El Madrid del punto final
El f¨²tbol se escribe en presente y las leyendas apenas funcionan como sin¨®nimo de pasado. No existe la gen¨¦tica ganadora ni el ADN kriptoniano
A pocos equipos les ha hecho tanto da?o la literatura como al Real Madrid, enredado cada cierto tiempo en la contemplaci¨®n obsesiva de su propio reflejo. Brillan tanto sus vitrinas que, por fuerza ¡ªy al menos de vez en cuando¡ª, corre el riesgo de deslumbrarse a s¨ª mismo, m¨¢xime cuando algunos de sus futbolistas salen a competir con un pie sobre el c¨¦sped y otro en el monte Olimpo. Estos, los idolatrados, se han merecido con creces cada una de las canciones dedicadas, que solo faltar¨ªa tener que pedir perd¨®n por haber ganado tanto y excitar la creatividad de terceros. Pienso en Marcelo, por ejemplo, al que este mi¨¦rcoles desmontaron en piezas una cuadrilla de compatriotas imberbes, alguno de los cuales so?ar¨ªa, no hace mucho tiempo, con poder tenerlo de padrino en su primera comuni¨®n. ?Hasta cu¨¢ndo podr¨¢ vivir el brasile?o de las glorias pasadas? No es una pregunta para el implicado, evidentemente, sino para quien tenga la responsabilidad de tomar decisiones sin atender al romanticismo de los viejos p¨¢rrafos. Uno de los ¨²ltimos dedicados a sus innegables proezas, el que glos¨® aquel bal¨®n reba?ado a Messi en carrera de v¨¦rtigo y albricia final, decret¨® que todav¨ªa no era el momento del mortal Sergio Reguil¨®n.
Pero resulta que el f¨²tbol se escribe en presente y las leyendas apenas funcionan como sin¨®nimo de pasado. No existe la gen¨¦tica ganadora ni el ADN kriptoniano. Nadie te regala nada por ser quien eres y el rollito magufo solo sirve cuando las cartas se te acumulan en la manga, pues la victoria siempre reserva un espacio preferente para la lectura de los diez mandamientos y el conjuro de la queimada. El Madrid no siempre vuelve, como dice el viejo estribillo de juglar mereng¨®n. No, al menos, en el tiempo y forma necesarios para seguir siendo lo que la mayor¨ªa del espectro futbol¨ªstico entiende que debe ser el Real Madrid. En realidad, y como otros grandes clubes del planeta, el conjunto blanco acostumbra a volver solo cuando vuelve aunque, eso s¨ª es cierto, lo hace con mayor cadencia repetitiva que el resto. Y es esa guillotina de frases hechas y tratados esot¨¦ricos la que condiciona la configuraci¨®n de una plantilla que ya no sostiene ni su propia magnitud, aplastados por la l¨ªrica de ¡°me asomo a la ventana y eres la chica de ayer¡± mientras busca en los cajones unas medias para las varices.
El equipo que salt¨® al c¨¦sped del Estadio Di St¨¦fano es una carpa magn¨ªfica sin m¨¢stiles que la sostengan, un mu?eco de trapo en manos de un equipo lisiado por las bajas, agigantado por la debilidad de los h¨¦roes y despreocupado porque, yo qu¨¦ s¨¦, hay una edad para todo. Pero sobre todo fue un equipo de f¨²tbol hu¨¦rfano de f¨²tbol, sin argumentos para competir ni excesivo inter¨¦s en hacerlo, como si la hecatombe formase parte de una preparaci¨®n milagrosa que solo entienden los jugadores y t¨¦cnicos del Real Madrid. Tampoco se ha roto nada que se no se pueda arreglar. A fin de cuentas, abandonar toda esperanza en octubre y resurgir en abril o mayo es algo muy propio del Madrid reciente, mete¨®rico en el sprint y panz¨®n en las maratones. Es la letra del peque?a de un equipo al que solo entienden los suyos, como me demostr¨® este mi¨¦rcoles un veterano aficionado merengue en un bar: ¡°Es un equipo viejo, necesita tiempo¡±. Quiz¨¢ no resulte tan sencillo como parece sacar la estilogr¨¢fica y ponerle el punto final.
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