La crisis del Bar?a y la cuesti¨®n del poder
A cualquiera de los que ahora suenan si cayese Valverde les tocar¨ªa asumirse como t¨¦cnicos m¨¢s pendientes de lo cosm¨¦tico que de lo sustancial
Aunque las crisis irrumpen repentinamente en muchas ocasiones, el f¨²tbol suele avisar de lejos. Es la situaci¨®n que preside el estado del Bar?a, que vislumbraba el triplete hace un mes y ahora est¨¢ aturdido por el destrozo de Anfield. Su derrota en la final de Copa le ha a?adido m¨¢s pesadumbre: negatividad general, inquietud y b¨²squeda de soluciones m¨¢gicas. Ninguno de los d¨¦ficits actuales mereci¨® mayor inter¨¦s cuando el Bar?a se embarcaba hacia Liverpool con la Liga en la mano y el 3-0 en el partido de ida. En tres semanas, el viento del f¨²tbol ha convertido su alegre recorrido en una tormenta de imprevisibles consecuencias, con el entrenador como primer actor del fest¨ªn cr¨ªtico.
Una caracter¨ªstica del Bar?a es su peculiar relaci¨®n con los entrenadores. Todos los clubes, y especialmente los m¨¢s grandes, est¨¢n definidos por su centro de gravedad. Es decir, la localizaci¨®n del poder y su efecto sobre el equipo. En t¨¦rminos generales, existen tres categor¨ªas de poder: la que detentan de manera exclusiva los presidentes ¡ªel Real Madrid representa un caso palmario¡ª, la asignada al entrenador por su enorme prestigio en el universo social del club ¡ªSimeone lo simboliza mejor que nadie¡ª y la que concentra el peso decisorio en los jugadores, como ocurre en el Bar?a.
No es habitual una referencia como la del Bar?a en este cap¨ªtulo de poder y f¨²tbol, en gran medida porque no hay equipo que disponga de un jugador de la magnitud hist¨®rica de Messi y muy pocos comparables con su saga de ¨¦xitos. A esta realidad se a?ade otra, en apariencia m¨¢s et¨¦rea, pero que en el Bar?a resulta capital: el m¨¦todo. El Bar?a es un producto reciente, el que separa la trayectoria un equipo decepcionante ¡ªdos Ligas entre 1960 y 1991, ninguna Copa de Europa¡ª y el coloso que emergi¨® con Cruyff para ganar 16 Ligas, cinco Copas de Europa y ocho Copas del Rey.
El moderno perfil del Bar?a est¨¢ definido por la propuesta del holand¨¦s y su principal heredero ideol¨®gico, Pep Guardiola, a quien se puede atribuir una paradoja: es m¨¢s cruyffista que Cruyff. Guardiola fue el ¨²ltimo entrenador sobre el que gravit¨® el poder del club. Lleg¨® sin experiencia, pero comprendi¨® la naturaleza de la instituci¨®n y la oportunidad que le ofreci¨® el momento. Despidi¨® a Ronaldinho y Deco, exigi¨® una espartana pretemporada a Eto¡¯o y no permiti¨® la menor resistencia a su ideario.
Guardiola abandon¨® el Bar?a porque su nuevo presidente, Sandro Rosell, le rechazaba como m¨¢ximo factor de influencia y porque hab¨ªa llegado otro tiempo, el de Messi y los futbolistas que reclamaban el poder que daba les daba su autoridad en el f¨²tbol mundial. Desde entonces, el Bar?a ha recurrido a cuatro entrenadores: Vilanova, Martino, Luis Enrique y Valverde. Excepto Martino, todos con ¨¦xitos apreciables, pero sometidos a un discutible margen de maniobra, el que marca un club donde su gran estrella y su mejor generaci¨®n de futbolistas ¡ªahora todos por encima de los 30 a?os¡ª detentan un poder categ¨®rico.
Ninguno de ellos ¡ªPiqu¨¦, Busquets y Luis Su¨¢rez¡ª han encontrado el menor asomo de competencia interna, problema que se ha declarado repetidamente en Europa y que se evidenci¨® en Sevilla, donde la alineaci¨®n dependi¨® mucho menos de Valverde que del miedo de los dirigentes a modificar la relaci¨®n de poder. S¨®lo dos entrenadores, Jurgen Klopp y Pep Guardiola, estar¨ªan en condiciones de operar sin restricciones en el Bar?a. A cualquiera de los que ahora suenan ¡ªKoeman, etc.¡ª les tocar¨ªa asumirse como t¨¦cnicos m¨¢s pendientes de lo cosm¨¦tico que de lo sustancial, salvo que la directiva se decida a asumir un cambio radical en el juego del poder, que ahora corresponde a sus estrellas. Por lo que parece, no tiene la pinta.
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