Landa y Pinot se lanzan al ataque en los Pirineos y Alaphilippe sufre
El Movistar dirige una etapa salvaje hacia las alturas de Foix en la que el l¨ªder empieza a mostrar sus l¨ªmites y Thomas resiste


Los ciclistas aman y admiran la monta?a, y la temen y a veces la odian, y en su cabeza, en su coraz¨®n que a veces se niega a seguir sus deseos, en sus piernas, pesa tanto tanta carga contradictoria de pasiones que muchas veces, cuando fatigados, al borde del agotamiento, salen a pedalear en mitad de los Pirineos, solo encuentran fuerzas para actuar encomend¨¢ndose a una emoci¨®n m¨¢s fuerte que todas las dem¨¢s.
La fotograf¨ªa parece clara y no puede ser m¨¢s enga?osa: la v¨ªspera del segundo d¨ªa de descanso, gana la etapa Simon Yates, el m¨¢s fuerte de la fuga temprana; Alaphilippe sigue de amarillo, Pinot sigue recuperando el tiempo perdido en el abanico de Albi y Thomas a¨²n resiste. Por debajo lati¨® una de las m¨¢s bellas etapas de Tour, imprevisible y guerrera como cuentan que eran las de los Tours de antes de Indurain y Armstrong y las gentes del Sky. Una etapa armada por las gentes del Movistar, que siguen creyendo en las virtudes de intentar hacer da?o siempre que se pueda, aunque no se pueda, incluso.
El deseo de ser, de existir, les condena al ataque y la figura sonriente de Alaphilippe se diluye invadido por el sufrimiento y la obligaci¨®n de defender su maillot amarillo, una situaci¨®n en la que nunca se hab¨ªa visto en su vida ciclista. Ataca Pinot m¨¢s que ning¨²n d¨ªa, y en cada pedalada deja media vida, y no le importa, piensa que va camino de la eternidad, o de la santidad, al menos; ataca Landa a 42 kil¨®metros de la meta, cuando el muro empieza a empinarse inveros¨ªmil con uno de los ataques que han creado su personaje, ataques que ha repetido en el Giro y en la Vuelta y nunca hab¨ªa podido intentar en el Tour, una ofensiva lejana, aventurera, pero con sentido; ataca con el tiempo y el espacio justo Kruijswijk, que busca el r¨¦dito a la contribuci¨®n de sus jumbos, De Plus y Bennet a la locura del Tour incontrolable que hace tan especial la carrera con la ausencia de Froome; y hasta ataca Thomas, que resiste segundo pero corre el Tour a contrapi¨¦, sin marcar el camino, sino intentando no perecer en los laberintos dibujados por otros, jugadores de ajedrez con piezas llenas de vida, sudor e ideas propias, y movimientos limitados. Hasta parece m¨¢s fuerte su segundo, Egan, que intenta resistir el ataque de Pinot, precedido de su detonador Gaudu y sus gafitas de ni?o t¨ªmido, a seis kil¨®metros de la meta. Y Alaphilippe revienta intentando seguirle, pero lo hace porque cree que puede, porque solo sabe correr as¨ª.
Y ataca Nairo y su codo agujereado y cuando lo hace, cuando la etapa comienza a amanecer, comienza el baile.
Se entregan al placer del ataque sin c¨¢lculo, feroces como Landa, que rompe su estampa y va m¨¢s all¨¢ del p¨®ster est¨¦tico cuando en la subida al Prat d'Albis, al final de un d¨ªa sin respiro, la pose no soporta a sus tripas, al dolor, y la serenidad se rompe en muecas incontrolables cuando al final de su b¨²squeda encuentra sus l¨ªmites. Por detr¨¢s llega Pinot desencajado por un esfuerzo ¨²nico. Es el mejor escalador del Tour, ha atacado de lejos, ha destrozado del todo a un grupo que ya llegaba destrozado despu¨¦s de la traves¨ªa por Lers y el Muro de P¨¦gu¨¨re, tan vertical como su nombre hace suponer, y m¨¢s, y un asfalto de grano gordo y muy ¨¢spero, sobre el que Pello Bilbao tiene que pedalear, con su pedaleo minimalista, como un equilibrista para no caer cuando el calor pesa m¨¢s que la debilidad y polic¨ªas armados vigilan su marcha por un puerto que el a?o de su estreno fue desastroso porque alguien lanz¨® clavos sobre la carretera.
Al d¨ªa siguiente de sentirse objetos inertes en manos de un Tourmalet desalentador, los ciclistas, vengativos, salen a devorar la monta?a, y la atacan a dentelladas hasta que no pueden m¨¢s. Y puede que caigan y terminen arrastr¨¢ndose por la hierba del prado del puerto reci¨¦n descubierto por el Tour para hacer da?o, brillante por la lluvia que refresca en chaparrones y siempre h¨²meda por la bruma que envuelve todo en los momentos de calma, pero no se sienten derrotados. Han llegado al fondo de s¨ª mismos y orgullosos miran a las monta?as y dicen, ahora qu¨¦, hab¨¦is pasado miedo, ?eh? Entonces, los chicos del Movistar se miran y sonr¨ªen. El Tour ha bailado a su ritmo marcado por un tam tam guerrero, tambores sonoros que cabrean al eco, y lo enloquecen acelerado como el Bolero de Ravel, quiz¨¢s, que tan poco tiene que ver con el tran tran repetitivo y devorador del pensamiento y la acci¨®n con el que el antes Sky anestesiaba las monta?as, las desnaturalizaba, las convert¨ªa en porcentajes, pendientes y desarrollos. Y todos perd¨ªan el alma.
Si hubiera sido un partido de b¨¦isbol el comentarista televisivo habr¨ªa destacado que el Movistar ten¨ªa a corredores en todas sus bases, y si una partida de ajedrez, alguien hab¨ªa hablado de la superioridad posicional de las piezas del Movistar. Camino del ¨²ltimo puerto, Valverde estaba en el grupo de Alaphilippe, y por delante, Amador y Marc Soler andaban en fuga para llevar lo m¨¢s lejos posible a Landa, y m¨¢s delante, estaba Nairo con la cabeza del pelot¨®n, forzando a todos los equipos a no dejar de bailar ni un segundo a costa de quedarse fuera de la jugada.
Los Movistar silbaban, los dem¨¢s maldec¨ªan. Los m¨¢s fuertes afilaban su cuchillo; Alaphilippe, orgulloso de vestir de amarillo, comenzaba a sentir el peso de tener que defenderlo.
Fue una etapa de Tour que no gan¨® un Movistar (el oportunista Simon Yates supo aprovechar perfectamente el trabajo de todos los dem¨¢s para luego subir mejor que nadie el ¨²ltimo puerto) pero en la que Landa recuper¨® la moral del todo y varios puestos en la general (ya es s¨¦ptimo, a 4m 54s de Alaphilippe y a 3m 7s de Kruijswijk, el tercero). Termin¨® tercero, pero se sinti¨® tan fuerte que dijo: ¡°Creo que puedo terminar en el podio¡±.
¡°Estoy muy contento. Fue una pena c¨®mo nos sali¨® el Tourmalet, pero ten¨ªamos que intentar algo¡±, dijo el escalador alav¨¦s. ¡°Como se lo ol¨ªan los dem¨¢s, nos ha costado meter a tres en la fuga [Soler, Nairo y Amador]. Han obligado a trabajar a todos y luego se han comprometido para darlo todo por m¨ª¡±.
Le dicen que la afici¨®n ha vuelto a vibrar con el Tour por tal demostraci¨®n de landismo, y ¨¦l se siente halagado y proclama: ¡°El landismo nunca ha muerto¡±.
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