El Mont Blanc que revive a Bonatti
La ruta del Pilar del Fr¨ºney sigue acogiendo gestas alpinas 60 a?os despu¨¦s de la tragedia que marc¨® al mito italiano
El alpinismo encuentra en los registros del pasado referencias que admirar y motivaciones para forjar su presente. En 1961, Chamonix y Courmayeur, las dos grandes ciudades a la sombra del Mont Blanc, francesa la primera e italiana la segunda, sufrieron una conmoci¨®n que se extendi¨® r¨¢pidamente al conjunto de ambas naciones. De pronto, el alpinismo entraba en el mundo de la prensa amarilla sin tiempo de quitarse los crampones. Siete alpinistas, tres italianos y cuatro galos, se vieron sorprendidos por una brutal tormenta en plena cara este del Mont Blanc, en un lugar salvaje. Fue una casualidad que ambos equipos coincidiesen al mismo tiempo al pie del Pilar del Fr¨ºney, un enorme basti¨®n de granito que se eleva 700 metros desde una altitud de casi 4.000 metros y conduce casi directamente a la cima del techo alpino, de 4.808 metros.
El caso es que todos persegu¨ªan una primera, estrenar un itinerario audaz, directo y sumamente est¨¦tico. Liderando al grupo italiano figuraba Walter Bonatti, para muchos el icono del alpinista perfecto, quien no tuvo problema en acordar con el l¨ªder del equipo franc¨¦s, Pierre Mazeaud, que trabajar¨ªan como un solo equipo en la pared. Sin los partes meteorol¨®gicos de los que hoy disfrutan los escaladores, la llegada del viento, las nubes, los rayos y la nieve sorprendi¨® al grupo en el peor de los escenarios: a 80 metros del final de las dificultades t¨¦cnicas, pero lejos de la cima y a¨²n m¨¢s lejos del suelo.
Todos pensaron que se trataba de una tormenta de verano, tan furiosa como pasajera, pero ignoraban que ese 11 de julio se hab¨ªa desencadenado un verdadero temporal que se extendi¨® desde las Landas francesas hasta el norte de los Alpes. Acostumbrados a sufrir vivacs de pesadilla, el grupo confiaba en ver el sol al amanecer, pero el acero de su material de escalda atra¨ªa los rayos y todos se estremecieron cuando un rayo alcanz¨® el sonotone de Pierre Kohlmann, quien primero se desvaneci¨® y cuando despert¨® parec¨ªa haber enloquecido.
Dos d¨ªas despu¨¦s, la tormenta segu¨ªa batiendo a pleno rendimiento. Solo cab¨ªa descender, una huida peligrosa, una pelea salvaje por sobrevivir que se extendi¨® por espacio de cinco interminables jornadas. Si no fue un s¨¢lvese quien pueda fue gracias a la determinaci¨®n, sangre fr¨ªa y humanidad demostrada por Bonatti. Pero ni siquiera ¨¦l puedo evitar la tr¨¢gica muerte por agotamiento de cuatro de los integrantes: se apagaron cuando no encontraron cera que quemar en sus organismos. Mazeaud, uno de los supervivientes, siempre defendi¨® a Bonatti, asegurando que nadie hubiera sobrevivido sin su liderazgo. Pero la prensa italiana hizo responsable del desastre a Bonatti, por razones que nadie se explica, enlazando una suma de medias verdades, tergiversaciones, habladur¨ªas y falsedades que da?aron seriamente la reputaci¨®n del italiano.
Bonatti dej¨® de creer en el ser humano: ¡°En Italia me hicieron responsable de la muerte de mis amigos. En Francia, me concedieron la Legi¨®n de Honor. Yo solo quise salvarnos a todos¡ pero supongo que el ser humano es as¨ª¡±, explicar¨ªa en un documental 20 a?os despu¨¦s de la tragedia. Apenas un mes despu¨¦s, un grupo de ingleses liderado por Chris Bonington, a la postre uno de los mejores himalayistas de la historia, y seguidos por un equipo franc¨¦s, se adjudic¨® la ruta, un gesto que soliviant¨® a Bonatti, todav¨ªa recuper¨¢ndose en el hospital de las congelaciones sufridas: ¡°No contentos con pisar la sepultura de mis desgraciados compa?eros, alguno afirma haber rendido un bello homenaje a las v¨ªctimas¡¡±.
Han pasado casi 60 a?os desde la tragedia que conmovi¨® a franceses e italianos y la ruta del Fr¨ºney se ha convertido en una bella cl¨¢sica recorrida todos los veranos por varias cordadas. No obstante, sigue siendo una aventura en un lugar sumamente expuesto y un lugar obligado de paso para los j¨®venes alpinistas deseosos de compararse con los pioneros. El pasado 6 de agosto, el alpinista italiano Leo Gheza firm¨® una alucinante ascensi¨®n del Pilar del Fr¨ºney: no hay registros conocidos de alguien que haya sido capaz de hacerlo en solitario y en el d¨ªa. ¡°Llevaba tiempo pensando en vivir esta aventura. Animado por las buenas condiciones y el buen tiempo, repas¨¦ minuciosamente todos los detalles conduciendo hasta Val Veny durante cinco horas. Sal¨ª del parking [a 1.444 metros de altitud] a las 18.40 con una motivaci¨®n enorme¡±, explic¨® Gheza en sus redes sociales.
Enseguida alcanz¨® el refugio de Monzino, donde durmi¨® tres horas y desayun¨® copiosamente para salir al glaciar iluminado por la luna a la 1.40 de la madrugada. En su camino, pas¨® de largo el vivac Eccles, dej¨® a su izquierda el Pilar Rojo del Brouillard, la arista Innominata y observ¨® a la derecha la majestuosa l¨ªnea de la arista de Peuterey. Amanec¨ªa cuando se calz¨® los pies de gato para acometer el pilar gran¨ªtico. ¡°En el largo final tuve un pensamiento para los pioneros, que escalaban con un material impensable hoy en d¨ªa. Pens¨¦ en su tenacidad¡ ?chapeau!¡±. Gheza nunca pens¨® que avanzar¨ªa tan r¨¢pido. Sus planes pasaban por vivaquear a los pies del largo final del Pilar, as¨ª que maldijo el peso in¨²til que llevaba consigo: hornillo, gas, saco de dormir, esterilla¡ pese a su error de c¨¢lculo, se plant¨® en la cima del Mont Blanc apenas 23 horas y media despu¨¦s de salir del parking, descendi¨® por la ruta cl¨¢sica hasta el abrigo Vallot, donde descans¨® antes de seguir hacia la civilizaci¨®n. El alpinismo del siglo XXI revisita los cl¨¢sicos sobrevol¨¢ndolos con respeto, fabric¨¢ndose aventuras a su medida. Bonatti hubiera aplaudido; Bonington, arqueado una ceja.
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