¡°Seve era un ¡®beatle¡¯, un esp¨ªritu salvaje¡±
Miguel ?ngel Jim¨¦nez revive la inmensa pasi¨®n del c¨¢ntabro por su deporte y c¨®mo arrastraba multitudes
¡°Seve¡±. Una respuesta tan corta y que esconde tanto. ¡°Seve el genio, el artista¡±. Miguel ?ngel Jim¨¦nez (M¨¢laga, 56 a?os) no vacila cuando ha de escoger la estrella m¨¢s deslumbrante que ha visto en su carrera. Y ha visto muchas. No en vano presume de ser el ¨²ltimo caddie-jugador, ¡°una especie en extinci¨®n¡±, y de ser el golfista de las tres generaciones. ¡°Yo empec¨¦ con Seve, Faldo y Langer; luego viv¨ª la explosi¨®n de Tiger y c¨®mo todo cambi¨®; y he seguido pateando culos a los jovencitos de la ¨¦poca de McIlroy¡±. Incombustible, El Pisha, ganador m¨¢s veterano en la historia del circuito europeo, espera ahora que llegue la ¨²ltima semana de julio para volver al ruedo en el Champions Tour, el circuito de los veteranos.
¡°Y entre todos, nunca ha habido nadie como Seve. Ese empuje que ten¨ªa en el campo, en todos los sentidos, en el juego, por su car¨¢cter¡ Seve ha sido el deporte del golf. Nunca daba nada por perdido. Daba igual el rival, el momento o lo dif¨ªcil que estuviera todo. Seve cre¨ªa y cre¨ªa, empujaba, y al final encontraba una salida donde nadie pod¨ªa verla. Dentro y fuera del campo, se rebelaba contra lo que no consideraba justo. Era un esp¨ªritu salvaje¡±, recuerda Jim¨¦nez.
Mientras da caladas a un puro en su residencia en la Rep¨²blica Dominicana, el golfista andaluz repasa un ¨¢lbum de recuerdos infinito. Y como todo su deporte, a?ora al jugador y al hombre cuando se han cumplido nueve a?os de su muerte, a los 54 a causa de un tumor cerebral que, cuando se lo descubrieron, ten¨ªa el tama?o, precisamente, de una bola de golf. ¡°Seve transmit¨ªa magia, pasi¨®n. Cu¨¢nto lo echamos de menos. Yo jugu¨¦ con ¨¦l por todo el mundo. En Estados Unidos impact¨®. Michael Jordan ped¨ªa jugar con ¨¦l. Pero en Inglaterra era una revoluci¨®n. Arrastraba gente de una manera que no he visto nunca, era un beatle del golf. Los aficionados no le segu¨ªan porque fuera el l¨ªder o no solo porque pensaran que pod¨ªa ganar, sino porque iban a ver algo diferente. Les daba igual que no pillara una calle. Seve inventaba. En cada lugar del campo creaba un golpe nuevo. En las islas era dios. Lo adoraban y lo siguen adorando¡±.
Los aficionados le segu¨ªan porque iban a ver algo diferente. Les daba igual que no pillara una calle. Seve inventaba. En cada lugar del campo creaba un golpe nuevo
El golfista ingl¨¦s Lee Westwood dijo que la presencia de Seve se pod¨ªa sentir en una habitaci¨®n aunque no lo vieses ni oyeras. ¡°Es verdad, ten¨ªa magnetismo¡±, coincide Jim¨¦nez. ¡°Lo conoc¨ª cuando yo ten¨ªa 15 a?os y vino a jugar un Open a Torrequebrada. Todos estaban locos con ¨¦l. Fue siempre mi ejemplo, y siempre me ayud¨®. Cuando gan¨¦ en B¨¦lgica en el 92 yo no dec¨ªa ni jota en ingl¨¦s y ¨¦l me dijo: ¡®Has ganado, eres el jefe, haz lo que quieras¡±. Esa gran confianza en s¨ª mismo, su talento y su imaginaci¨®n permitieron a Ballesteros cautivar al p¨²blico, ganar tres Open Brit¨¢nicos (1979, 1984 y 1988) y dos Masters de Augusta (1980 y 1983), y ser m¨¢s que el alma de Europa en la Copa Ryder que ¨¦l edific¨®. Jim¨¦nez revive la magia de Valderrama 97 y recuerda como si fuera ayer cada instante que vivi¨® como ayudante del capit¨¢n Seve en la primera ocasi¨®n en que el torneo sal¨ªa de las islas. ¡°Se multiplicaba. Literalmente. Estaba en todos lados. ?Hasta me llam¨® a las cuatro y media de la ma?ana para hacer las parejas del d¨ªa siguiente! ?Qu¨¦ pasi¨®n!¡±. El mismo coraz¨®n que inspir¨® a su heredero Olazabal a liderar a Europa en la milagrosa remontada de Medinah en 2012.
El fot¨®grafo David Cannon fue quien mejor capt¨® la esencia de Seve. Suyas son muchas de las mejores im¨¢genes del c¨¢ntabro. Como la del pu?o en alto despu¨¦s de meter el putt decisivo en el Open de 1984 en Saint Andrews, hoy logo de la Fundaci¨®n Ballesteros. Y esa otra, su favorita, en Royal Lytham en 1988 que condensa toda su furia al golpear la bola. ¡°Su sonrisa nunca ser¨¢ igualada. Iluminaba la c¨¢mara. Cada d¨ªa me daba una gran foto. Alegre, triste o enfadado. Cada emoci¨®n era una imagen maravillosa¡±, recordaba Cannon hace dos a?os a este peri¨®dico. Otro ingl¨¦s enamorado de Seve, al que visit¨® en la Pedre?a. Como Michael Robinson, con quien comparti¨® sus sentimientos mientras luchaba contra el c¨¢ncer.
No hay d¨ªa que Seve no est¨¦ en la memoria de los amantes del golf.
El hijo del alba?il y el hijo del jardinero
Cada uno en una punta de Espa?a, los dos cerca del mar. Seve en Pedre?a, al suroeste de la bah¨ªa de Santander. Jim¨¦nez en Churriana, en M¨¢laga. Los dos con or¨ªgenes muy modestos desde los que surgieron dos golfistas forjados a s¨ª mismos con cabezoner¨ªa e imaginaci¨®n. ¡°Fui el quinto de siete hermanos, todos chicos. Mi padre era alba?il. Recuerdo una vida sencilla, en un pueblo con las calles sin asfaltar. En casa ¨¦ramos muchas bocas y hab¨ªa que ayudar. Yo daba de comer a los conejos y las gallinas, sal¨ªa al campo a recoger hierbas y cabos [de las ca?as de az¨²car] para las vacas. Era todo campo. Mi primer trabajo fue en un taller. Limpiaba y lijaba los coches. Con 14 a?os iba los fines de semana al campo de golf a sacarme unas perrillas haciendo de caddie¡±, rememora Jim¨¦nez. ¡°Y as¨ª aprend¨ª a jugar al golf, yo solo, mirando. Yo era un ni?o que crec¨ªa en el campo. No ve¨ªa m¨¢s all¨¢, as¨ª que no pod¨ªa aspirar a otra cosa. Ve¨ªa a mi padre alba?il, cojo por un accidente, y para m¨ª no hab¨ªa otra cosa que dar de comer a los animales y jugar a las canicas. En ese entorno no avanzabas m¨¢s porque no ve¨ªas m¨¢s. Mi mente no iba m¨¢s all¨¢ de lo que ten¨ªa delante. Con el golf vi que hab¨ªa otra vida¡±.
Como la vio Seve, hijo del jardinero del campo de golf de Pedre?a, aquel ni?o que faltaba al colegio y se inventaba como pod¨ªa un palo, una bola y un hoyo para jugar sobre la arena. ¡°Hemos surgido de la necesidad¡±, cuenta Jim¨¦nez, ¡°y de nuestro amor por el golf¡±.
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