La odisea de dos boxeadoras que lloraban d¨ªa y noche
Las hermanas Rahimi se fugaron de Afganist¨¢n a Madrid, donde recibieron asilo por motivos de g¨¦nero, tras la persecuci¨®n talib¨¢n que sufrieron en su pa¨ªs


¡°No pod¨ªamos seguir ah¨ª. En Afganist¨¢n no hay derechos para las mujeres, no hay vida para las mujeres. Me cans¨¦ de llorar d¨ªa y noche. Viv¨ªamos con much¨ªsimo miedo. Sal¨ªamos a boxear por las ma?anas y no sab¨ªamos si ¨ªbamos a volver a casa con vida por la noche¡±. Shabnam Rahimi tiene 26 a?os, es la tercera de cuatro hermanas y un hermano. Est¨¢ sentada en el sof¨¢ del piso en el que vive en un barrio al sur de Madrid junto a su hermana Sadaf, de 24, que est¨¢ a su lado. Se fugaron las dos de Afganist¨¢n en julio de 2016; solo avisaron a sus padres. Nadie m¨¢s de la familia, de los vecinos, de los amigos, de los compa?eros y profesores de clase, sab¨ªa nada. Ni sabe. Todav¨ªa se creen que se han ido al extranjero a estudiar.
Es un domingo de oto?o en Madrid, y Shabnam y Sadaf est¨¢n de d¨ªa libre. Sacan una carpeta de una peque?a estanter¨ªa y ense?an orgullosas la tarjeta de residencia ¡ª"Estatuto de refugiado, autorizaci¨®n de residencia de trabajo", pone en la parte de atr¨¢s¡ª que consiguieron en octubre de 2018. ¡°Lo pone aqu¨ª, mira, podemos quedarnos hasta 2023¡±, cuenta Sadaf, la primera boxeadora mujer del equipo nacional afgano, la primera tambi¨¦n en participar en un campeonato del mundo. Una haza?a teniendo en cuenta los obst¨¢culos que le pusieron en el camino. ¡°Su solicitud [de asilo] recog¨ªa una persecuci¨®n por motivos de g¨¦nero; el agente de persecuci¨®n era el Estado y el motivo era el g¨¦nero. Si hubieran sido hombres, nunca hubiesen sido perseguidas. Es una persecuci¨®n por motivos de g¨¦nero¡±, explica Paloma Favieres, abogada del CEAR (Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado), que tramit¨® la petici¨®n de las dos hermanas Rahimi.
¡°Pas¨¦ much¨ªsimo miedo. Hab¨ªa una persona en la Federaci¨®n de boxeo que me amenazaba: ¡®Como te encuentre sola en la calle te voy a tirar ¨¢cido¡¯. Era todo muy dif¨ªcil¡±, cuenta Sadaf, que pronuncia el nombre de esa persona, pero prefiere que no salga escrito. ¡°Nos amenazaron [desde la Federaci¨®n], a nosotras y a mi padre. Quer¨ªan cerrar la secci¨®n femenina de boxeo, pero nosotras no aceptamos, quer¨ªamos seguir, quer¨ªamos defender que las mujeres tambi¨¦n pueden boxear y hacer deporte. Para los talibanes eso es feminismo, no quieren que las mujeres tengan un papel en la sociedad. Nos mandaron una carta a todas las chicas de la escuela en la que nos advirtieron de que si segu¨ªamos boxeando y no se cerraba eso, iban a atacar a todas las mujeres¡±, detalla Shabnam.
¡°En la Federaci¨®n nos amenazaban con tirarnos ¨¢cido¡±, recuerda Sadaf
El equipo afgano de boxeo femenino naci¨® en 2007. Sabir, el entrenador que lo impuls¨® (y que tambi¨¦n acab¨® huyendo de Afganist¨¢n), recorri¨® todos los colegios de Kabul para captar a chicas. Al principio se apuntaron cuatro, entre ellas las hermanas Rahimi, luego fueron llegando m¨¢s.
Sadaf y Shabnam acababan de volver a su pa¨ªs tras casi nueve a?os refugiadas en Ir¨¢n (su familia decidi¨® huir cuando se instaur¨® el r¨¦gimen de los talibanes). ¡°En Ir¨¢n me enganch¨¦ al boxeo, ve¨ªa por la tele los combates de Laila Ali [hija de Muhammad Ali] y me dec¨ªa: ¡®Si esta chica puede, yo tambi¨¦n; alg¨²n d¨ªa har¨¦ lo que ella¡±, rememora Sadaf. Ella fue seleccionada para participar en los Juegos de Londres, pero el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Afgano le deneg¨® la plaza un mes antes ¡ªnunca le dieron explicaciones¡ª y mand¨® a un boxeador hombre.
Esconder los guantes
El equipo nacional femenino se cre¨® con el permiso del Gobierno y, al principio, contaba con el apoyo del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Afgano y de la Federaci¨®n. ¡°Luego las cosas empezaron a cambiar, no quer¨ªan que mejor¨¢ramos, ni que lleg¨¢ramos lejos¡±, explica Shabnam. Las cosas empezaron a torcerse tambi¨¦n a medida que iba cambiando la situaci¨®n pol¨ªtica y los grupos m¨¢s conservadores adquir¨ªan m¨¢s poder e influencia, tambi¨¦n dentro de la Federaci¨®n. No ve¨ªan con buenos ojos que hubiese mujeres boxeando, y eso que las hermanas Rahimi consegu¨ªan medallas en torneos internacionales. La selecci¨®n femenina ya no existe, dej¨® de hacerlo cuando ellas se marcharon.
¡°Cuando llegu¨¦ a Espa?a ten¨ªa miedo a la calle, a la gente¡±, dice Shabnam
Boxeaban pese a las amenazas porque este deporte era su vida; el boxeo era para ellas todo en un pa¨ªs, como explican, en el que las mujeres ¡°est¨¢n hechas para casarse, tener beb¨¦s y cuidar del hogar y no pueden asumir responsabilidades fuera de casa¡±. Lo practicaron contra todo y contra todos. Y con el ¨²nico apoyo de una profesora del colegio, del entrenador y de sus padres. Se entrenaban en el estadio ol¨ªmpico de Kabul, donde los talibanes ejecutaban a mujeres. Lo hac¨ªan solo tres d¨ªas a la semana ¡ªporque no hab¨ªa un lugar libre m¨¢s tiempo para que las chicas se entrenaran a solas¡ª; lo hac¨ªan escondiendo en la mochila los guantes y cambi¨¢ndose de ropa en el estadio. ¡°Nada nos ten¨ªa que identificar como boxeadoras, porque si no, nos amenazaban e insultaban. Un d¨ªa en el autob¨²s de vuelta a casa a Sadaf se le sali¨® un trozo de guante de la mochila. Una mujer empez¨® a gritar: ¡®?Son boxeadoras!¡¯. R¨¢pidamente se acercaron todos los hombres y nos rodearon para no dejarnos bajar¡±, cuenta Shabnam.

Boxeaban porque les gustaba, porque eran buenas, porque no ve¨ªan nada malo en hacer deporte, porque so?aban con competir en unos Juegos Ol¨ªmpicos, porque quer¨ªan ser un ejemplo para las dem¨¢s ni?as y mujeres. ¡°Muchas quieren salir [de casa], pero no pueden, no tienen derechos. Sus padres y sus hermanos les dicen que no pueden; y cuando se casan, se lo dicen los maridos. Yo quer¨ªa ense?arles que s¨ª se puede¡±, dice Sadaf.
Boxeaban pese a los castigos y a los malos tratos. Un a?o despu¨¦s de los Juegos de Londres, en 2013, la asociaci¨®n Women in Sport invit¨® a las dos hermanas y al t¨¦cnico Sabir a participar en una competici¨®n en el Reino Unido. Sadaf ya era conocida en su pa¨ªs, hab¨ªa salido en la tele, muchos medios extranjeros hab¨ªan viajado a Kabul para contar su historia y su preparaci¨®n para los Juegos. No las dejaron participar en esa competici¨®n porque cre¨ªan que iban a aprovechar el viaje para fugarse. A partir de ese momento, cualquier salida ¡ªseg¨²n cont¨® uno de los entrenadores¡ª ten¨ªa que ser autorizada por la Federaci¨®n y el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Afgano. El viaje al que fueron invitadas en 2013 fue visto como ilegal. En la Federaci¨®n y en el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Afgano empezaron a considerar a las hermanas Rahimi unas traidoras y unas apestadas. Su reputaci¨®n ya no era la misma. ¡°A la vuelta de una competici¨®n en Mongolia, en la Federaci¨®n empezaron a decir que yo hab¨ªa tenido relaciones con el entrenador. Jur¨¦ y perjur¨¦ que era mentira. No pod¨ªa m¨¢s, era imposible luchar contra eso. Dej¨¦ de boxear unos meses por esa situaci¨®n. Cuando sal¨ªamos al extranjero, hac¨ªamos algo diferente o nos neg¨¢bamos a hacer lo que dec¨ªan, corr¨ªan el rumor de que est¨¢bamos teniendo relaciones con alguien¡±, se desahoga Sadaf.
Boxearon hasta que no pudieron m¨¢s. Y aprovecharon el estreno del documental Boxing for Freedom [que grab¨® sus andanzas deportivas durante cuatro a?os, los miedos y las amenazas] para subirse a un avi¨®n rumbo a Espa?a y no volver a poner pie en Kabul. El billete era de ida y vuelta. Pero se quedaron en la capital de Espa?a y solicitaron asilo. Durante dos meses se alojaron en casa de Silvia Venegas y Juan Antonio Moreno, los directores del documental ¡ªpresentado a los Goya de 2016¡ª. Ellos tramitaron el visado para que ambas pudiesen acudir al estreno, y ellos les presentaron a Paloma Favieres, la abogada.
Hoy trabajan en la limpieza y como cajera en busca?de un futuro mejor
¡°Le dije a Sadaf: ¡®Si volvemos a Kabul no podremos seguir con nuestra vida, nuestra vida ser¨¢ no salir de casa¡±, cuenta Shabnam, que convenci¨® a su hermana para no regresar. ¡°Antes de coger el avi¨®n pedimos a la traductora que le preguntara a Juan y Silvia si iban a tener alg¨²n tipo de problema con que nosotras nos qued¨¢ramos para pedir asilo. Nos dijeron que adelante y que nos ayudar¨ªan¡±, dicen. En la maleta metieron tambi¨¦n los t¨ªtulos de estudio. ¡°Cuando termino mi d¨ªa de trabajo voy a clase para sacarme la ESO porque mi diploma no tiene valor aqu¨ª¡±, dice Sadaf. Su hermana sue?a con estudiar Ciencias Sociales. La primera trabaja en un programa del Ayuntamiento de Madrid y se dedica a limpieza de las calles. La segunda es cajera en un supermercado. ¡°Est¨¢ bien para vivir, pero buscamos algo mejor para nuestro futuro¡±, apunta Shabnam.?
Ayuda psicol¨®gica
En 2012 so?aban con ir a los Juegos, con llegar lejos, con boxear y aprender a tocar la guitarra. Siete a?os despu¨¦s sue?an con un futuro mejor y son felices por poder salir a la calle sin pa?uelo. Con 26 y 24 a?os est¨¢n rehaciendo su vida. Shabnam ha necesitado la ayuda de una psic¨®loga. ¡°Me he olvidado del miedo que pas¨¦ y de lo mucho que lloraba. Pero cuando llegu¨¦ a Espa?a empez¨® a verme una psic¨®loga porque yo ten¨ªa miedo a salir a la calle, a la gente. Ahora que estoy aqu¨ª me doy cuenta de lo que tuvimos que aguantar en nuestro pa¨ªs¡±, confiesa. ¡°Yo todav¨ªa le tengo miedo a los hombres. No puedo hablar con ellos si est¨¢n borrachos. Me alejo. Mis compa?eras me llaman antigua, pero necesito tiempo para cambiar¡±, se sincera Sadaf.
En casa guardan unos guantes de boxeo que apenas usan y el ¨²nico rastro de su pasado de deportistas es una foto en un marco con las letras LOVE de un entrenamiento en Badajoz de 2016, cuando todav¨ªa ni hablaban castellano. ¡°La primera vez que las vi eran dos ni?as, asustadas, con mucho miedo. Les expliqu¨¦, con la ayuda de una traductora, el procedimiento y las consecuencias que ten¨ªa la solicitud: una vez concedido el estatuto de refugiado no pod¨ªan regresar a su pa¨ªs. No s¨¦ qu¨¦ pas¨® por sus cabezas en ese momento, lo que yo percib¨ª era el temor de unas ni?as ante un mundo nuevo¡±, rememora Paloma Favieres. Los padres, que siempre defendieron que ellas fueran libres ¡ªes decir, practicaran deporte, estudiaran y no se casaran por obligaci¨®n¡ª siguen en Afganist¨¢n junto a sus otras dos hermanas y su hermano.
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