El rival de Roglic es Carapaz
La estrategia agresiva del Movistar desemboca al tercer d¨ªa en un potente ataque del ecuatoriano, que gana la etapa y conquista la 'maglia' rosa en Aosta
Para los italianos el Valle de Aosta es italiano pero no es Italia. Monta?as altas, pasos cerrados, nubes, oscuridad, paredes blancas y un sol p¨¢lido cuando brilla, fugitivo casi siempre. Es una regi¨®n de castigo, de refugiados entre Francia, Suiza e Italia, como la Maloja donde nunca brilla el sol, un poco m¨¢s al este, donde Giacometti naci¨® de una familia de refugiados, y naci¨® ya alargado, de puntillas para poder ver por encima de las monta?as. Para los ciclistas, el Valle de Aosta, tan vertical, tan gris, es el lugar en el que naci¨® Garin, el primer ganador del Tour, un pe¨®n caminero oficialmente franc¨¦s, pero valdostano; y para todos, Courmayeur, crecida en los cimientos del Mont Blanc, era Charly Gaul volando bajo la lluvia y gan¨¢ndole all¨ª a Anquetil el Giro del 59.
Sesenta a?os despu¨¦s, Charly Gaul parece haber resucitado. El mundo ha cambiado. Tambi¨¦n los tiempos. Gaul ya no es el rubito feliz luxemburgu¨¦s que escala mejor que Bahamontes y desaf¨ªa el fr¨ªo en manga corta, sino que gasta la tez oscura de los nacidos en los Andes, donde, a 3.000 metros, donde su abuelo ten¨ªa sus vaquitas, donde viv¨ªa en medio de la nada, el fr¨ªo es el acompa?ante cotidiano.
Se llama Richard Carapaz. Viste ya de rosa. Ha culminado la estrategia ganadora de su equipo, el Movistar, el equipo de Landa, el ciclista que inici¨® la remontada para que ¨¦l la rematara este s¨¢bado como hacen los campeones: ganando la etapa solo y solo levantando los brazos despu¨¦s de cruzar la l¨ªnea esprintando, para no perder ni un segundo. Y la lluvia cay¨® suave en homenaje, y solo subiendo, para no poner en peligro el descenso. "S¨ª, soy el l¨ªder", explica Carapaz a quien no lo supiera. "Soy el as que guardaba el equipo bajo la manga. Vamos a defender la maglia rosa y a conservarla hasta Verona [donde el Giro termina el 2 de junio], y, s¨ª, pienso que puedo ganar el Giro. Es m¨¢s f¨¢cil defender que conquistar". Y Landa, serio, asiente: "Estoy contento. Siempre que gana el equipo es bueno".
Carapaz lanz¨® el ataque m¨¢s duro del Giro, por delante de las barbas de Roglic, a quien ya hab¨ªa dejado seco hace 10 d¨ªas en Frascati. Fue un ataque violento, dur¨ªsimo, en mitad del col de San Carlo, la subida de los n¨²meros redondos que alegrar¨ªa a los ni?os un examen de aritm¨¦tica (altura, mil metros; distancia, 10 kil¨®metros; ?pendiente media? 10%) y que a los ciclistas les corta el hipo y les obliga a ser Caruso, como el gregario fiel de Nibali, siciliano, hijo de un polic¨ªa que trabaj¨® de guardaespaldas del juez Falcone y que hab¨ªa intentado ganar la etapa del jueves porque era el aniversario del asesinato del juez antimafia y su familia. En Aosta, el punto m¨¢s alejado de Sicilia sin salir de Italia, ascendiendo San Carlo, Caruso es gregario, y como los guardaespaldas, como su padre, como Amador ense?¨® a Carretero el d¨ªa anterior, sabe que cuando le lanzan abriendo terreno su objetivo est¨¢ siempre a su espalda, no delante. Caruso se frena y espera a Nibali e intenta mirarle a los ojos, ocultos tras sus gafas oscuras, o a sus gestos, o a alguna palabra en siciliano, e interpreta que quiere que acelere, que est¨¢ preparando un ataque.
?Por fin! Claman los aficionados, que piensan que mientras los ni?os se dedican a los juegos mentales, al piedra, tijera, papel, que Nibali dijo que jug¨® cuando no quiso chocar el pu?o con Roglic, juegan a amagar, a enga?ar, los campeones atacan. Por fin atacar¨¢ Nibali, anticipan, y en ese momento a la espalda de Caruso, a la cara de Roglic, que sufre, ataca Carapaz. En dos pedaladas logra 15 segundos sobre el grupo de los muy buenos, Roglic, Superman, Nibali, Landa, perplejos.
Roglic, condenado a ser el Indurain contra Chiappucci; el LeMond, sin equipo, contra Fignon, descubre que su rival no ser¨¢ quiz¨¢s Nibali, tan cercano a ¨¦l en la monta?a e intenta recortar, se sienta y procede a estudiados estiramientos de los gemelos, que se le acalambran; Nibali rebufa, despistado. No sabe qu¨¦ hacer. No hace nada. Solo, cuando llega el descenso, intenta uno de los ataques que le han dado fama y victorias, y Carapaz sigue ganando tiempo que multiplica en la ¨²ltima subida, siempre sentado en la punta del sill¨ªn, las manos bajas, concentrado, 85 pedaladas por minuto, 53 x 28 entre las piernas. ?l no mira atr¨¢s. ?l est¨¢ obligado a tirar delante siempre, como los campeones.
Era el rival invisible. No se le ve¨ªa en la tele. Nadie hablaba de ¨¦l en la prensa. Era la fuerza oculta del Movistar. En el pelot¨®n, entre los ciclistas, entre los directores, sin embargo, todos hablaban de Carapaz, y con asombro. Todos estas etapas de monta?a le se?alaban como el mejor escalador. Lo dec¨ªan los papeles: el mejor tiempo en la subida del Gran Para¨ªso, donde vol¨® Landa, fue el de Carapaz. Los especialistas del equipo lo hab¨ªan anticipado: Carapaz corri¨® m¨¢s y gast¨® menos que Landa. Es su l¨ªder. El Carapaz de Roglic.
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