La mayor plasticidad del tenis femenino
Disfrut¨¦ m¨¢s de la final de las chicas que la masculina, porque con ellas todav¨ªa es posible apreciar la calidad est¨¦tica de los golpes y cierta duraci¨®n de los puntos
Justo antes de centrarnos en la temporada sobre tierra batida que se inaugura esta semana en Roma, toca hacer balance del US Open 2020 que, por muy ins¨®lito que haya sido, deja dos admirables y justos vencedores, tanto en el cuadro femenino como en el masculino. Es curioso que ambas finales siguieran un guion paralelo. El contendiente que, de entrada, era menos favorito se adelantaba en el marcador para obligar al adversario a una remontada que, como suele suceder, daba una emoci¨®n extra al encuentro.
En la final femenina, Victoria Azarenka se adelantaba en el marcador por un set a cero, dos juegos a cero en el segundo set y con bola para conseguir el 3-0. De haberlo conseguido, creo que la recuperaci¨®n se le hubiera puesto demasiado cuesta arriba a Naomi Osaka. Como no fue as¨ª, la japonesa aprovech¨® el momento y lo convirti¨® en el punto de inflexi¨®n que la llev¨® a anotarse el segundo parcial, el tercero y el t¨ªtulo.
Probablemente, disfrut¨¦ m¨¢s esta final que la masculina. En el tenis femenino todav¨ªa es posible apreciar la plasticidad de los golpes y cierta duraci¨®n de los puntos.
El encuentro entre Dominic Thiem y Alexander Zverev, en cambio, no me result¨® de los m¨¢s brillantes. Y no fue por la falta de calidad de ambos jugadores, que me parece indiscutible, sino por la imparable transformaci¨®n que ha sufrido el tenis actual. Imparable, si no se toman medidas. Estamos obligados a ver demasiados puntos aburridos para poder disfrutar uno de gran calidad. La velocidad del juego nos impide, en muchas ocasiones, no solo ver la trayectoria de la pelota sino, sobre todo, la belleza de los movimientos de los jugadores, condenados a deformar su estilo para imprimir m¨¢xima potencia y aceleraci¨®n.
Zverev se adelant¨® por dos sets a cero y 2-1 con break en el tercero, para sorpresa de los que ve¨ªamos a Thiem como ligero favorito. Es verdad que el alem¨¢n estaba haciendo un buen tenis, pero tambi¨¦n lo es que Dominic estaba irreconocible. Hasta tal punto lo percib¨ª as¨ª que llegu¨¦ a pensar que ten¨ªa alg¨²n problema f¨ªsico. En el cuarto juego del tercer set todo cambi¨®. Al igual que Azarenka, Zverev fue incapaz de mantener la distancia y resurgi¨® el austr¨ªaco.
Su expresi¨®n y sus gestos nos devolvieron al jugador cuya capacidad de lucha y entrega en cada golpe lo se?alan como uno de los dignos sucesores de los tres tenistas que han marcado la ¨²ltima d¨¦cada.
Finalmente, la fortuna le sonri¨® a Dominic en un quinto set realmente vibrante. Al alem¨¢n le toc¨® encajar la cara amarga del deporte. Ha disputado la final de un grande, es el segundo mejor jugador del torneo, pero seguro que se ha ido de Nueva York con una profunda sensaci¨®n de tristeza. Un partido que se escurre de esta ajustada manera es dif¨ªcil de olvidar.
Thiem, en cambio, habr¨¢ ignorado ya sus dificultades al inicio del partido y habr¨¢ volado de regreso a Europa con renovada confianza para encarar la temporada de tierra, superficie en la que ya destac¨® sobradamente en las pasadas temporadas. Espero que no remate su consagraci¨®n demasiado pronto, por la cuenta que nos trae.
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