Los no tan dorados pasos de Maradona en Sinaloa
El exfutbolista argentino pierde cualquier posibilidad de ascender a los Dorados de Sinaloa y su futuro en M¨¦xico vuelve a ser incierto. EL PA?S recorre su camino por Culiac¨¢n estos nueve meses
La agilidad de Diego Armando Maradona es ya una reliquia. Cuando camina hacia la cancha lo hace rengueando, con la torpeza de un gigante. La convulsa vida de El Diez ha encontrado un remanso de paz en Culiac¨¢n (Sinaloa, al noroeste de M¨¦xico). All¨ª, en su guarida, le veneran sin caer en el hostigamiento. En nueve meses como entrenador de Dorados de Sinaloa cambi¨® los h¨¢bitos de un equipo de segunda divisi¨®n. Los llev¨® a jugar dos finales para intentar ascender y ambas las perdi¨®. Su doble decepci¨®n lo lleva a la incertidumbre sobre si seguir o no en su aventura sinaloense. Su nueva derrota, la resumi¨® as¨ª: ¡°Yo gan¨¦, perd¨ª, empat¨¦ en la vida, estuve al borde de la muerte, a m¨ª esto no me hace nada. Estoy triste¡±.
Los primeros cuatro meses de Maradona los vivi¨® dentro de la habitaci¨®n 700 del hotel Lucerna. Era el rey del s¨¦ptimo piso de uno de los lugares m¨¢s lujosos de Culiac¨¢n. Escoltado por Maximiliano Pomargo, su asistente personal, bajaba al restaurante desayunar, a platicar con algunos de los empleados que de tanto verle aburr¨ªa pedirle la en¨¦sima fotograf¨ªa. Era un hu¨¦sped normal, salvo que a su alrededor le acompa?aba una comitiva de agentes de seguridad. Al sitio cualquiera pod¨ªa entrar en la recepci¨®n y, si la suerte se coloreaba albiceleste, podr¨ªa encontrarlo all¨ª sentado con pantalones cortos y una gorra negra.
Culiac¨¢n ha sido estigmatizada por las luchas intestinas del narcotr¨¢fico, por ser la sede de uno de los carteles de droga m¨¢s grande del mundo: el de Joaqu¨ªn El Chapo Guzm¨¢n. ¡°La publicidad que recibi¨® Dorados y Sinaloa como Estado tras su llegada es impagable¡±, dice Javier Llaus¨¢s, director de comunicaci¨®n de Dorados. El hecho de que Maradona viviera en esa metr¨®poli levant¨® suspicacias por sus adicciones a las drogas. La seguridad del argentino tambi¨¦n era un asunto inquietante. Se daba por un hecho que vivir¨ªa en La Primavera, una zona residencial donde para vivir un consejo vecinal debe corroborar las cuentas bancarias y decidir a qui¨¦n admiten. El administrador del barrio tuvo que salir al paso y asegurar que la gente cercana al argentino no present¨® ninguna solicitud. Ante los fuertes rumores, algunos de los vecinos nombraron persona non grata al Diez aun sin que hubiese pisado el lugar.
Desde diciembre pasado Maradona abandon¨® su cuarto de hotel. Ahora vive a dos kil¨®metros del estadio, a tres minutos de distancia. Se trata de un barrio residencial de clase media alta en la zona de Tres R¨ªos. ¡°Si Diego va a N¨¢poles se llena la plaza. Ac¨¢ lo han visto en el supermercado comprando con su pareja. El d¨ªa del ni?o fue por su nene al colegio. Es alguien aut¨¦ntico y su vida en Culiac¨¢n es trabajo, familia y paz¡±, cuenta Javier Llaus¨¢s.
La primera encrucijada que Diego Armando Maradona encontr¨® fue la comida. El c¨ªrculo cercano al exfutbolista pidi¨® carne magra (baja en grasa) y dieron con el tel¨¦fono de otro argentino, Rodrigo Latorre, un preparador f¨ªsico que en sus tiempos libres administraba un restaurante de comida tradicional de su pa¨ªs. En ese punto ya no hab¨ªa retorno, Latorre se convirti¨® en su cocinero. ¡°Diego no puede comer todo lo que hay ac¨¢, el men¨² ya le cans¨®. Le hacemos lo que ¨¦l nos pida: pescado, muchas papas, estofado. El otro d¨ªa nos descoloc¨®, nos pidi¨® rabo de toro¡±, cuenta mientras golpea la masa sobre la mesa. Rodrigo Latorre no se limita a cocinar y repartir la comida, sino tambi¨¦n, presume, de convivir con ¨¦l y de recibirlo en su restaurante. La estela del astro argentino se nota en un bander¨ªn de Argentinos Juniors estampado con su firma.
La rutina de Rodri, como le dicen, se parte en tres: en su doble turno en una cl¨ªnica de rehabilitaci¨®n para deportistas, en su parrilla argentina y en lo que va a comer la familia Maradona: su hermana, esposa e hijo. Las manos no le dan y su esposa, Marina, es un bal¨®n de ox¨ªgeno. ¡°Le cocina m¨¢s veces a Maradona que a m¨ª¡±, bromea y contin¨²a ¡°soy la cara visible nada m¨¢s, ella hace todo. Un d¨ªa nos pidi¨® paella y tuve que ir por todo Culiac¨¢n buscando. Para nosotros es un juego¡±. El argentino se deleita con los alfajores de la familia Latorre y evitan cualquier tipo de picante.
Tras las vacaciones de diciembre, el futuro de Maradona estaba lleno de zozobra debido a una operaci¨®n en el est¨®mago a la que se tuvo que someter. En Dorados esperaban su regreso y confiaban en su palabra. La cumpli¨®, aunque regres¨® unas semanas tarde y la plantilla marchaba como ¨²ltimo lugar en la tabla.
El efecto Maradona ha provocado que en la peque?a oficina de comunicaci¨®n dentro del estadio de Dorados se saturaran con peticiones de entrevistas e invitaciones de todo recoveco del mundo. ¡°Es que no es Mickey Mouse¡±, reprocha Javier Llaus¨¢s. Y pese a eso, las tribunas no se abarrotaron para verle durante el campeonato mexicano. La capacidad del estadio de Dorados es de m¨¢s de 20.000 lugares y, sin embargo, durante los ocho juegos en casa el promedio de asistencia de 5.437 aficionados. ¡°La cultura de Sinaloa s¨ª es muy diferente. No hay un fanatismo que llega a incomodar a los jugadores ni al t¨¦cnico. Ac¨¢ la gente est¨¢ acostumbrada al b¨¦isbol, a otro tipo de espect¨¢culo¡±, comenta H¨¦ctor Valencia, l¨ªder de los hinchas de Dorados llamados Escuadr¨®n Aurinegro. ¡°El deporte rey somos nosotros, el f¨²tbol¡±, dijo Maradona para sepultar cualquier discusi¨®n entre ambos deportes. En los ¨²ltimos partidos de finales se han acercado al lleno absoluto.
¡°Si anda de buenas te da una foto, si no te manda a la jodida. Nunca le ped¨ª una foto, ?qu¨¦ chingados!¡±, refiere Rodolfo D¨ªaz, taxista fijo del hotel donde se aloj¨® el antiguo capit¨¢n argentino. Cuenta que tras el festejo del cumplea?os 58 del exjugador le vio llegar al hotel. ¡°Llegaron de madrugada, todos fumigados. ?l sub¨ªa la escalera ara?¨¢ndola¡±, suelta antes de carcajearse. Esa vez coincidi¨® con el famoso boxeador mexicano Julio C¨¦sar Ch¨¢vez en un club campestre e incluso habl¨® por v¨ªdeollamada con Maluma.
Las autoridades de la segunda divisi¨®n de M¨¦xico, llamada Ascenso MX, mantienen la lupa encima del campe¨®n del mundo en 1986. En marzo pasado fue multado por la Federaci¨®n de f¨²tbol por dedicarle un triunfo a Nicol¨¢s Maduro en medio de la crisis venezolana. En su paso por M¨¦xico, el argentino se ha ido expulsado en tres ocasiones por mofarse del arbitraje, ¡°que me gane el ¨¢rbitro no me gusta¡±, lanz¨® en alguna ocasi¨®n.
El amor por Maradona ha irrumpido en el vestuario de Dorados. Gaspar Servio, el portero y capit¨¢n, se tatu¨® la pierna izquierda el rostro de su entrenador. ¡°Mi viejo desde el primer d¨ªa me compraba los botines que usaba Diego, la ropa que usaba ¨¦l. En casa lo amamos. Realmente tatu¨¢rmelo ser¨¢ el recuerdo que guardar¨¦ para siempre¡±, explica. El equipo sinaloense ha jugado los ¨²ltimos partidos con un uniforme albiceleste, inusual en la historia de tan solo 15 a?os del club, que honra al Pelusa. ¡°Dorados va a ser el equipo de muchos argentinos, se vaya o no Diego¡±, remacha Javier Llaus¨¢s.
Maradona perdi¨® la oportunidad de llegar a la Primera Divisi¨®n a manos del Atl¨¦tico de San Luis, la franquicia del Atl¨¦tico de Madrid. El sistema de f¨²tbol local obliga a disputar dos torneos cortos en cada temporada normal. Eso se traduce en dos posibles campeones. El Atleti mexicano le arrebat¨® los trofeos a los Dorados, aunque la primera vez orill¨® al argentino a retar a los golpes a un grupo de hinchas rivales que le hab¨ªan insultado. ¡°No quiero irme de M¨¦xico y que eso sea mi ¨²ltima imagen¡±, le confes¨® el exfutbolista a un empleado del club.
¡°Lo que m¨¢s he aprendido de ¨¦l es a divertirme, a disfrutar el f¨²tbol¡±, reflexiona Diego Armando Barbosa, un futbolista del club de 22 a?os. No le toc¨® verle jugar en vivo, se ha conforma con escucharle y decirle que sus padres le nombraron como a ¨¦l. En Dorados de Sinaloa le han mimado para que se quedase por m¨¢s de los seis meses de contrato. Las dos derrotas en finales han desgastado a un Maradona vol¨¢til que, sin reparo, ha dicho que en Argentina le han ofrecido hacerse cargo de otros equipos. El hechizo maradoniano fue anulado en una Sinaloa que imploraba llegar a Primera y que ahora ruega para que el astro del banquillo no se vaya. Se convirti¨® en el ¨²nico entrenador que ha logrado vender, en M¨¦xico, m¨¢s camisetas con su apellido que todos sus jugadores.
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