de Ben Arfa, de 31 a?os, convierten sus regates en una atractiva filosof¨ªa de vida. ¡°Disfrutar, lo que quiero ahora es disfrutar del juego¡±, repite cada d¨ªa a los j¨®venes futbolistas que le piden la camiseta.
Si Ben Arfa es tan idolatrado en Francia a pesar de que su carrera carece del brillo de compa?eros de promoci¨®n como Nasri y Benzema, es porque no juega solo para ¨¦l o para el club que le paga. Juega para una idea. Rodeado de fieles periodistas, artistas, futbolistas o cineastas (en el 2016 pis¨® la alfombra roja del festival de Cannes), es un personaje at¨ªpico del f¨²tbol franc¨¦s. Vive en el centro de la ciudad, prefiere viajar por Easyjet en vez de alquilar aviones privados, y desprecia las tentaciones mundanas de la fama recluy¨¦ndose en casa con sus amigos para charlar de f¨²tbol y filosof¨ªa, y jugar al Monopoly.
Cuando en enero le ofreci¨® a un amigo fil¨®sofo una cena para hablar de libros y regates, Hatem empez¨® por citar a Gilles Deleuze sin apenas darse cuenta: ¡°El futbolista es un artista, un creador que da vida al juego¡±. A S¨®crates, el fil¨®sofo de Atenas, sus disc¨ªpulos le apodaban ¡°el at¨®pico¡± (el sin lugar en griego) por su forma enigm¨¢tica de amagar, de gastar fintas a sus interlocutores, de aparecer siempre donde no le esperaban. Siguiendo la misma tradici¨®n, al concluir la cena, cuando el di¨¢logo con el amigo se termin¨®, Hatem se levant¨® de la mesa y se despidi¨® a la griega. Con iron¨ªa. ¡°En fin¡±, sonri¨®, ¡°como dec¨ªa S¨®crates, todo lo que s¨¦, es que no s¨¦ nada¡±.
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